Parafraseando al gran León Gieco, podría decirse que hoy “la sequía es un monstruo grande y pisa fuerte” y, sin duda, no se trata de una situación que pueda resolverse en un par de días o semanas.
El daño que está asestando el clima a los campos sembrados con trigo es fenomenal. Y al mismo tiempo, se cierne la amenaza cierta sobre los planteos de maíz y soja, que comenzarán la siembra a mediados de noviembre.
Es que si hay algo que caracteriza a la presente campaña agrícola 2022-2023 es la falta de lluvias desde hace ya más de cinco meses, descontando las consecuencias que tendrá para los productores y los exportadores.
Pero no solo para ellos. También para el Banco Central, porque se producirá menos granos y por ello habrá un menor saldo exportable, y para el Gobierno nacional,vía el Tesoro y la menor recaudación, porque al exportarse menos volumen se registrará una menor liquidación y caída en el pago de derechos de exportación o retenciones.
En suma, la sequía no solo golpea al sector agropecuario o agroindustrial, sino también al país en su conjunto.
Se estima que solo en la campaña de trigo el impacto de la sequía se traducirá en más de 1.525 millones exportados menos. Teniendo en cuenta que el trigo paga 12 por ciento de retenciones al momento de exportar, el fisco tendrá una merma de algo más de 180 millones de dólares, solo en las ventas externas de este grano.
Caso por caso
Los tres principales cultivos de la Argentina, maíz, soja y trigo, en ese orden por el volumen producido, explican el 90 por ciento de la producción de granos del país. De cara a la nueva campaña 2022-2023, cada uno de ellos tiene un panorama totalmente distinto.
La campaña de trigo, que junto a la cebada son los cultivos más relevantes de invierno, tuvo su ventana de siembra entre mediados de junio y principios de agosto, una temporada particularmente seca por el efecto La Niña, que se traduce en escasas precipitaciones.
Normalmente, a un año Niña, le sigue uno Niño, combinando así años de sequía, y luego abundantes lluvias y hasta inundaciones. Pero por esas cosas de la naturaleza, y por qué no decirlo, tal vez también del cambio climático, parte de Sudamérica y especialmente la Argentina atraviesan su tercer año Niña consecutivo.
La ventana de siembra del trigo a mitad de año no registró lluvias por meses, lo que complicó mucho las labores de siembra del cereal. Los expertos explican que se necesitan ciertos niveles de humedad en los suelos para sembrar, algo que esta vez no ocurrió.
De esta manera, se estima que el área sembrada de trigo, muy golpeada particularmente en la zona núcleo –centro y sur de Córdoba y Santa Fe, norte de Buenos Aires– y marginalmente en Entre Ríos, se redujo en unas 600.000 hectáreas, cerca del 10 por ciento de la superficie implantada en la campaña 2021-2022.
Pero, además, tras la siembra siguió la falta de lluvias, y los cultivos no crecieron en estos meses de la manera esperada, lo que termina impactando en los rindes, que no es otra cosa que la cantidad de quintales por hectárea (un quintal equivale a 100 kilos).
Recalculando a la baja
Bajo estas condiciones, las estimaciones de los expertos cada vez se recalculan a la baja. Hace un mes la Bolsa de Cereales de Buenos Aires presentó sus estimaciones para la cosecha gruesa (maíz, soja, sorgo, girasol) e incluso estimaciones también para trigo y cebada.
Allí se afirmaba que se producirían unos 17,5 millones de toneladas (Mt) de trigo, un dato que ya contrastaba con los 23 Mt de la campaña anterior, que había casi “empardado” al récord de 23,1 millones de toneladas alcanzado en 2018-2019.
Pero con el correr de las semanas, las estimaciones de producción se iban contrayendo, al punto de que la semana pasada un informe de la misma entidad cifró en 15,2 Mt la cosecha prevista de trigo.
A fines de octubre, desde la Bolsa de Comercio de Rosario, el principal nodo exportador de productos agroindustriales, por donde sale el 80 por ciento de todas las exportaciones del campo argentino, estimó en 15 Mt la proyección de la campaña triguera.
“Con este panorama productivo, la previsión de exportaciones del nuevo ciclo se revisa a la baja a 9 millones de toneladas, 5,5 millones por debajo de los despachos de la campaña previa. Además, si comparamos el valor de las exportaciones proyectadas, el ingreso de dólares proyectado por embarques de trigo 2022-2023 caería un 35 por ciento en relación con el ciclo 2021-2022, nada menos que 1.525 millones de dólares”, señaló la entidad.
El problema más serio es la tensión entre el abastecimiento al mercado interno, que requiere unos 6,5/7 Mt para la molinería y la producción de harina local, y los compromisos de exportación que ya tomaron los exportadores.
Trigo al ganado
Con los buenos precios vigentes en el mercado internacional, los exportadores se anticiparon a declarar compromisos de exportación. Así, en la actualidad, las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) totalizan casi 9 Mt, de modo que los cálculos están muy ajustados.
“Los daños son irreversibles”, asegura Eugenio Irazuegui, analista de mercados agropecuarios de la comercializadora de granos Zeni. Además, sobre la sequía, en las últimas semanas, cayó helada en vastas zonas productivas.
Si bien en algunas zonas del norte del área triguera (centro y sur de las provincias de Córdoba y Santa Fe) ya comenzó la cosecha del cereal, la mayor parte de las labores tendrá lugar a partir de ahora al sur de la provincia de Buenos Aires, donde la cosecha arrancará a fines de noviembre.
Justamente, el sur bonaerense es el área triguera de mayor producción y por ahora tiene chances de “salvar la campaña”. Las lluvias intensas del último fin de semana trajeron algo de alivio.
Pese a ello, las pérdidas son cuantiosas. “En algunos campos no se trilla el cereal y le dan al ganado el trigo que no tiene calidad ni valor comercial”, explica Irazuegui. La razón es que resulta más caro el costo de poner a trabajar una cosechadora, pagar el combustible, el personal, etcétera, que el supuesto beneficio de la venta del trigo.
Con todo, la producción de 15 Mt será “la más baja en siete años”, indicaron los analistas de la Bolsa de Comercio rosarina. En este contexto, “el resultado de las heladas es sumamente contraproducente en lo que respecta al ciclo venidero”.
En cuanto al maíz, el período de siembra comenzará masivamente a mediados de noviembre, aunque hay algunos loteos en el norte del país donde ya se está sembrando.
Se estima que la sequía también impactará en los rendimientos, partiendo de una proyección de área sembrada de 7,5 Mt, cuando en la campaña 2021-2022 se llegó a 8,6 Mt. Con estos datos se alcanzarían los 50 Mt de producción, apenas dos millones menos que en la campaña previa.
La soja, por su parte, tiene el horizonte más claro. Es que la sequía afecta menos al cultivo pero, además, tiene una ventana de siembra que se extiende hasta entrado enero, por lo que se espera que la producción llegue a 48 Mt, seis millones más que la temporada anterior, cuando el clima le jugó una mala pasada.
En paralelo, muchos productores que en principio iban a hacer trigo o maíz están pensando en sembrar soja, para minimizar las pérdidas, en una campaña por demás exigente para el agro argentino.