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Caras y Caretas

           

Con el cuerpo y la palabra

La creación, la estética y las mutaciones. La publicación, la precarización y el después. Florencia Codagnone, Julieta Desmarás, Patricia González López y Valeria Tentoni, cuatro jóvenes poetas contemporáneas, analizan un presente en movimiento.

Por Damián Fresolone. Lejos de los debates entre las corrientes estéticas del neobarroco, el objetivismo y el realismo que caracterizaron a las décadas del 80 y 90, se encuentran ellas. Mucho menos (pre)ocupadas por el lirismo que por la empiria y la vivencia, están ellas. Como activistas, como colectivo o sin más que compañeras, van ellas. Florencia Codagnone, Julieta Desmarás, Patricia González López y Valeria Tentoni, pertenecientes a una generación posdictadura cívico-militar, son ellas. Codagnone registra sus primeras producciones poéticas a los seis años, y si bien no tiene esos documentos escritos mantiene un diario íntimo donde se lee: “Hoy escribí tres poesías”. Gónzalez López las ubica como consecuencia de una entrevista televisiva de Susana Giménez a Emanuel Ortega: “Me quedó en la cabeza que él componía sus canciones y pensé que yo también podía escribir”. Así, a los doce años les llevaba sus poemas a las maestras para que se los corrigieran. Desmarás, sin embargo, lo vincula con la oralidad como refugio al desarraigo por encontrarse viviendo su niñez en Estados Unidos. Tentoni, por su parte, comenzó escribiendo cuentos y refresca un episodio: “La poesía llegó recién en la adolescencia, con los enamoramientos fallidos. Recuerdo que se los leí a unas amigas de entonces y se rieron de mí: tardé mucho en volver a mostrar algo”.

PRODUCCIONES Y MUTACIONES

Julieta Desmarás publicó El río y su cajón (2014) y La voz mayor (2018), ambos por Alción Editora. “Entre esos poemarios hay un gran cambio. En el primero se nota una exploración y una inocencia, hablo más de mis encuentros y mis choques de convertirme en mujer. En el segundo, me hago cargo de esa mujer”, relata; y hace referencia a la poesía como hermana del teatro más que de la literatura, por la existencia necesaria de poner el cuerpo. Para Julieta, la voz mayor es un acto totalmente femenino que deviene de las mujeres de su familia. “Aquellas que guardaron durante muchos años secretos y deseos”, agrega.

La primera publicación de Patricia González López fue Indecible (2009), le siguió Maldad: cantidad necesaria (2013), Doliente (2016) y Otro caso de inseguridad (2018). “En los primeros poemas yo era de manual; escribía sonetos, una poesía más barroca. Pero después me fui deshaciendo de esa técnica. Cuando me olvidé de los manuales, siento que empecé a escribir verdaderamente yo”, reflexiona. Y agrega: “En un momento empecé a preguntarme sobre qué cosas sabía, para escribir sobre eso. Y la conclusión es que yo sé lo que viví, lo que veo y lo que interpreto de lo que veo”. Para Patricia, lo que mutó fueron los lugares donde se ubicó como observadora. Mientras que en Maldad se nota enojo, en Doliente se observa más reflexión y en Otro caso de inseguridad, cierta expresión del ridículo.Florencia, quien forma parte de Poetas por el Derecho al Aborto Legal, colectivo surgido al calor de los martes verdes por el debate en el Congreso, publicó su primer poemario, titulado Mudas, en 2013, Celo (2014), Resto (2016) y Filos: poemas sobre las violencias contra las mujeres (2017).

“En mi producción veo dos momentos: uno con mis primeros tres libros, donde se visualiza un yo poético más individual, personal; y, otro, donde terminé por confirmar que la poesía es un acto político en sí mismo. Ahora estoy con mi Diario poético en tiempos macristas, que es básicamente eso, un acto político”, asegura.

En Filos, Codagnone tomó casos reales de violencia de género. Con el poemario escrito, trabajó la lectura en muchas escuelas y notó que las alumnas le pedían las hojas para llevárselas. Así es que tomó la decisión de publicarlo de manera digital (lleva más de 1.500 vistas) para que todas puedan descargárselo. “Sólo puse sobre la mesa el horror que está pasando. No puse mi voz poética, sino que les di mi voz poética a ellas. Excepto el poema dedicado a Milagro Sala, el resto no tienen nombre porque cada caso somos todas”, comenta Flor.

Valeria Tentoni se inició con Batalla sonora (2009), siguió con Ajuar (2011), Antitierra (2014) y Piedras preciosas (2018). Sobre su camino en el proceso de escritura asegura que los temas fueron miniaturizándose y pidiendo escenarios más modestos. “Me tocó revisar el segundo poemario para una reedición, y lo corregí a machetazo limpio. Del primer libro aprecio el movimiento valeroso de lanzarse. Me siento amiga de su atolondramiento”, agrega.

VISIBILIZACIÓN

Según los últimos informes de la Cámara Argentina del Libro, poco más del 20 por ciento de las novedades editoriales corresponden al género literario y un cinco por ciento de ese segmento concierne a la poesía. Esos números pueden debatirse debido a que parte de la publicación poética se realiza en pequeñas editoriales independientes que muchas veces no registran sus lanzamientos, pero también se percibe el mayor espacio de la mujer a la hora de visibilizar sus producciones, logro obtenido tras un largo camino de luchas.

“La mujer logró imponer su deseo de escribir, su deseo de ser artista. Ahora se puede pensar como autora. Muchas veces se nos ha presentado al mundo por si fuiste o dejaste de ser amante de alguien. Y seguimos aún luchando contra eso”, cuenta Desmarás. “Tenemos algunos pequeños triunfos. Las escritoras no aceptan ir a una mesa únicamente de hombres, exigiendo la paridad, se analiza un poco más quiénes son los jurados. Está copadísima la escena actual, pero aún nos falta mucho espacio en los medios, espacio que sí tiene la narrativa, pero no la poesía”, cuenta González López, quien encabeza una columna radial en AM750 titulada La poesía no se ajusta.

Tentoni, oriunda de Bahía Blanca, reniega de analizar la producción de un país tan extenso como la Argentina circunscripta a un puñado de la poesía escrita desde la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, puede mencionar cómo abrieron el juego Fernanda Laguna y Cecilia Pavón con Belleza y Felicidad o poéticas como las de Roberta Iannamico y Laura Wittner. “Pero antes que ellas también hubo generaciones poderosas que fueron haciendo sus empujones; pienso en Juana Bignozzi, Diana Bellessi, Mirta Rosenberg y en Irene Gruss; en Alicia Genovese y Estela Figueroa, por ejemplo. Casi todas siguen escribiendo y empujando. Lo que intento decir es que no creo que sea útil leer todo esto que aparece como una resultante, sin pensarlo como una gran ola que comenzó a erguirse hace mucho, trabajosa, torpe y lentamente”, agrega Valeria.

PUBLICACIÓN Y CICLOS

Si a la presente crisis que vive el sector editorial nacional le sumamos que parte del sistema actual implica que algunos poetas deban pagar sus publicaciones, la cosa parece compleja. Sin embargo, la heterogeneidad y la multiplicidad de pequeñas editoriales de nicho dedicadas exclusivamente a la poesía permiten recabar experiencias disímiles a la hora de publicar.

“Me siento muy conforme, cuidada y respaldada con la editorial que me publica; pero el contexto económico del país claramente implica un freno para todo tipo de publicaciones. Sin embargo, es ahora cuando más hay que poner el cuerpo”, asegura Desmarás. Florencia Codagnone refuerza la idea: “Creo que a muchas de las que publicamos los años anteriores ahora se nos está complicando. Yo bromeo diciendo: ‘Nos hicieron creer que podíamos publicar poesía’. Veníamos de una ministra de Cultura que dijo que son tan importantes los ingenieros como los poetas. Ahora son tiempos de caos y resistencia”.

La experiencia de Valeria Tentoni fue distinta: “En todos los casos trabajé con pequeños editores independientes que aman lo que hacen y se involucran en el proceso de hacer y mover el libro. Nunca pagué por publicar, pero claro que no tengo nada en contra de quienes lo hacen. Soy de la idea de que los libros pueden esperar todo lo que haga falta para ser publicados”.

Desde otra óptica, Patricia González López analiza la situación con el ojo puesto en la circulación de la información más que en el sector editorial: “Hay varias afirmaciones sobre la poesía: que es difícil de entender, que es aburrida, que no se vende y que no tiene lugar. Pero, entonces ¿cómo se explica que en muchos eventos haya 200 o 300 personas por noche? Interés hay y editoriales hay muchas. Debemos romper con estos axiomas. Para mí, la oralidad y los ciclos de lectura de poesía son la gran posibilidad”. La red y oferta de estos ciclos es tan amplia como heterogénea. De lunes a lunes al menos una lectura se encuentra en la agenda. Florencia cuenta que intenta ir a todas a las que es invitada, pero a su vez abre un debate aún no saldado: “Lucho para que se reconozca el trabajo de las lecturas. Por lo general, vamos a leer a lugares de onda. Pero todas elegimos qué leer, lo practicamos, viajamos, ponemos el cuerpo, la voz y muchas veces no se nos reconoce”. A ese debate se suma Patricia, que asegura que es allí, en los ciclos de lecturas, donde se defiende con el cuerpo lo que antes se lanzó como publicación a la calle. “Creo que tenemos que lograr que nos paguen y que paguemos cuando vamos a los ciclos, como hacemos con un músico. Es un trabajo de todos, pero principalmente también del propio poeta, de ‘profesionalizarse’ y ofrecer algo de buena calidad al público”, agrega. Valeria recuerda la complejidad de las primeras lecturas en público por ser un exceso de intimidad exteriorizada; y reconoce que muchas veces como oyente encontró en los ciclos autores que quiso continuar leyendo. “En cuanto a lo corpóreo, la lectura de poesía inauguró para mí múltiples sensibilidades que hacen de mi experiencia vital algo muchísimo más intenso. La intensidad tiene su precio, sin duda, pero, como dicen en el póker, pago por ver”, afirma.

Por su parte, Julieta Desmarás decidió organizar ella misma un ciclo junto a la escritora Sabrina de Luca. Lo llamó El toro, en representación de tomar por las astas a la literatura. Allí, prevalece el lenguaje poético atravesando la literatura, el teatro y la música. Es un pequeño espacio para difundir sus obras, las de otras colegas y para compartir, ante todo, un acto íntimo.

Con distintos marcos teóricos, con poemarios de disímiles abordajes, con más o menos ornamentos en su escritura, van ellas. Despojando a la poesía lírica. Defendiendo las palabras. Abriendo debates. Poniendo el cuerpo

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