• Buscar

Caras y Caretas

           

La pregunta de mi madre

LUIS MEY

Factotum Ediciones

“Lo único lindo de la adolescencia es no ser adulto. No tenés plata, a no ser que te enfermes trabajando. Todo el mundo te quiere cagar a piñas, por una razón o por otra. Por alto, por grandote, por bobo, por tu remera. Los cobardes son los adultos: tienen mucho que perder”, dice Matías, el protagonista de La pregunta de mi madre, de Luis Mey, que acaba de ser reeditada. “Yo plata no tengo ni hay indicios de que me vaya a enfermar trabajando en el corto plazo, así que me acerco a mamá. Ella, técnicamente, tampoco tiene plata: pero se la pasa trabajando. La poca que tiene se le esfuma: le hace pensar si alguna vez la tuvo en la mano. Me dice que la plata vuela. Le digo que ya sé, pero no lo sé.” El dinero, o la falta de él, signa la novela con contundencia: cada capítulo se titula con una cifra [3,75, 4,75 (hay varios con este nombre), 5,25, 4,15…], que representa la plata que Matías tiene en el bolsillo en ese momento.
La historia, sin embargo, transcurre a pesar de la malaria. Corren los años 90. Matías tiene 16 años y todas las inquietudes propias de la edad. La primera de ellas, la que lo carcome, es que no sabe qué hacer con su vida. Vive con su madre, que se desloma trabajando, y un padre que brilla por su ausencia. Junto a su amigo Peine hace sus primeras salidas nocturnas, y conoce a Carolina, una chica que lo deslumbra y frente a la que construye un personaje que acaba por creerse. “Voy a ir a Mar del Plata a buscar a una chica que me pidió por favor no verme más. Pero yo entendí otra cosa. Por eso el plan. Sin embargo, si algo lo entiende solamente uno, es difícil que trascienda.” Con esa idea, Matías convence a Peine de que lo acompañe a buscar a Carolina, en lo que será mucho más que un viaje iniciático.

Escrito por
Redacción
Ver todos los artículos
Escrito por Redacción

Descubre más desde Caras y Caretas

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo