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Caras y Caretas

           

Mujica es diferente

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Por Felipe Pigna. Director General

El tratamiento de los “grandes medios” de la figura de Pepe Mujica no deja de ser emblemático. Exaltan a un político modélico, humilde y comprometido con “la gente”, o sea, todo lo contrario de lo que ellos promueven al militar por los candidatos y luego gobernantes del establishment. Pero “Mujica es diferente”, nos enseñan los amigos de la antipolítica de aquí y de allende los mares. Y sí, Mujica es diferente. Ante todo, es lo contrario de la antipolítica. Es, sobre todo, un político que comenzó su militancia en el Partido Nacional como secretario de la rama juvenil, cerca del dirigente progresista Enrique Erro. Ambos van a romper con el partido para fundar su propia agrupación, el Partido Socialista del Uruguay. En el contexto de comienzos de los años 60 y bajo la influencia de la Revolución Cubana, se incorpora a la lucha armada en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, denominación que homenajea al líder revolucionario indígena Túpac Amaru y reivindica el nombre que se daban los revolucionarios de ambas orillas del Plata en su lucha contra el poder virreinal. Tupamaros fue una de las primeras guerrillas urbanas de América latina. Se hizo mundialmente célebre por el secuestro y asesinato del agente de la CIA Dan Mitrione, episodio rememorado en la película Estado de sitio, de Costa-Gavras.

Mujica pasó casi quince años en prisión, once de ellos en condiciones infrahumanas bajo la figura de rehén, que implicaba la amenaza de fusilamiento si su organización realizaba alguna acción armada. Recuperó la libertad con la amnistía de 1985 y retomó la militancia creando con compañeros del MLN el Movimiento de Participación Popular en el Frente Amplio, por el cual resultó electo diputado en 1994 y senador en 1999. Los electores valoraron su carisma y su actuación parlamentaria y se fue consolidando como un referente central en el Frente Amplio, que obtuvo la presidencia de la mano del moderado Tabaré Vázquez en 2005, quien lo convocó para ocupar el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Durante su gestión, se apoyó notablemente en su viceministro, el ingeniero agrónomo Ernesto Agazzi, que terminó reemplazándolo cuando decidió retomar su banca en el Senado en marzo de 2008. Al año siguiente fue proclamado en elecciones internas candidato a la presidencia de la República por más del 50 por ciento de los votos.

Durante la intensa campaña dio rienda suelta a su estilo campechano y cercano a la gente. Resultó electo en el balotaje frente a Luis Alberto Lacalle por el 52 por ciento de los votos. Su compañera de militancia y de la vida, Lucía Topolansky, le tomó juramento en el Parlamento el 1 de marzo de 2010. Pidió asumir al aire libre, rodeado del pueblo en la Plaza Independencia. Mujica desistió de instalarse en la residencia presidencial y continuó habitando su célebre chacra de Rincón del Cerro. El nuevo presidente convocó a la oposición a integrar comisiones para gestionar las soluciones en los rubros que determinó como centrales, tales como educación, medio ambiente, energía y seguridad. El gobierno lanzó un ambicioso plan de construcción de viviendas, al que Mujica destinó casi el 90 por ciento de su sueldo. Liberalizó la producción y el consumo de marihuana; en política internacional, se alineó con los gobiernos progresistas de la región sin dejar de ampliar las relaciones comerciales con Europa y los Estados Unidos, y proclamó la responsabilidad del Estado en los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Hoy el Pepe sigue siendo un referente de la política latinoamericana y un referente ético para las pasadas y presentes generaciones. Vaya pues este número en homenaje a su obra y trayectoria.

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Felipe Pigna
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