En una América latina convulsionada, Alberto Fernández intenta plantar la bandera de la estabilidad argentina. La continuidad democrática y la fortaleza institucional, los éxitos locales a mostrar a pesar de los problemas económicos, son las cartas que juega el nuevo presidente en una región atomizada y en crisis, en la que la integración parece poco probable, y el pragmatismo marcará el rumbo de las relaciones bilaterales.
El escenario dista mucho de aquel que Fernández vislumbró la mañana del 18 de mayo de 2019, cuando Cristina Fernández de Kirchner anunció públicamente el lanzamiento de la fórmula del Frente de Todos. Los primeros movimientos de la campaña presidencial dieron cuenta del sueño integrador de Fernández, una suerte de rememoración del espíritu que hace quince años le imprimieron a América latina los presidentes Néstor Kirchner, Luis Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.
Aquella primera reunión del Grupo de Puebla, celebrada en julio de 2019, las reuniones con el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica y las visitas de Fernández a Bolivia y Perú, en septiembre, dejaron en evidencia la voluntad del Presidente de trabajar por la arquitectura regional. Pero los acontecimientos se precipitaron y el escenario latinoamericano cambió de manera súbita y radical y Fernández tuvo que repensar la política exterior. “El escenario es el que es”, se resignaron en la mesa chica presidencial.
EL SELLO DEL PRAGMATISMO
Por compromiso personal, Fernández viajó a Brasil a apoyar a Lula y celebró su liberación, pero después inició el descongelamiento de la relación con Jair Bolsonaro. Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. El brasileño envió a su vicepresidente, el general Hamilton Mourão, a la ceremonia de asunción del 10 de diciembre y Fernández le respondió con una mención a su país en el discurso. “Con la República Federativa del Brasil, particularmente, tenemos para construir una agenda ambiciosa, innovadora y creativa, en lo tecnológico, productivo y estratégico, que esté respaldada por la hermandad histórica de nuestros pueblos y que va más allá de cualquier diferencia personal de quienes gobiernan la coyuntura”, dijo el Presidente. Bolsonaro le respondió con una invitación a visitar Brasil. A los pocos días, la primera dama argentina, Fabiola Yáñez, estrechó lazos con su par brasileña, Michelle Bolsonaro, en el Vaticano.
Los gestos se repiten en otros países latinoamericanos. Por lealtad a Mujica –y también por afinidad de pensamiento– Fernández apoyó al candidato del Frente Amplio uruguayo, Daniel Martínez. El ganador del balotaje del 24 de noviembre fue, sin embargo, Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional. Tras felicitarlo por su triunfo, Fernández sacó a relucir su amistad con la familia Lacalle, en particular con el padre del mandatario electo, el ex presidente Luis Alberto Lacalle Herrera. En la Cancillería argentina recuerdan, además, la vieja relación que une al peronismo con el Partido Nacional, que data del gobierno de Juan Domingo Perón y que tuvo continuidad en los 90, con Carlos Menem y Lacalle Herrera.
Algo similar sucede en Chile, uno de los países más convulsionados de la región. Fernández tiene un vínculo cercano con la ex presidenta socialista Michelle Bachelet pero mantiene diálogo fluido con el actual mandatario, Sebastián Piñera, quien se ausentó de la ceremonia de asunción presidencial por la desaparición de un avión chileno. Fernández puso a disposición de Chile la colaboración de las Fuerzas Armadas argentinas y prometió hacer una visita al país trasandino.
“El Presidente es uno de los miembros más pragmáticos y moderados de todo el gobierno. Lo mismo pasa con el canciller Felipe Solá, que no es un ideologizado. Definitivamente, en materia de relaciones internacionales el Gobierno va a ser pragmático. La Argentina tiene una situación económica muy vulnerable y debe hacer equilibrio con Estados Unidos, que es clave en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. Eso le resta margen de maniobra”, dice Juan Negri, profesor del departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella.
UN ESPACIO DE DELIBERACIÓN
El pragmatismo es, sin duda, el sello que marca la relación de Fernández con la administración de Donald Trump, que pasó de la desconfianza a prometer el apoyo en las gestiones ante el Fondo. El vínculo se tensó el día de la asunción presidencial, cuando el asesor para el hemisferio del Consejo de Seguridad Nacional, Mauricio Claver-Carone, se retiró molesto con el nuevo gobierno por la presencia de representantes de Nicolás Maduro y del ex presidente de Ecuador Rafael Correa. Fernández se reunió al día siguiente con representantes del Departamento de Estado y el canciller Solá reveló que Fernández hizo gestiones ante Maduro por pedido de Trump.
Con la Argentina estable y parte del Frente de Todos con relaciones directas con el chavismo, Fernández aparece como un actor clave para destrabar el conflicto en Venezuela. El Presidente tiene, en este punto, una posición similar a la de México, la apuesta por la salida electoral y las conversaciones de paz.
El mexicano Andrés Manuel López Obrador y Fernández hablaron de ese tema y de la relación con Estados Unidos cuando el Presidente lo visitó, a principios de noviembre. López Obrador le dio al Presidente consejos para la relación con Trump y le recomendó cultivar la austeridad en el cargo. El mexicano parecía, en ese momento, un aliado estratégico de la Argentina en la región, dada la clara afinidad ideológica entre los dos presidentes. Pero, dicen en Cancillería, México queda demasiado lejos de la Argentina (y demasiado cerca de Estados Unidos). La distancia complica las relaciones comerciales y López Obrador se mantiene dentro de sus fronteras. El sueño regional se aleja.
“Alberto está un poco solo en la idea de armar organismos regionales. México y Uruguay podrían ser aliados naturales pero por ahora no veo condiciones para que se piense otra vez concertadamente. Los países de la región están aislados y encima enfrentan una amenaza nueva, el asedio a la democracia por parte de los militares”, apunta Negri.
La necesidad de recuperar un espacio de deliberación regional que pueda activarse frente a situaciones de crisis como el golpe de Estado en Bolivia o el estallido social en Chile es una de las prioridades que Fernández le fijó a Solá cuando le encargó la conducción de la Cancillería. Por eso, pese a las diferencias ideológicas, el Gobierno decidió no abandonar el Grupo de Lima, que se formó para presionar a Venezuela. Ya sea en el Grupo de Lima o en la Celac, la Argentina intentará construir con otros –sean parecidos o diferentes– para que la región se estabilice institucionalmente y se haga fuerte en las negociaciones con los gigantes, Estados Unidos y China, que miran a América latina como escenario de su guerra comercial.