Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre”, escribía José Hernández, hace 150 años, en una carta dirigida a su amigo José Zoilo Miguens, texto que hizo de prólogo en la primera edición de El gaucho Martín Fierro (1872). Sin duda, el objetivo de que el hombre de la tierra conozca el mundo fue cumplido con creces.
No existe obra de la literatura nacional que cuente con la cantidad de reimpresiones, reediciones y adaptaciones como la publicada hace un siglo y medio por Hernández. Solo tomándose en cuenta las cifras de la Cámara Argentina del Libro, encargada de registrar las obras publicadas desde 1982, el Martín Fierro tuvo al menos 220 reediciones en los últimos cuarenta años. Si se contabilizan, además, los títulos adaptados derivados de la publicación original, las ediciones llegan a más de 400. A su vez, se estima que se tradujo a casi cuarenta lenguas.
La continuidad en términos canónicos y en cuanto a la vigencia como consumo cultural que tiene la obra es multicausal. Alejandra Laera, doctora en Letras, encuentra una primera máquina de reproducción allá por el Centenario, motorizada especialmente por Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas, y otro pilar indispensable cuando se produce, desde la década del 30, la canonización estatal con el Día de la Tradición, lo que conlleva no solo a celebraciones locales sino también a la masiva lectura en los colegios.
Es que, como dice Laera, hay tantos Martín Fierro como historias de vida. Aquellas ediciones de lujo con el fin de mostrarse como libro-objeto o las publicaciones populares que circularon desde los años 20 para masificar el mensaje, pasando por los editados especialmente para las aulas con actividades escolares o los cuasi-académicos, con eruditas anotaciones y notas al pie.
Las ediciones ilustradas podrían ocupar un apartado especial. Una de las primeras fue la del grabador y pintor Adolfo Bellocq, del Grupo de Boedo. La obra, publicada en 1930, se compone de 120 xilografías y contó con una tirada especial de 300 ejemplares firmados a mano por el artista y otros dos mil de carácter masivo.
Otra obra ilustrada, históricamente reconocida y la más difundida, fue la del pintor Juan Carlos Castagnino, publicada por Eudeba en 1962. Luego de que Boris Spivacow, gerente editorial, le encomendara el proyecto, el artista se dedicó más de dos años a realizar distintos bosquejos del personaje. La representación que Castagnino obtuvo es disruptiva, rompe con la imagen criollista y logra un resultado en consecuencia de su observación social de la obra. Aquella edición fue un éxito: su primera impresión de 53 mil ejemplares se agotó rápidamente y debió volver a imprenta a los treinta días. Tras ocho reimpresiones, la obra se convirtió en best seller con más de 250 mil ejemplares vendidos.
Matías Casas, autor del libro Como dijo Martín Fierro. Interpretaciones y usos del poema durante el siglo XX (2022), analiza las distintas apropiaciones políticas de la obra original: valora la anarquista, dado que todos los usos políticos posteriores se encuentran concatenados a esa experiencia de leer la historia del gaucho Fierro en clave ácrata, y resalta la apropiación peronista porque se tramó sistemáticamente en diferentes niveles y voces, participando activamente desde los presidentes hasta las bases militantes.
“Hay derivaciones institucionales fundamentales que insertaron al Martín Fierro en una dinámica de corporaciones de mucho peso, como la Iglesia, el Ejército o la escuela. Lo que hicieron fue mediar en la experiencia personal de cada lector con la obra, ya que a muchos nos llegó ese primer contacto filtrado o teñido a través de la lectura en estas grandes instituciones”, sostiene Casas.
El doctor en Historia postula dos dimensiones que explican la vigencia actual del poema: por un lado, el texto en sí mismo, que contiene una pluralidad de voces, experiencias y vivencias que transforman a la obra en una referencia muy amplia; por otro, el proceso de canonización, la divulgación por parte del sector intelectual y la configuración del poema como parte constitutiva de la experiencia de la formación de los sujetos argentinos en general.
REESCRITURAS CONTEMPORÁNEAS DEL GAUCHO
La potente vigencia del poema desencadenó una inimaginable cantidad de obras de apropiaciones derivadas en las últimas décadas. Alejandra Laera resalta aquellas que evidencian una potencia liberadora respecto del clásico nacional pero a su vez redimensionan literariamente la denunciación de las injusticias a las que se sometía al gauchaje. En su lista aparecen recomendados El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (2007), de Pablo Katchadjian, por tener como efecto la concentración de la denuncia feroz de La ida ya en los primeros versos, y El guacho Martín Fierro (2011), de Oscar Fariña, por sus construcciones tumberas y su conurbanización de la pampa.
Otro título que sobresale, para Laera, es Las aventuras de la China Iron (2017), la gran novela de Gabriela Cabezón Cámara: “Logra desatar el hilo femenino anudado en la mujer de Fierro, que apenas es mencionada en el poema, porque al hacerlo redistribuye cuerpos y voces del pasado argentino en el propio centro del canon y reimagina políticamente el territorio nacional con identidades fluidas, espacios húmedos y una comunidad inclusiva”.
Por su parte, Matías Casas también elige valorizar el título de Oscar Fariña subrayando que se transformó en una referencia obligada, destacada en dos aspectos: por conseguir tensionar lo sacro del poema y por realizar muy eficazmente la adaptación a un lenguaje y una coyuntura que nada tienen que ver con finales del siglo XIX, pero que mucho comparten del mensaje original del gaucho de 1872. “Se transformó en un puente de conexión con los sectores populares contemporáneos. Le hace cosquillas, juega y problematiza con la sacralización de un texto, y a su vez traza un puente con las clases más postergadas de nuestra sociedad”, reflexiona Casas.
Afortunadamente, José Hernández, como relata en la carta a su amigo José Zoilo Miguens, decidió liberar las denuncias de su “pobre” Fierro. Se lo agradece la literatura gauchesca en general y algunas decenas de millones de lectores en todo el mundo.