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Caras y Caretas

           

Adrián Melo: “Cazuza y Moura representaron la lucha contra la homofobia”

El sociólogo Adrián Melo lanzó el libro Las vidas paralelas de Agenor de Miranda Araújo Neto y Federico José Moura, un retrato de dos figuras paradigmáticas de las culturas brasileña y argentina.

¿Qué podría vincular a dos íconos del rock de los emblemáticos 80 como Cazuza (1958-1990) y Federico Moura (1951- 1988)? Uno nació en Brasil, el otro en la Argentina. Ambos marcaron un punto de inflexión en las escenas musicales de sus respectivos países, no solo por su belleza –explosiva en un caso, lánguida en otro– sino por su talento innovador que dejó con la boca abierta hasta a los rockeros de la época. Jamás se conocieron, pero tienen en común el hecho de haberse erigido en representantes de una época crucial para ambos países, cuando dejaban atrás las dictaduras militares. Sus canciones, que criticaban la represión social, despertaron las conciencias y también despabilaron los cuerpos, invitándolos a bailar, a los excesos, al sexo en todas las formas posibles. Su paso por este mundo fue breve, interrumpido el Sida, al que también le cantaron. 

Adrián Melo.

De ello da cuenta Las vidas paralelas de Agenor de Miranda Araújo Neto y Federico José Moura (Aurelia Rivera Libros), un revelador ensayo en el que el sociólogo Adrián Melo pone en práctica la lógica de Plutarco para alejarse del riguroso concepto de biografía. En entrevista con Caras y Caretas, Melo habló  de su nuevo trabajo, estructurado en tres capítulos (uno dedicado a Cazuza, otro a Moura y uno final en el que se presentan las diferencias y semejanzas entre ambos personajes). El libro se centra en recuerdos y anécdotas y, tal vez por eso, se lee del mismo modo en que se escucha una canción: ciertas frases o momentos resuenan con la fuerza de un estribillo.

–¿Cómo surge la idea de trazar un paralelismo entre las vidas de Cazuza y Moura?

–Retomé el concepto de Plutarco, que siempre tomaba un personaje griego y uno romano. En mi caso, fue uno argentino y otro brasileño. Porque, así como Grecia y Roma tuvieron sus controversias y admiración mutua, lo mismo sucede con la Argentina y Brasil. Por otro lado, me interesaba irme de la idea de biografía –como también hacía Plutarco– porque cualquier vida es imposible de abarcar en palabras. Se trata no de relatar las épicas y los fracasos, sino reparar en una simple anécdota o una cuestión menor, que puede dar cuenta de un carácter. 

–En el libro decís que “las vivencias personales son siempre colectivas”. ¿Qué significado tuvo la figura de ambos artistas en los contextos socio-políticos de sus respectivos países? 

–Cada uno fue un paradigma de una época. Moura, al frente de Virus, representó el fin de la dictadura, la aparición de un cuerpo sexual diferente, de las diversidades sexuales. Era una banda calificada como frívola, sin embargo, tiene canciones como “Ellos nos han separado”, que hace referencia al hermano desaparecido de los Moura, o “Banquete”, sobre la guerra de Malvinas. La mejor forma de resistencia fue la de pensar canciones que hablan de encuentros callejeros y sexuales entre la gente, cuando lo que pretendía la dictadura era el cuerpo inmóvil, replegado en sí mismo. También Cazuza tiene canciones fuertes contra la dictadura y la burguesía, su propia clase. Y desde el inicio de su carrera elige la marginalidad. Además, a diferencia de Moura, hizo una celebración del pansexualismo y de la sexualidad gay. Incluso frente al Sida, ambos reaccionaron con resistencia. Moura en la letra de “Encuentro en el río musical” (“de todo nos salvará este amor, hasta el mal que haya en el placer”) y Cazuza en “Ideología” (“mi sexo y mi droga no tienen ningún rock and roll”). Cazuza y Moura representaron la liberación sexual y la lucha contra la homofobia y el Sida. También el auge de la democracia y la desesperanza frente a ella.

–En Brasil, en los 70, tuvo lugar un fenómeno contestatario contra la dictadura, el desbunde, que aludía al reclamo de libertad social y sexual. En Argentina no hubo un movimiento similar. ¿Acaso fue Virus el grupo de rock que encendió la mecha de la liberación sexual?  

–Virus marca un antes y un después porque hace entrar en escena este cuerpo inconveniente que, en Brasil, con el desbunde, ya había aparecido. Ney Matogrosso y Renato Russo le habían allanado el camino a Cazuza. No era el caso de Moura: a Virus la catalogaron como “la banda de los putos”. Algo similar al desbunde, si se quiere, aunque menos masivo, fue el fenómeno parakultural argentino. La irrupción de Moura fue mucho más radical, porque tuvo que enfrentarse a la homofobia que se presentaba en el rock, mucho más que Cazuza.

–En la primera presentación masiva de Virus, al grito de “la banda de los putos”, el público reaccionó tirándoles naranjas y Moura, con ironía, les pidió que levantaran el culo y bailaran un poquito…

–El apela justamente a ese órgano, considerado prohibido e incita a convertirlo en uno erótico en varios sentidos. Primero, en el del baile (me parece precioso ese efecto de mover el culo). Y tiene su correlato cuando ya enfermo de Sida, en el arte de tapa del disco Superficies de placer, el dibujo de un culo aparece como un lugar maldito para el placer sexual. Fue un punto de inflexión en el rock. Se metió con temas prohibidos, con todas las aristas del erotismo, que también forman parte del cuerpo desenfrenado.  

–La alegría y la efervescencia cultural de los 80 no volvió a repetirse ¿Por qué se sigue teniendo nostalgia de esa década?

–Porque no prosperaron ciertas esperanzas que nacieron en esos años, centradas en las primeras transiciones democráticas y lo que sí triunfó fue la cultura neoliberal, que marcó una impronta de la que no hemos podido salir. Es una década a la sombra de la cual seguimos viviendo en varios sentidos. Ese breve sueño de los 80, en los que todo parecía posible, siempre vuelve porque nunca se concretó y por eso quedó en el campo de la nostalgia. Ya lo dijo John Lennon, justamente cuando empezaban los años 80: “El sueño se acabó”.  

Escrito por
María Zacco
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