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Caras y Caretas

           

“El matrimonio es una institución vetusta, pero es un derecho”

Alejandro Vannelli es representante artístico desde hace décadas. Con su pareja de toda la vida, el actor Ernesto Larresse, fueron los primeros en casarse bajo la Ley de Matrimonio Igualitario. Hoy, recuerda la lucha por estos años de orgullo.

El 30 de diciembre de 1975, en el teatro Estrellas había función: Las mil y una Nachas,  dirigida por Claudio Segovia, y con Nacha Guevara como protagonista, ocupaba la sala principal. Sin embargo, el espectáculo fue interrumpido. Una bomba puesta por la Triple A explotó en la planta baja y provocó la muerte de un iluminador. Esa noche, en vísperas de un año nuevo que se acercaba con terror, las vidas de Alejandro Vannelli y Ernesto Larresse se cruzaron, sólo que todavía no lo sabían.

Alejandro es representante artístico de larga trayectoria. Por aquel entonces, se encargaba de la prensa de Antonio Gasalla. Después del atentado en el teatro, que provocó el exilio de Nacha Guevara, el director de la sala, Héctor Ricardo García, hizo una propuesta para un nuevo show –lo que luego fue Gasalla for export–, en cuyo elenco participaba Ernesto, actor que con los años construyó una importante carrera en el circuito, y por aquel entonces tenía 26 años.

Ya comenzado 1976, en medio de los ensayos, Alejandro y Ernesto se conocieron. Fue un “rechazo a primera vista”, tal como se titula su libro publicado en 2018 por Editorial Planeta. Según relata el mismo Alejandro, no hubo buena onda al comienzo. Ambos venían de mundos muy distintos. Ernesto había crecido en Lanús, venía de la escuela pública, era “un zurdito, gay no muy reconocido por él mismo”, señala. Y en total contraposición, Alejandro venía de avenida Del Libertador y Salguero, alumno fundador del secundario San Martín de Tours, de una familia que él mismo considera como “bastante gorilones”.

Después de algunas idas y venidas, el 13 de junio de 1976 Alejandro volvió de viaje, después de pasar dos meses en Europa. Y esa misma noche, Ernesto llevó su cepillo de dientes y se quedó en su vida para siempre, hasta que se convirtieron en la primera pareja gay en casarse bajo la Ley de Matrimonio Igualitario sancionada en 2010. “No pensamos que iba a ser una relación prolongada”, cuenta Alejandro.

–En aquel entonces, bajo un clima extremo de violencia y terrorismo estatal, ¿cómo era vivir públicamente la homosexualidad?

–Por un lado, desde siempre tenemos un concepto que es que no hay que explicar qué es uno. Nunca hemos ocultado nada, ni tampoco hemos salido con pancartas. Como dice Ernesto, nadie va por la calle diciendo “soy heterosexual”. Pero siempre vivimos en la misma casa, excepto un período en el que vivimos en casas separadas, a cinco cuadras. Dormíamos en la misma cama, usábamos la misma ropa, siempre nos vieron juntos. Incluso tuvimos algunas complicaciones con el trabajo en algún momento, aunque el medio artístico siempre fue un poco más permisivo. Mucha gente sabía de nuestra condición.

–Por aquella época se había fundado el Frente de Liberación Homosexual (FLH) en la Argentina. ¿Ustedes militaban activamente la causa?

–Nosotros conocíamos a Jáuregui. Pero la realidad es que nuestra militancia fue por los hechos. Habíamos hecho militancia no pública, pero sí pública al mismo tiempo porque mostrándonos como relación éramos un ejemplo para todo el entorno. Pero nunca nos escondimos, incluso nos han llevado en cana.

–¿Estuvieron detenidos?

–Sí. Me han denunciado por zurdo, por subversivo. Pero fue en el 82, antes de la llegada de la democracia nueva. En esa época se decía que “hicieras patria”, o sea, que si veías que se juntaban varios en algún lugar hablando fuera de tiempo, que hicieras patria y fueras buen argentino y los denunciaras. Estábamos reunidos con unos amigos, y tocaron el portero a la noche, y cuando un amigo que vivía con nosotros abrió, eran los paramilitares de Patricios, en Palermo. Nos torturaron y nos robaron todo, rompieron todo. Hicieron como que me iban a acuchillar, me gatillaron tres veces en la sien, me dieron corriente en las bolas, de todo para que dijera dónde estaban las armas, que no teníamos ninguna. Pero fue eso lo que hizo que nosotros, que sólo pensábamos en irnos de vuelta del país, dijéramos “bueno, no van a poder con nosotros, nos vamos a quedar”.

–Y pasaron más de treinta años juntos, hasta que decidieron casarse.

–En 2006, Bruno Bimbi, que era el secretario de la federación LGBTIQ, me mandó un mail pidiendo que los actores apoyaran una solicitada en favor del matrimonio igualitario, a lo que respondí que antes quería conocerlo. Tuvimos una reunión y ahí salió esto de que Ernesto y yo éramos pareja y que en pocos días íbamos a cumplir 31 años juntos, y que seríamos la pareja ideal, porque no había una pareja de hombres que tuviera solidez, como nuestro caso y además de ser reconocidos en el medio, Ernesto como actor, yo como representante. Éramos una buena pareja para mostrar en sociedad. Sin embargo, nosotros no éramos, y de hecho, no somos partidarios del matrimonio.

–¿Qué fue lo que los motivó a hacerlo?

–Ernesto lo dijo claramente: él no se casaba por amor, se casaba por dinero. Es un tema patrimonial. Yo estoy en pareja porque amo a una persona, y no necesito nada. Pero patrimonialmente y por determinadas leyes, tenés todas las mismas obligaciones, pero no los mismos derechos. Aunque para nosotros el matrimonio es una institución vetusta, estamos hablando de un derecho. Y si todo el mundo lo tiene, yo no quiero ser un ciudadano de segunda, que tiene obligaciones pero no tiene todos los derechos. O sea, lo hicimos por toda la gente, para que todos tuvieran una posibilidad. Esto también te permite muchas otras cosas, como pasó tantas veces con amigos, que estaban muriéndose con sida y la familia no dejaba verlos, o se quedaban con todo el patrimonio mutuo, porque no había nada, ningún papel que legislara.

–La sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010 generó un antes y un después para toda la sociedad. ¿Hubo cambios en su relación, sus costumbres, después de haberse casado?

–No. Al principio sí un poco te erotiza saber que estás casado, es una cosa rara tener una libreta. Nosotros hicimos mucho. Cuando nos casamos, y en la fiesta, yo me casé con un micrófono de Televisión Nacional de Chile, porque había ido mucho allá como representante de Catherine Fulop. Era un programa llamado Animal Nocturno, y habían mandado a Karen Doggenweiler, que es una número uno como conductora en Chile. Nos hizo un reportaje en directo. Fuimos testigos de la primera pareja que pidió casarse en Chile. Hemos hecho muchísimos viajes a hacer notas en distintos programas, haciendo mucha fuerza para que consiguieran la ley. A partir de 2007 empezamos a militar fuertemente. Estuvimos muy cerca, por supuesto, de Vilma Ibarra y Martín Sabbatella, muy enganchados con la Federación de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT), con María Rachid y Esteban Paulón. Y en mi caso particular, por tener los contactos, organicé, creé y armé esos videos de Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Cecilia Roth, entre otros, apoyando la Lley de Matrimonio Igualitario, que lo hicimos en dos días, y fue el golpe final que necesitábamos para instalar el tema. Me la pasé haciendo notas con Ernesto.

–¿El kirchnerismo como espacio político facilitó que saliera la ley, o fue más producto de toda la militancia de la comunidad LGBTIQ+?

–La comunidad trabajó mucho por todo esto. Pero la realidad es que el que dio el puntapié desde siempre fue Néstor Kirchner. Néstor fue fundamental. Aparte, imaginate que todo el PRO, salvo contadas excepciones, votó en contra. En cambio, si no hubiera sido Cristina, no sé si la ley la hubiese promulgado otra persona. Ellos fueron muy, muy importantes. Cuando nosotros hicimos esto, yo empecé a estudiar mucho porque me sirvió para saber cómo habían salido los distintos países y cómo se armaban estas cosas. Los mismos argumentos que se utilizaron para el divorcio, para el voto femenino, fueron los que usaron para la Ley de Matrimonio Igualitario, como ahora para el aborto. La disolución de la familia, que la sociedad se desarma, que el pueblo no está preparado. El primer día que nos presentamos en 2007, teníamos el susto de qué iba a pasar cuando saliéramos del Registro Civil, y cuando lo hicimos, la gente tocaba bocina, nos decían bravo. Recibimos un apoyo que nunca pensé.

–Después de diez años de la sanción, ¿qué falta todavía para hacer frente a los discursos de odio que siguen perpetuándose?

–Es que eso va a seguir, y hay que ponerle el pecho. Al gobierno actual, en este punto, le ha tocado un momento muy complejo. Porque esta gente (Cambiemos), en esos cuatro años, ha desarmado tantos espacios, ha destruido, cambiado y destrozado tanto… Pero el gobierno actual ha puesto a gente como Elizabeth Gómez Alcorta, que es una genia y está trabajando tanto. Es algo que les importa, sobre todo también con tantos travesticidios y femicidios. Pienso que en todas las áreas hay gente muy seria, muy reconocida, con mucho conocimiento. Pero es mucho lo que hay que desarmar de lo que ha hecho esta gente (Cambiemos), y por otro lado, también hay que desarmar la opinión inculcada en la cabeza durante todos estos años. Yo incluso, hasta en cosas mínimas, sentía que era un santo y de pronto fui descubriendo mini discriminaciones.

–¿Qué les diría a las nuevas generaciones de chicas y chicos, gays, lesbianas, travestis, no binaries, que hoy continúan con la militancia por la ampliación de derechos?

–Que la única manera de ser feliz es ser auténtico con uno mismo, que es lo más hermoso, con todo lo complejo que puede llevar, a veces con un entorno, una familia, un barrio o un pueblo. No hay manera de ser feliz sin ser quien uno es. Y por otro lado, que se sepa que somos muchos los que hemos luchado a través de los siglos, no en este momento solamente, sino en otros. Porque todo esto llegó gracias a mucha gente, a Jáuregui y muchos que hicieron tanto previamente para que las cosas fueran avanzando. Ellos tienen mucho trabajo también por delante, para ser más felices, como dijo Cristina. Hay que pensar que muchos dejamos mucho, muchos han dejado la vida incluso para defender conceptos. Entonces que sigan trabajando y pensando, a través de uno, en todos. Todo esto genera una felicidad interna tan grande, que nunca dejo de agradecer todo lo que sentimos con Ernesto al saber que ayudamos mínimamente a que fuera una sociedad mejor. Les pido que se sientan orgullosos.

Escrito por
Chiara Finocchiaro
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