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Caras y Caretas

           

La masacre documentada

Ilustración: Juan José Olivieri
Ilustración: Juan José Olivieri

De borrosos films en blanco y negro a largas producciones audiovisuales. De escritos en papel añejado a eBooks de tinta electrónica. De imponentes murales a espontáneas pintadas. Distintas piezas reflejan los fusilamientos de Trelew.

“Queremos garantizar nuestra seguridad personal. Tenemos sobradas experiencias de compañeros que cuando han caído presos han sido torturados, picaneados y brutalmente golpeados. El objetivo es evitar que eso hoy se repita”, declaraba Mariano Pujadas (militante de Montoneros) frente a la prensa, en el aeropuerto de Trelew, el 15 de agosto de 1972, luego de que el vuelo con el que pensaba huir a Chile despegara sin que él llegara a abordarlo.

La conferencia de prensa brindada por Pujadas, Rubén Pedro Bonet (ERP) y María Antonia Berger (FAR) es el hilo conductor de Ni olvido ni perdón. 1972, la masacre de Trelew, el primer documental sobre los fusilamientos, dirigido por Raymundo Gleyzer. El mediometraje, de algo más de 30 minutos, fue distribuido pocas semanas después de haberse ejecutado la masacre y se convirtió en la primera producción fílmica que demuestra la entrega pacífica de los militantes, luego de acordar públicamente garantías para su integridad física solicitando la presencia de un juez y un médico.

Pocos meses después aparecerían las obras escritas. Data del 15 de agosto de 1973 la primera edición del (hoy reconocido) libro de Francisco “Paco” Urondo titulado La Patria fusilada, de Ediciones Crisis. De formato pequeño, tapa blanda color celeste y 142 páginas, aquella primera edición difundió la entrevista que Urondo realizó, dentro de la cárcel de Devoto, a los tres sobrevivientes de la masacre de Trelew: María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar.

La noche del 24 de mayo de 1973, horas antes de que Héctor Cámpora asumiera como presidente, se decidió tomar la planta de la cárcel, lo que posibilitó que Paco Urondo y los tres sobrevivientes pudieran encontrarse en una celda para conversar sobre lo ocurrido en la fuga del penal de Rawson. Estos testimonios fueron de vital importancia para comenzar a desenmarañar la versión gubernamental que argumentaba los asesinatos como una respuesta “espontánea” de los oficiales a un intento de fuga en la Base Almirante Zar.

De manera contemporánea a La Patria fusilada aparecía el libro La pasión según Trelew, del periodista Tomás Eloy Martínez. Con una estructura mayormente de crónica, narra con igual énfasis la rebelión y la masacre de aquel 22 de agosto. Contiene documentación inédita y una gran cantidad de fuentes primarias obtenidas en distintos viajes que el periodista realizó desde octubre de 1972 hasta mediados de 1973.

Tomás Eloy Martínez comenzó a escribir el libro el 26 de mayo de 1973, cuando (como él mismo cuenta en el prólogo de la primera edición) se sintió “entusiasmado por el espectáculo de una democracia naciente”. La pasión según Trelew se convirtió en un libro de cabecera para periodistas, pero no sin antes ser prohibido y quemado (más de 200 ejemplares) en una guarnición militar.

PRODUCCIÓN POSDICTADURA

El gobierno de facto de Agustín Lanusse, el corto período democrático posterior, el nuevo golpe de Estado de 1976 y la paulatina recomposición democrática de los años ochenta estancaron las investigaciones y producciones periodísticas que abordaban los acontecimientos, para volver a ser retomadas en la década de los noventa.

El documental Trelew. La fuga que fue masacre (2004) representa hasta la fecha la más importante producción audiovisual sobre el fusilamiento a los miembros del ERP, FAR y Montoneros. “Todo surge a fines de los noventa, por una carta de Alicia Bonet que María Pilotti (productora del documental) lee en Página/12. Ella observa que es un crimen impune que lleva décadas, y entonces comenzamos a investigar y recopilar material. Toda esta acumulación se encaminó cuando Mariana Arruti (directora) se incorporó al proyecto. Ella fue la que descubrió cómo contarlo”, relata Jorge Magallanes, investigador del documental.

El trabajo llevó varios años y unos cuantos viajes a Trelew y Rawson. En 2000 se realizaron entrevistas a los guardiacárceles, a los taxistas que trasladaron a los militantes del penal al aeropuerto y al médico que los revisó al momento de entregarse, entre otras. Un año después se pudo filmar en el servicio penitenciario y en la Base Almirante Zar. Ya en 2002 se finalizó con los últimos testimonios y comenzaron los trabajos de edición.

“El documental trajo una parte de nuestra historia que estábamos evadiendo. Fue la punta de lanza de una investigación cinematográfica sobre los años setenta indispensable para que los argentinos no tengamos puntos oscuros en nuestra historia. Además, la película fue parte de las pruebas del posterior juicio a los asesinos, y eso para nosotros fue el cierre del proceso”, analiza Magallanes.

También los lanzamientos editoriales se reanimaron a fines de los noventa con la publicación de La masacre de Trelew (1997), de Liliana Cheren, editado por el sello Corregidor (con prólogo de Osvaldo Bayer), y con las reediciones de La Patria fusilada y La pasión según Trelew.

En 2014 se publica otro libro que vale la pena remarcar: Trelew 72. Una recopilación de fotos que nace como proyecto colectivo entre el Archivo Nacional de la Memoria, la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia de Chubut y el fondo documental del Diario Jornada. “Nos centramos en la digitalización de los años 71, 72 y 73 porque queríamos dar cuenta de cómo era Trelew antes de la masacre. Sobre todo, demostrar que no era un pueblito fuera de la historia sino que estaba en sintonía con lo que ocurría en Latinoamérica y esa efervescencia de la lucha social y de la búsqueda de una sociedad más justa”, relata René Rivera, coordinador del Archivo Provincial de la Memoria.

Trelew 72 muestra el hecho central que es la fuga, con su emblemática conferencia de prensa en el viejo aeropuerto, pero también se propone visibilizar el Trelewazo: las movilizaciones sociales, la represión y el secuestro de vecinos del pueblo dos meses después de ocurrida la masacre. A su vez, se presenta como un homenaje para Emilse Pereira, quien tomó las fotografías que documentaron aquellos acontecimientos.

“El libro pone en circulación imágenes de aquella conferencia de prensa que nunca habían sido publicadas y que todos teníamos derecho a conocer. Las escuelas, las bibliotecas populares y otras instituciones tenían que tener esa difusión, por lo tanto, una vez publicado lo repartimos en cada uno de estos lugares”, cuenta Rivera.

Por último, la pintura mural, como transmisora sociocultural, fue otro de los pilares artísticos que denunció los fusilamientos. Dentro del Aeropuerto de Trelew (hoy Museo de la Memoria) puede verse un mural –quizá el más emblemático– pintado en 2012 y reacondicionado en 2015 por un grupo de alumnos y docentes de la escuela 805 de la ciudad.

Otro se encuentra en Rawson y ocupa más de 100 metros de la pared lateral de la residencia del gobernador de Chubut. Es una obra del artista Román Cura, inaugurada en 2010, que representa diversos acontecimientos históricos de la provincia, entre ellos el fusilamiento del 22 de agosto. En Esquel también puede verse uno pintado en mayo de 2012, en el marco del inicio del juicio a los responsables de la masacre.

Por último, a más de 1.300 kilómetros, en el barrio porteño de Monserrat, se encontraba desde 1997 un mural homenaje a los militantes fusilados. Había sido realizado por vecinos, familiares de víctimas del terrorismo de Estado y movimientos sociales. En febrero de 2020, esa pared en la esquina de Chile y Perú fue demolida sin tener en cuenta el valor histórico del espacio ni de la obra e invisibilizando, una vez más, una masacre que al día de hoy es imposible ocultar.

Escrito por
Damián Fresolone
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