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Caras y Caretas

           

Néstor Kirchner, el Bicentenario y la Patria Grande

El año 2010 quedará en la historia como la confirmación de la Patria. Y ese fue el símbolo que también representó al líder peronista que nos dejó en esos tiempos de celebración nacional.

‘La vida de Néstor Kirchner estuvo atravesada por actos de soberanía. El año de su muerte también. Que es también, un poco, la misma historia argentina que podemos retratar en pequeños retazos de voluntades emancipadoras que protagonizaron los grandes lideres nacionales y populares de nuestra Patria. Año 1919. La República Dominicana y su pueblo padecían la ocupación estadounidense. Nuestro acorazado 9 de Julio, que volvía de México luego de dejar en el país azteca los restos mortales de Amado Nervo, se encuentra al pasar que en el puerto dominicano está enarbolada la bandera de las barras y las estrellas. El capitán de la nave de guerra pregunta al gobierno argentino a qué bandera saluda, ya que patriotas dominicanos habían confeccionado de apuro una bandera de su país y la habían izado en el torreón de la antigua fortaleza. La respuesta de nuestra cancillería no se hizo esperar: “Entrad y saludad al pabellón dominicano”. El presidente Hipólito Yrigoyen tuvo clara la reafirmación de los derechos de los pueblos a su libertad y autodeterminación y se actuó en consecuencia. Una salva de 21 cañonazos desde la nave de guerra reafirmó simbólicamente este hecho. El pueblo dominicano alborozado improvisó una manifestación y variados discursos para la ocasión.

En su libro El Perón que conocí, Manuel Urriza relata: “Perón también apoyó la llamada ‘revolución agraria’ que se llevaba a cabo en Guatemala bajo la conducción de Jacobo Árbenz, y que había realizado expropiaciones de plantíos bananeros a la empresa United Fruit Company. En 1954, un levantamiento militar apoyado por intereses estadounidenses derrocó al gobierno de Árbenz y la embajada argentina asiló a ciento cincuenta y dos dirigentes obreros y políticos pertenecientes al proceso revolucionario. El general Perón dispuso el envío de dos aviones especiales de la Fuerza Aérea para trasladar a los asilados a la ciudad de Buenos Aires”.

Pero, sin duda, el momento trascendental de soberanía lo protagonizaron los líderes latinoamericanos que se animaron a enfrentarse al poder estadounidense para decirle “No al ALCA”. Así lo recordaba Jorge Taiana en su aniversario de 2014: “La IV Cumbre de las Américas, el 5 de noviembre de 2005, fue escenario de un importante impulso a la integración regional que dejaría su marca para siempre en los países del sur del continente. En esa ocasión le dijimos NO al intento de Estados Unidos de crear en el hemisferio un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que fuera funcional a sus intereses y no atendiera nuestras necesidades particulares como países de desarrollo medio o en vías de desarrollo. Como coordinador general de aquella histórica cumbre me tocó vivir momentos decisivos: cuando las negociaciones se iban tensando por la proximidad del encuentro entre los mandatarios, apenas horas antes de la Cumbre, me reuní con el presidente Néstor Kirchner para evaluar el estado de los debates y el incremento de las presiones por parte de los defensores del ALCA. En ese momento, como en ocasiones anteriores, Néstor me reafirmó que él no haría nada que fuera contra los intereses del pueblo ni de la Argentina, que nos mantuviéramos firmes y que no cediéramos a las presiones. La propuesta del ALCA había sido una iniciativa del presidente George Bush padre y continuó con el mandato de Bill Clinton. Se suponía que en el encuentro de Mar del Plata se formalizaría un área de libre comercio que no contemplaba los intereses de los países en desarrollo ni las asimetrías entre las economías del hemisferio. En síntesis, lo que se estaba debatiendo no era un modelo de integración frente a un mundo globalizado, solo se discutía la liberalización comercial, fundamentalmente los bienes industriales, bajo el liderazgo económico de Estados Unidos y la subordinación de nuestras economías. Nosotros preferimos construir un modelo de integración basado en nuestras propias fuerzas, entre iguales. Consideramos que eso nos iba a dar más autonomía e iba a ser mejor para la defensa del interés nacional”.

La grandeza de un país tercermundista siempre debe medirse por sus actos de solidaridad y de soberanía en defensa de los más débiles y enfrentado a los poderosos. Nuestros gobiernos nacionales y populares estuvieron siempre a la altura de las circunstancias.

EL BICENTENARIO DE LA PATRIA

Teníamos derecho a festejar con alborozo y patriotismo el Bicentenario de la Revolución de Mayo, en 2010. Fue en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y una multitud se adueñó de las calles de Buenos Aires. Los diarios opositores coincidieron en señalar que, solamente en CABA, más de dos millones de personas asistieron a las celebraciones. Otros, cercanos al gobierno, hablaron de una cifra dos veces superior. De los festejos y actos participó el gabinete nacional en pleno y tuvimos la visita de primeros mandatarios (Lula da Silva de Brasil, Evo Morales de Bolivia, el venezolano Hugo Chávez, Fernando Lugo de Paraguay y José Mujica por Uruguay), quienes además asistieron al acto de inauguración de la Galería de los Patriotas Latinoamericanos. Una vez más, el Tercer Mundo y la Patria Grande en su máxima expresión. Cabe acotar la diferencia con los festejos del Centenario (1910), cuando la única visita extranjera invitada fue un miembro de la Casa Real de España y el país era gobernado por una oligarquía ilustrada. La presidenta Cristina Fernández, en el cierre de los festejos, abogó por “construir una nación para todos con más libertad, más igualdad, más distribución de la riqueza”; exactamente lo mismo que sigue proclamando hasta el día de hoy. Coherencia ciento por ciento.

Cinco meses después de aquellas fiestas, vino la tragedia. El miércoles 27 de octubre de 2010, a las 9.15, producto de un ataque cardíaco, murió el ex presidente de los argentinos. Se nos iba un estadista y militante peronista que sacó a la Argentina de la peor crisis en que estuvo sumergida durante su historia contemporánea. Ese flaco desgarbado, con cierto grado de estrabismo, mocasines gastados, de parla medio rea en ocasiones, que vino del sur de nuestro país y pocos conocían, marcó la cancha el mismo día que asumió la presidencia: “Formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada. No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo. Soñé toda mi vida que este, nuestro país, se podía cambiar para bien. Llegamos sin rencores, pero con memoria”. Cumplió con creces. Se mejoraron todos los índices sociales. Enfrentó a los poderosos. Nunca se calló ante una injusticia. Sacó del país pagando lo que se le debía a ese cáncer gangrenado que es el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Al saber de su deceso, el pueblo se hizo presente. Más de 100 mil personas se congregaron espontáneamente en Plaza de Mayo para darle el último adiós. Allí estuve. Recuerdo haber tomado un tren que me depositó en Retiro. En ese transporte había un ambiente de silencio y dolor que nunca olvidaré. Nadie hablaba, todos cabizbajos y serios. Al bajar, un padre joven de condición muy humilde, con su pareja y dos hijitos a cuestas, me preguntó cómo hacía para llegar desde allí caminando hasta la Casa de Gobierno. Nunca había estado en la ciudad capital. Venían a darle el último adiós a Néstor. Una vez más, era el subsuelo de la patria sublevada que se hacía presente. Despedían a ese mismo Néstor que siempre está y estará en cada una de las luchas de nuestro pueblo en pos de una Patria justa, libre y soberana. Creo que eso simbolizó aquel 2010 del Bicentenario.

Escrito por
Roberto Baschetti
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