Las radios comunitarias tienen un lugar destacado en estos 100 años de historia. Guiadas por el sueño utópico de Bertold Brecht, que imaginó a la radio como el más maravilloso medio de comunicación si además de hablar pudiese escuchar, miles de comunicadores en todo el país apagaron las radios para hacer las suyas.
Un breve repaso por la historia encuentra antecedentes en radios clandestinas en los años 70 en Córdoba o, en plena dictadura, en aquellos emisores que interfirieron la televisión cuando pasaban partidos del Mundial de 1978 con proclamas contra los militares. Ya en democracia, entre 1984 y 1987, surgieron experiencias de muy baja potencia, con transmisiones irregulares y clandestinas. Las primeras radios comunitarias que lograron emitir con horarios de corrido, de lunes a domingo, con programaciones estables, datan de 1987. A partir de ese año se vivió un surgimiento explosivo de emisoras en frecuencia modulada que no contaban con los papeles exigidos por el decreto/ley de radiodifusión que dejó el gobierno de facto. Desde las entidades de medios hegemónicos se las denominó “piratas” o “truchas”. En medio de aquella explosión aparecieron también otros medios de comunicación que además eran proyectos político-culturales creados con el objetivo de contar con una voz pública que diera cuenta de otras miradas que no tenían aire en los medios tradicionales. Propusieron democratizar la comunicación para democratizar la sociedad desde la diversidad cultural de la comunidad a la que pertenecían. Se llamaron a sí mismas radios comunitarias, populares y alternativas.
En los años 90 resistieron las políticas neoliberales y fueron de los pocos medios que denunciaron el vaciamiento del Estado y el empobrecimiento de los sectores populares al mismo tiempo que las empresas de medios comerciales consolidaban sus posiciones dominantes negociando con el gobierno y presionando al Congreso de la Nación para que no aprobara una ley de la democracia. Las radios comunitarias se organizaron en redes nacionales para compartir producciones y noticias. También para comenzar una lucha que tuvo como resultado la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en el año 2009, en la que por primera vez se reconoció la legalidad de medios audiovisuales sin fines de lucro que en la práctica son mucho más que eso. Las radios comunitarias no se definen por la baja potencia o por no vender publicidad, sino por representar proyectos de vida ligados a luchas y reivindicaciones de grupos y movimientos diversos. Son medios de gestión social sin fines de lucro.
PIONEROS COMUNITARIOS
En sus más de 30 años de existencia, las radios comunitarias resistieron la persecución, ganaron una batalla enorme por el derecho a la comunicación y además tuvieron tiempo para correr límites. Es comunitaria Paj Sachama, la primera emisora en el país en transmitir con energía solar en el monte de Santiago del Estero. Otra comunitaria fue la primera en salir al aire desde un centro de salud mental con programas realizados por internos. En una comunitaria, La Tribu, se produjo por primera vez en el país un podcast, en 2005, y en una radio comunitaria de Córdoba, La Ranchada, sonó por primera vez el cuarteto, muy popular en la provincia. Son innumerables los ejemplos de radios comunitarias que marcaron un camino luego recorrido por medios públicos y comerciales.
La diversidad y el pluralismo las distingue en el mapa de medios. Existen radios campesinas, como la red de seis emisoras que fundó el Movimiento Campesino de Santiago del Estero o Radio Tierra Campesina, una de las FM de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Mendoza. Hay sindicales, como la Radio Germán Abdala de ATE Capital o SubteRadio, de los trabajadores del subte. Pueblos originarios cuentan con cuarenta radios en catorce provincias. Un buen ejemplo es la primera en estar al aire, La Voz Indígena, de Salta, con participación de las comunidades wichi, guaraní y toba, o Radio Puelmapu, de la comunidad mapuche, en Neuquén. Personas con discapacidad tienen su Radio Braille, de Santa Fe, y los migrantes tienen su espacio en Radio Integración Boliviana, del barrio de Tolosa. De salud mental, como La Colifata. Villeras, como La Milagrosa, de Ciudad Oculta, en Buenos Aires. Gestionadas por estudiantes, como Radio Revés, de Córdoba. Y más: la primera radio cooperativa del país, FM En Tránsito, de Castelar; una que nació estudiantil y se transformó en comunitaria urbana, FM La Tribu, y otra como FM Alas, de El Bolsón, cuyos radioparticipantes, en 1999, rodearon la casa desde donde transmitía cuando las autoridades quisieron cerrarla y no pudieron.
Hoy que la radio cumple 100 años de vida hay alrededor de 300 emisoras en todo el país que se reconocen como comunitarias, populares o alternativas. Surgen nuevas emisoras por internet impulsadas por cooperativas o asociaciones civiles y sostenidas por el aporte de socios o clubes de oyentes. Conviven con las radios analógicas y nuevos medios alternativos, al mismo tiempo que reclaman el derecho a la comunicación también en territorios digitales.
Las radios comunitarias son parte de la historia y del presente de la radio. También del futuro. Crean nuevos modos de interpelar a las audiencias con la diversidad y el pluralismo como bandera para sumar interlocutores y no seguidores. Con la conciencia de que cada nuevo emisor es un ataque a la concentración de medios, tienen el desafío de consolidar sus redes y ocupar nuevos espacios.