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Caras y Caretas

           

Soberanía sostenible de los recursos naturales

La agroecología es una de las principales alternativas sustentables. Elías Amador es apenas un ejemplo de la lucha contra los agrotóxicos.

En estos momentos de crisis climática, cuidar los recursos naturales es primordial. En teoría, estos se dividen en: renovables, que pueden regenerarse; no renovables, que pueden agotarse; o perpetuos, que no se extinguen nunca, como los factores abióticos (viento, sol, energía geotérmica, etcétera). Hay diferentes maneras de hacer uso de ellos: de manera sostenible, es decir, utilizándolos de una manera que impide que se agoten y logren sostenerse en el tiempo; de manera conservacionista o proteccionista, una forma de explotación más cauta y controlada en la que muchos recursos o bien no se utilizan o
solo de una manera muy puntual; y, por último, de forma extractivista.

“La explotación extractivista es la forma más extendida en la Argentina y en los países productores de materia prima. Es la más perjudicial porque puede llegar a extinguir los recursos naturales y pone en peligro a las generaciones futuras. Algunos ejemplos son la megaminería, la industria del petróleo y, particularmente en el país, la producción agropecuaria. Los monocultivos, como la soja, extraen todos los nutrientes y minerales, como el fósforo y el nitrógeno, que tiene la tierra. La no rotación de los cultivos y la siembra directa con paquetes tecnológicos asociados no solo producen la pérdida de los nutrientes del suelo, sino que también traen aparejados deterioros en los aspectos sociales, culturales y en la salud de las personas”, dijo a Caras y Caretas el biólogo integrante de la Fundación Biodiversidad Mariano Barros. Y concluyó: “Afortunadamente, cada vez hay más proyectos agroecológicos”.

LA SOLUCIÓN ES LA AGROECOLOGÍA

Elías Amador tiene 37 años, es padre de tres hijos y trabaja con su esposa en el campo. Son pequeños productores frutihortícolas de La Plata desde hace 28 años y son integrantes de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Ellos alquilan el terreno donde viven y producen, como la mayoría de las familias que trabajan en el agro. “La agroecología es una forma de vida para nosotros, una forma de resistencia al agronegocio. A mi familia nos cambió la vida pasar del paradigma de producción con venenos a otro sin venenos”, contó.

Hasta 2017, Amador producía con agrotóxicos, pero un temporal hizo que perdiera todo. En ese momento de crisis, se preguntaron junto a otros campesinos: “¿Por qué antes se podía producir sin venenos y ahora no?”. No podían seguir comprando agrotóxicos –que son todos importados y su precio es en dólares– y por eso, empezaron de a poco a transicionar hacia la agroecología. “Lo que hacemos no es algo nuevo, sino muy viejo, pero que se fue perdiendo porque se podía producir más fácil aplicando venenos. La agroecología lleva mucho más trabajo, pero es más rentable a la vez”.

Aun así, la mayoría de los pequeños productores sigue utilizando agrotóxicos. “No hay políticas públicas que nos acompañen para hacer la transición y la tierra intoxicada por agrotóxicos puede tardar de seis meses a dos años en regenerarse y producir sin venenos. En ese proceso, el productor no puede soportar la pérdida siquiera de un mes, porque el alquiler es mes a mes y es altísimo. No hay apoyo del Estado, en cambio a los grandes pooles de trigo, soja y maíz, se les subsidia no sé cuánto tiempo y sacan grandes créditos. Un pequeño productor que alquila no lo puede hacer, es imposible”, sumó Amador.

“Tenemos un dicho –detalló el productor–: nosotros producimos en dólares pero vendemos en pesos porque no exportamos”. En el sector están “cada vez peor” porque los alquileres de las tierras siguen subiendo y, a pesar de que muchos produzcan sin venenos, siguen atados al dólar por la compra de semillas a las agroquímicas. Según él, las que dona el INTA no alcanzan y, como tienen que vender toda su producción para pagar los alquileres, no pueden tener muchas propias.

“San Juan es un lugar ideal para cosechar semillas. Monsanto, Syngenta las hacen ahí y las exportan a Europa, pero dicen que las hicieron en su país. Toda una mentira. Es lo que fue siempre, el dominio del europeo sobre el sudamericano, esa es la dinámica que se da hoy”. Y agregó: “El Estado está corrompido. No puede hacer mucho porque son empresas mundialmente muy fuertes, pero bueno, el pueblo está ahí”.

A pesar de las dificultades, Amador apuesta por la agroecología. Antes, cuando fumigaba, explicó que sus hijos no podían salir de la casa. Ahora, se dio cuenta de que “para que una planta esté bien alimentada, lo que necesitás es que el suelo esté bien alimentado”.

En ese camino de regeneración, explicó que a la tierra la recuperaron con bocashi (un abono orgánico), con compost y con bioinsumos que preparan con las plantas. “El suelo necesita biodiversidad. Diversificamos y aprendimos a resembrar de nuevo y ahí volvimos al verdadero origen de ser productor, de aprender a producir con la tierra”.

“No defendemos la naturaleza. Somos la naturaleza defendiéndose a ella misma”, es una frase muy difundida por activistas. Y es cierto: no existe la independencia del ser humano de su entorno natural. El pueblo y el Estado argentino tienen que luchar no solo por la soberanía de sus recursos, que implica que la toma de decisiones sea por parte de las comunidades y no de empresas extranjeras, sino también por utilizarlos de manera sostenible. Son las generaciones presentes y futuras las que están en peligro.

Escrito por
Sabrina Pozzi
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