• Buscar

Caras y Caretas

           

GOLPE A GOLPE, VERSO A VERSO

Del milagro económico boliviano al “fraude electoral” hay dos países que se debaten entre el racismo y la igualdad.

Bolivia parecía un páramo en medio de la avanzada neoliberal en el continente. Con una inflación de 1,5 por ciento en 2018 era un ejemplo para la región. Contaba con una renta petrolera de 38 mil millones de dólares. En los últimos años su Producto Bruto Interno creció al ritmo de un cuatro por ciento anual. Todos hablaban del “milagro económico boliviano”. Su presidente, Evo Morales, había llegado al gobierno de la mano del Movimiento al Socialismo con el 53 por ciento de los votos, en 2005. Pero para las elecciones de 2009 llegó al 62 por ciento y, en 2014, logró su segunda reelección con el 64 por ciento de los votos. Morales no parecía tener techo en su aprobación popular. La clave de su éxito estaba asentada en tres pilares: la creación del Estado plurinacional, la estatización de sus recursos naturales y una fuerte distribución de la riqueza.

Pero tres acontecimientos cambiarían la historia de Bolivia. En febrero de 2016, Morales perdió un plebiscito en el que buscaba presentarse a un cuarto mandato (51 a 49 por ciento). Por otro lado, los Estados Unidos volvieron a poner sus ojos sobre su patio trasero después de soportar una década ganada. Las posiciones racistas de la llamada mediauna (Beni, Tarija, Santa Cruz y Pando) seguían esperando el momento de dar el zarpazo como ya lo habían hecho en 2008. Morales apeló a la Corte para poder presentarse a las elecciones del 20 de octubre último y esa fue la excusa perfecta para buscar su proscripción. El escrutinio fue accidentado, con denuncias de fraude por parte de la oposición y cuando finalmente terminaron de contarse los votos, Morales había arañado el necesario diez por ciento que lo separara de su rival para poder triunfar en primera vuelta. Su adversario electoral había sido Carlos Mesa pero detrás estaba la figura del empresario y racista Luis Fernando Camacho, o el Macho, como lo llaman sus seguidores, un fundamentalista cristiano que con sus “comités cívicos” empezó a atacar a la población exigiendo la renuncia de Evo. Este Bolsonaro boliviano propició cortes de rutas y tomó los medios de comunicación. Pero también empezó a secuestrar y torturar dirigentes del MAS para exigir la renuncia de Morales.

El 4 de noviembre el helicóptero de Evo Morales sufre un “accidente” al que en ese momento no se le dio trascendencia desde el MAS. Hoy Morales está convencido de que fue un atentado promovido por el jefe de la Fuerza Aérea. Para el 9 de noviembre la marcha de Camacho hacia La Paz parecía indetenible y contaba con la complicidad de la policía boliviana que se había acuartelado y permitía que los secuestros de Camacho se multiplicaran. Al día siguiente, incendiaron las casas de los gobernadores de Chuquisaca y Oruro. La Misión de Observación Electoral de la OEA dictaminó serias irregularidades en 226 actas. Su titular, Luis Almagro hizo su trabajo. Evo removió al tribunal electoral y convocó a nuevas elecciones. Pero ya era tarde. El jefe del Ejército boliviano, Williams Kalimán, le “sugirió” la renuncia a Morales. Evo esperaba la actitud que tomó Camacho y, por otra parte, nunca se había llevado bien con la policía. Pero la sonada del ejército lo sorprendió. Estaba confiado en su lealtad, sobre todo porque había poblado a la suboficialidad de apellidos de pueblos originarios y los había equipado como ningún otro presidente antes. Pero cuando vio que uno de los 25 helicópteros que les había comprado disparaba contra su propio pueblo, comprendió que no había nada que hacer. Además varios dirigentes de la Central Obrera Boliviana empezaron a hablar de “gobierno de transición” y entendió hasta donde llegaba la traición. Sólo los indígenas seguían leales y poniendo el cuerpo desde El Alto y Cochabamba. Evo estaba convencido de que en un enfrentamiento entre civiles no había forma de ser derrotado y que una huelga general por tiempo indefinido y los cortes de ruta obreros eran suficientes para sostenerlo. Pero contra las fuerzas armadas no tenía chances. Morales anunció su renuncia y trató de salvar su vida y la de su vicepresidente, Álvaro García Linera. Ambos se refugiaron en la zona de Trópico de Cochabamba, custodiado por miles de sus más fieles seguidores. Había concluido el ciclo de más éxito de la historia boliviana en 13 años, 9 meses y 18 días de gobierno masista.

Mientras esto pasaba, los originarios de El Alto bajaban a La Paz a reclamar contra el golpe y eran reprimidos. Grupos civiles les gritaban consignas racistas y a las mujeres con pollera les decían: “Vayan a cocinar”. Los pocos periodistas internacionales que cubrían los acontecimientos eran escrachados, perseguidos y hostigados. Un ejército de trolls invadía sus redes sociales para denostarlos. La persecución no se detenía. Un médico que pidió ayuda para socorrer a las víctimas de la masacre de Sacaba fue detenido al día siguiente. No sólo disparaban a la multitud a mansalva sino que les negaban atención médica. Las mujeres detenidas eran violadas. También hubo denuncias de violación de mujeres muertas.

Evo atravesó caminos clandestinos para llegar al aeropuerto de Cochabamba en camionetas. Al arribar se encontraron con una formación militar. Los simpatizantes de Evo armaron un cordón humano hasta el avión para evitar que lo detuvieran. En la escalerilla, un teniente miembro de su custodia le muestra un WhatsApp en el que le ofrecen “cincuenta palos de los grandes” para que lo entregue. Finalmente, los militares de la Fuerza Aérea permiten su partida rumbo a México donde el presidente Andrés López Obrador, le había prometido asilo político. El viaje no fue sencillo y en su salvoconducto intervinieron los presidentes de Perú y México y el presidente electo de la Argentina, Alberto Fernández. Mientras tanto, Mauricio Macri se mostraba reacio a facilitar la llegada al país de los hijos de Evo Morales.

Mientras el sonido de las balas seguía repicando en El Alto, el 11 de noviembre la senadora Jeanine Áñez anunció que estaría dispuesta a asumir provisionalmente la presidencia del país, siguiendo el orden de sucesión para convocar nuevas elecciones de acuerdo con la línea de sucesión constitucional del país. Para asumir oficialmente la presidencia del Senado requería los votos de la mayoría que seguía en manos del Movimiento al Socialismo, antes de convocar a una sesión bicameral en la que juraría a la jefatura interina y de transición del Estado. Al día siguiente, en una corta sesión legislativa sin quorum, Áñez se proclamó presidente interina del Estado, alegando sucesión constitucional, basándose así en un pronunciamiento de ese mismo día del Tribunal Constitucional a favor de la “inmediatez” de la sucesión constitucional, sin necesidad de recurrir a alguna ley ni resolución del Legislativo. Áñez obtuvo el voto de los opositores, mientras que el Movimiento Al Socialismo, no participó en la votación y rechazó la sucesión. La imagen de su jura en una Asamblea semivacía es una de las mejores muestras de un gobierno sin consenso social ni sustento legal. El golpe se había consumado. Tras su juramentación, Áñez se dirigió al Palacio de Gobierno, acompañada de una biblia. Por su parte, un grupo de policías arrancaban de sus uniformes la wiphala, la bandera que representa a los pueblos originarios.

Mientras tanto, la represión no se detenía y una nueva masacre se desató en Senkata. Los habitantes de El Alto bajaron con sus féretros a protestar a La Paz donde ya no quedaban periodistas y todo estaba en manos de lo que pudiera transmitirse en redes sociales. Un grupo de juristas argentinos viajó para tomar testimonios de las violaciones a los derechos humanos y fueron hostigados ni bien llegaron al aeropuerto.

Áñez prometió elecciones para los primeros meses de 2020 pero hasta ahora no fueron convocadas. En Cochabamba, una asamblea del MAS resolvió nombrar a Evo jefe de campaña y estableció que habría una candidatura unitaria. Los principales postulantes son David Choquehuanca, Luis Arce, Adriana Salvatierra y Andrónico Rodríguez.

EVO EN LA ARGENTINA

Al cumplirse un mes del golpe, Morales llegó a la Argentina. En diálogo exclusivo con Caras y Caretas, Evo piensa en el futuro: “Por supuesto que el MAS va a participar de las elecciones. Somos la fuerza política más importante de la historia de Bolivia, el partido más grande desde la fundación de la República, entonces va a participar pero nuestro gran deseo es resolver, con nuevas elecciones, este conflicto ideológico, de orientación programática y cultural y social”.

–A pesar de la proscripción de su candidatura y de una región de Bolivia, ¿van a participar?

–Yo tengo el derecho a participar pero el día en que yo gané en la primera vuelta he renunciado a todo para pacificar y para unir a Bolivia. Ahora, ya si no van a dejar participar al Trópico donde saqué el 95 por ciento de los votos… Después dicen que los bolivianos en la Argentina no van a votar. Eso es antidemocrático.

–¿Pero igual se van a presentar?

–Ahora con más fuerza se prepara para participar no sólo en el Trópico y en la Argentina, sino en toda Bolivia con un candidato propio.

Evo se muestra confiado. Tal vez demasiado. Al día siguiente la Fiscalía de Bolivia emitió una orden de detención sobre su persona. Parece que creer en las intenciones de la dictadura boliviana no es un buen augurio.

Escrito por
Fernando Amato
Ver todos los artículos
Escrito por Fernando Amato

A %d blogueros les gusta esto: