El 31 de enero 2009 la Policía del Destacamento de Lomas del Mirador desaparecía a Luciano Arruga, un adolescente de 16 años de un barrio humilde a quien pretendieron reclutar para que robara para la comisaría, garantizándole una zona liberada. Lo llevaron varias veces a la comisaría, lo golpearon y amenazaron: “Te vamos a llevar a la octava para que te violen, o terminás en un zanjón”. El joven se rehusó y los policías bonaerenses primero lo amenazaron y después lo torturaron en un calabozo. Luciano trabajaba hasta 12 horas por día en una fundidora de metal para hacer hebillas de zapatos y ganar algo de plata.
Ante la persistente negativa de Luciano, cuatro meses después lo secuestraron. Aquella noche de 2009 en que Luciano desapareció, dos testigos aseguraron ver que un chico de campera blanca era golpeado y metido a la fuerza en un vehículo policial. En el destacamento, otro testigo lo vio golpeado y ensangrentado. Los peritajes certificaron que Luciano había estado en la comisaría 8ª de Lomas del Mirador y en uno de los patrulleros, que esa noche no había cumplido con su recorrido programado y según el registro electrónico de su desplazamiento circuló por descampados. Los peritajes señalan que Luciano estuvo en el descampado esa noche.
La aparición del cuerpo
Durante cinco años y ocho meses, su madre, Mónica Alegre, y su hermana, Vanesa Orieta, recorrieron todos los caminos de la Justicia en una incansable búsqueda. A instancias del CELS, en 2014 la familia presentó un nuevo hábeas corpus ante la Justicia de Morón. En ese expediente a alguien se le ocurrió cotejar las huellas digitales de Luciano con las de los N.N. enterrados a partir del 31 de enero de 2009. Así fue cómo lo encontraron el 17 de octubre de 2014. Había muerto atropellado por un auto en la autopista General Paz mientras cruzaba, descalzo y desesperado, a las 3.20 de la madrugada, huyendo de sus captores. El cuerpo había sido enterrado en el cementerio de la Chacarita como N.N. el 11 de mayo de 2009, luego de haber estado en el hospital Santojanni, donde había llegado en una ambulancia del SAME tras haber sido atropellado por un auto en la avenida General Paz, a la altura de Mosconi, la misma noche que lo secuestró la policía. Lo operaron y falleció a las ocho de la mañana del 1° de febrero de 2009. La madre y la hermana habían estado en ese hospital y nadie les informó que Luciano estaba ahí. Las instituciones del Estado lo mantuvieron desaparecido durante esos más de cinco años. Gracias a la presión lograda por la organización Familiares y Amigos de Luciano Arruga el caso se visibilizó como un dramático ejemplo de la represión estatal que sufren los niños y jóvenes de las villas y los barrios más postergados por parte de las fuerzas de seguridad.
El único condenado es el ex policía Julio Diego Torales, quien recibió una pena de diez años de prisión como coautor de torturas en la primera detención. La causa por su asesinato está en instancia federal con la carátula de desaparición forzada de persona, se siguen realizando tareas de investigación para saber las razones de lo sucedido y poder encarcelar a todos los culpables.