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Caras y Caretas

           

Gauchos dibujados

Ilustración: Andrés Alvez
Ilustración: Andrés Alvez

El emblemático poemario de José Hernández también fue desarrollado y resignificado por ilustradores, acuarelistas, pintores y guionistas. Quizá sin buscarlo, Fontanarrosa le dio vida al tributo más audaz y efectivo.

El poemario gauchesco de José Hernández, nuestro Martín Fierro (1872/1879), ha sido resignificado por múltiples soportes, formatos, lenguajes y géneros, pero han sido sus representaciones hegemónicas y consagradas en el cine y en la literatura las de mayor trabajo crítico, reconocimiento intelectual y divulgación cultural. Menos aún se han abordado sus tratamientos en un campo que ofrece un fértil repertorio de la mítica figura gauchesca, sus escenarios camperos y sus dramas de frontera.

Una historia de gauchos y paisanas, indios y sargentos, payadores y criollos está plasmada en la narrativa secuencial publicada en series y tiras gráficas, y acaso como en ningún otro medio de la cultura nacional y masiva del siglo XX. Los trabajadores y asalariados recurrieron a las aventuras dibujadas para adquirir una módica dosis de entretenimiento formativo semanal o quincenal.

Amplios sectores populares fueron interpelados por estas textualidades gráficas por entregas y periféricas y en las que operaron retóricas productivas para la educación sentimental de sus consumidores. La cosmogonía narrativa del cantor, los duelos a cuchillo, las imágenes pampeanas y sus proposiciones lúdicas de malevos y traidores, desertores y fusilamientos, promocionan, y de manera amplia, el género durante la primera mitad del siglo XX dando lugar a retratos camperos y de gran alcance entre el lectorado de quiosco de revistas.

De manera elocuente, dibujantes, acuarelistas, pintores, ilustradores y guionistas ofrecieron durante la edad de oro y el periodo alto del medio (1920-1980) sendas y equívocas versiones del mítico héroe nacional. A veces articulando discursos de lo nacional y otras poniendo en jaque el relato identitario, estas producciones conforman, en su variedad de estilos y formatos, una constelación gráfica secuencial que irradia siempre hacia el gran poema nacional.

ALGUNOS AUTORES

Enrique Rapela, Juan Oliva, Carlos Casalla, Juan Arancio, Tulio Lovato, Carlos Clémen, Cao, Sanyú, Walter Ciocca, Jorge Morhain, Alberto Breccia, Raúl Roux, Dante Quinterno, Carlos Roume, Héctor Oesterheld, Oswal y Roberto Fontanarrosa son algunos de los historietistas de trayectoria autoral (aunque no abarcativos de un abordaje más complejo) que han tomado la iconicidad pregnante del gaucho martinfierrista para desarrollar la aventura y dislocar su trama original.

Todos ellos produjeron lecturas en tensión, contrapuestas, deslindadas, absolutamente serviles o plenamente trastornadas de un texto fuente: el Martín Fierro. Allí están entre otras múltiples reversiones, Lindor Covas el Cimarrón (por Walter Ciocca) y Fabián Leyes (guion y dibujo de Enrique Rapela), El Gaucho Areco (de Cao y Spadari), El Huinca (Rapela) y Cirilo el Audaz (Rapela). El longevo y fundamental Cabo Sabino dibujado por Carlos Casalla y más adelante guionado por Cao, Varela y Morhain en distintas etapas. El Martín Fierro de Arancio y la versión virtuosa y documental de Hernández por Alberto Breccia. Otro capítulo merecerían las historietas gauchescas publicadas por Frontera, la editorial del guionista Héctor Oesterheld. Siguiendo los pasos trazados por la literatura, antes que retomar la figura del caudillo disciplinado prefigurado en el Facundo, la historieta cifra en el gaucho de Hernández su significante cultural.

Sobre este trasfondo, materiales populares como los almanaques camperos de Molina Campos y el Juan Moreira de Gutiérrez fueron piezas sobre las que operaron los historietistas para motorizar su representación gauchesca y desplegar la imaginación de inspiración telúrica. Y allí también, los diálogos con el cine, de modo basal, Nobleza gaucha y, más adelante, el Martín Fierro de Torre Nilsson. Una reflexión sobre el Martín Fierro en la historieta no podría escindirse, entonces, de sus conversaciones con la literatura popular, la ilustración publicitaria, el radioteatro, el cine masivo y la gráfica en general.

CONVENCIONES Y VANGUARDIA

Un recorrido por estas producciones nos ofrece tanto trabajos ceñidos a las convenciones esquemáticas del género como apuestas de vanguardia lúdica, estética y narrativa que ponen en entresijo al arquetipo modelizador del gaucho decimonónico. Y quizás, como en ningún otro caso, Inodoro Pereyra, de Fontanarrosa, es el Martín Fierro de la historieta aunque se resista a serlo.

A contrapelo de Patoruzú, ese indio gaucho terrateniente desarrollado por Dante Quinterno (un oxímoron eficaz para la narrativa popular), Fontanarrosa ofrece una iconografía del gaucho en clave paródica y metadiscursiva. Todo Inodoro Pereyra puede leerse como texto palimpséstico con un punto de partida: los versos de Hernández dan lugar a su devenir intertextual plagado de mediaciones de compleja decodificación crítica.

Apenas unas líneas del derrotero gráfico: entre 1974 y 1975, De la Flor edita Las aventuras de Inodoro Pereyra, ¡El Renegáu!, primera recopilación de la serie. Ese mismo año y con el estreno de Mengano (Julio Korn), la historieta pasa a esa publicación (1974-1976). En 1975, la serie llega a la revista Siete Días por un breve periplo, y entre 1976 y 1980, se instala en el diario Clarín.

Como ningún otro gaucho dibujado y serial, Inodoro reactualiza no solo la historieta. Su propuesta va trazando un arco que va de lo más masivo a lo menos masivo del arte y la cultura. Se organiza en una zona entre la ficción y el contexto, para resquebrajar desde su emplazamiento temático los mitos del ser nacional. Fontanarrosa trabaja en esa articulación de mitos y creencias y tensiona la frágil frontera de los géneros y sus territorios. Los de la pampa y los del lenguaje.

Escrito por
Laura Vazquez
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