Después de tantas estrategias comerciales y abuso de condescendencia, hoy resulta cada vez más difícil no asociar la figura del disco homenaje a una simple especulación de marketing. El combo suele apuntar a generaciones diversas, apela a ultra-hits y se pavonea con invitados notorios que muchas veces caen en aportes protocolares. Hilda Lizarazu decidió lanzar un disco de homenaje al rock argentino, pero afortunadamente se desentendió de esas imposiciones administrativas. El repertorio incluye material grabado originalmente entre 1968 y 1973, pero el gran hallazgo es el tratamiento que tienen las canciones: casi siempre original, por momentos audaz y nunca escindido completamente de las originales. Un gran mérito del productor Eduardo Tapia. En ese marco, Lizarazu despliega y hace valer su gran musicalidad y dotes de intérprete. Se destacan la brumosa versión de “No pibe” (Manal), las cuerdas afiladas de “Génesis” (Vox Dei) y la versión casi Sumo de “De nada sirve”. Un disco sin rellenos que saltea al fogón y luce por sí mismo.