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Caras y Caretas

           

“La marihuana es una planta para la salud”

Presidenta de Mamá Cultiva, una ONG dedicada a la promoción del autocultivo de cannabis con fines medicinales, Valeria Salech habla sobre el derrotero de la organización y la militancia en tiempos de coronavirus.

En los últimos meses Mamá Cultiva pasó de militar una ley por el cannabis medicinal con un gobierno prohibicionista a sentarse en una mesa redonda con la presidenta del Conicet y la nueva ministra de Seguridad. Valeria Salech, presidenta de la ONG, cuenta que el camino hacia la reglamentación del autocultivo avanza en buena dirección pero está pausado desde la llegada de la pandemia. Desde el aislamiento, las cuidadoras de la organización reclaman políticas públicas urgentes, como la reglamentación de un registro de cultivadores y la socialización de los cuidados, porque “todo cuidado es político”.

–Es un momento de paz y resguardo, pero al mismo tiempo de emergencia. ¿Cómo organizan las tareas en la pandemia?

–Es el momento en que más trabajo tenemos. La gente que venía importando aceite no está pudiendo acceder, porque hay problemas con las importaciones o porque se fue el dólar muy alto. Nosotras impulsamos el autocultivo y el cultivo comunitario porque descubrimos que nadie cultiva para sí mismo. Yo cultivo para mi hijo, mi vieja, mi viejo, una vecina, mi tía, una amiga, todo lo que pueda cubrir lo cubro. Eso les pasa a todas las que vienen a Mamá Cultiva. Hoy quizás está trabada la posibilidad de decir “mirá, tomá esta variedad” o “te paso esta que a mí me está resultando”. Lo que tiene de maravilloso esta planta son sus variedades, eso te da un abanico de posibilidades enormes. En este momento tenemos mucha demanda en las inscripciones de cursos y estamos acompañando a más de cien familias de manera virtual.

–El confinamiento permitió encontrarse desde lo virtual con gente de todo el país…

–Sí, nosotras tenemos un dispositivo de acompañamiento a las familias que se llama Eco: Espacio de Contención y Orientación. A través de encuentros semanales socializamos todo lo que sabemos. Germinar, trasplantar, hacer esquejes, lo que necesitás saber lo hacemos juntas en ese espacio. Al pasarlo a modalidad virtual sucedió algo que no esperábamos. Tengo un grupo donde hay gente de Jujuy, Santa Fe, Córdoba, Río Negro, y eso está buenísimo porque se vuelve federal. Lo malo es que no está el vínculo persona a persona, de poder tocarte, hablar, reír y pasar el mate. También aprendés, porque el que vive en el sur prepara su cultivo en indoor y le muestra cómo usó un armario viejo a una que vive en Jujuy, donde obviamente cultiva en exterior.

–Uno de los únicos cultivos avalados está en Jujuy y fue concedido a Gastón Morales, el hijo del gobernador. El Estado permite cultivar en ciertos lugares pero persigue a quienes tienen un par de plantas. ¿Cómo se llevan con esas contradicciones?

–Ese cultivo es ilegal. No queda claro qué destino tiene pero no va a quedar en el país, porque se hace con inversión extranjera. En ningún lugar de la Ley 27.350 se habla de comercialización, entonces, ¿qué es eso? Es una concesión que se le hizo al gobernador de Jujuy desde el Poder Ejecutivo de aquel momento y que para nosotras es una falta de respeto total. No se permite un cultivo estatal ni que se investigue a nivel nacional pero sí se permite un cultivo con fondos extranjeros, es insultante. Nos están pasando por la cara algo que está en suelo argentino pero no es nuestro. Que sirva para demostrar que se puede tener un cultivo a gran escala en el país y ojalá la próxima vez lo hagamos para todas las ciudadanas y ciudadanos.

–De obtener una ley incompleta a tener reuniones con la ministra Sabina Frederic hubo un gran contraste.

–Sabina Frederic nos recibió en su despacho y enseguida se posicionó en las antípodas de la ministra anterior, que jamás nos abrió las puertas. Yo entré y me dio un abrazo, es un gesto que parece una pavada pero te dice todo. Fuimos escuchadas, fue impresionante. Después nos llamó a una reunión Ana María Franchi, la presidenta del Conicet, que es mujer y feminista. Ya con eso sabíamos que había posibilidades. Organizó una reunión virtual con todos los investigadores del Conicet que estudian el cannabis, y con representantes de las organizaciones civiles. Estuvo buenísimo porque pudimos compartir en qué estábamos trabajando, poner en común cuáles son las trabas y plantear qué necesitamos para la reglamentación. Al mismo tiempo hay diputadas que están trabajando en una nueva ley que hable no sólo de la investigación sino también de la regulación del uso del cannabis.

–¿Hay que terminar con la dicotomía entre el consumo recreativo y medicinal?

–Claro, porque termina siendo una trampa. El prohibicionismo quiere que vos pienses que hay un uso bueno y uno malo, como si no hubiese uno bueno y uno malo del clonazepam. La planta es una sola, tiene las propiedades que tiene y es relajante. Al funcionar como ansiolítico es obvio que te produce un mejor humor, a nivel psíquico y físico. Entonces puede parecer que es recreativo pero no lo es, sigue siendo terapéutico. Yo tengo un hijo con autismo. Una de las características de la enfermedad, y de las enfermedades psiquiátricas en general, es que hay una cuestión con la risa. Cuando no hay salud mental no hay risa. Los chicos con autismo no se ríen, no tienen humor, las cosas no les causan gracia. No hay nada en la medicina tradicional alopática que te haga reír, por eso estamos convencidas de que la marihuana es una planta para la salud.

–¿Cuáles son los pasos para que una cuidadora pueda autosustentarse y salir de la sumisión del poder médico tradicional?

–Somos una agrupación feminista, y eso tiene un porqué. Antes éramos un grupo de madres militando para que saliera una ley. Cuando se sancionó, nos dimos cuenta de que el Estado nos había mentido, que no le iba a dar ninguna respuesta a nadie. Ahí tuvimos que reconfigurar la ONG. A Mamá Cultiva llegaban esas mujeres frustradas, rotas, que no se peinan, no se maquillan, no se tienen en cuenta a sí mismas porque dedican su vida a otra persona. Nos dimos cuenta de que no le podíamos solucionar la vida a nadie si primero no se la resolvíamos a la que cuidaba. Además, de esas mujeres que llegan la mitad están separadas. Había una cuestión de género que era ineludible y con la que teníamos que trabajar. Entonces lo primero que hacemos ahora cuando una persona llega es abrazarla, poner en valor su trabajo, aplaudirla, porque ese es el primer paso hacia el empoderamiento. El primer escalón es quererte a vos mismo. Al darles la planta y ponerlas a cultivar pasan de ser personas que están de manera sumisa esperando que alguien les resuelva un problema a ser personas que hacen con sus manos algo muy lindo como cuidar una planta muy hermosa y que le va a mejorar la calidad de vida a un montón de gente. En estos momentos saber que en el patio de casa tenemos nuestros medicamentos y no tenemos que salir a hacer cola a la farmacia también es una satisfacción que producimos nosotras mismas y que no tiene precio. En los últimos días fuimos una de las organizaciones que conformó, junto a otras ONG feministas, una campaña por la socialización de los cuidados. Para nosotras es fundamental visibilizar que todo cuidado es político. Desde Mamá Cultiva lo que hacemos es cuidar a las que cuidan y queremos políticas públicas que estén orientadas a eso.

–¿Qué lugar ocupan las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la construcción de la identidad de Mamá Cultiva?

–Una de las primeras personas en acercarse a nosotras, darnos ánimo y ayudar fue Lita Boitano. Es una mujer muy hermosa, luminosa. Con todo lo que le pasó en su vida, que esté sonriendo y dándonos fuerza fue fundamental. Por otro lado, un día nos dicen que Hebe había leído nuestro libro y quería conocernos. Me puse a llorar en ese momento. Cuando nos vimos me sorprendió porque había entendido todo. Las Abuelas y Madres tienen un cerebro moderno, todas entendieron lo que hacíamos, nuestra lucha. A nosotras nos marcaron como mujeres en la sociedad y para las que nacimos en los 70 son sinónimo y emblema de lucha. Además, son personas que usan cannabis. Si ellas con sus hijos muertos no se rindieron, ¿cómo nos vamos a rendir nosotras?

–¿Qué debe hacer el Gobierno en lo inmediato?

–Lo que puede hacer ahora es re-reglamentar e incluir el artículo 8 para generar un registro voluntario de personas que cultiven. En 2017 logramos que se sancionara la Ley 27.350 de cannabis medicinal, una ley de investigación médico-científica que no resuelve el tema de la demanda porque está mal reglamentada. En el gobierno anterior no había presupuesto para los organismos públicos que se nombran en la ley. El INTA tiene que cultivar, el Conicet tiene que investigar, los laboratorios públicos tienen que fabricar aceites. Mientras se aprobaba esa ley por unanimidad en las dos cámaras, el Poder Ejecutivo la reglamentaba sólo para la enfermedad de epilepsia refractaria y les sacaba financiación a todos estos organismos. Nos hicieron una mentira colosal. La manera en que un Estado trata a las más vulnerables es clave para definir si se gobierna para algunos o para todos y todas. Las mujeres cuidadoras tenemos voz, cuerpo, saberes, y merecemos dignidad y valorización. Por más incómodo que sea, necesitamos que nos vean, que se sepa que hay gente que dedica su vida a cuidar a otra persona y que eso no es amor sino que es trabajo no pago. En estos tiempos de pandemia donde se habla de qué cosas son esenciales, qué cosas no, hay que decir que el cannabis es esencial y vamos a sobrevivir a la pandemia quienes estemos mejor cuidados.

Escrito por
Juan Piterman
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