Todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de Piazzolla. No es necesario ser un fanático de la música o un especialista en tango. La sola mención de su nombre refiere a un sonido, a una forma de expresarse, pero también a una convicción y una postura ante la adversidad. Al mismo tiempo, existen múltiples Astor Piazzolla. El músculo creativo del genial bandoneonista y compositor hizo de su obra un camino de refundaciones recurrentes. ¿Su orquesta típica, el octeto, el noneto, el conjunto electrónico, el primer quinteto, el segundo, el sexteto? Cada cual podrá elegir su o sus formaciones favoritas y ninguna lo defraudará porque cada una de ellas funcionaba como una declaración estética concluyente.
Lo mismo sucedía con sus presentaciones en vivo. El flamante vinilo que acompaña el libro Momentos –escrito por María Seoane y Víctor Hugo Morales– da testimonio del mítico show del 19 de mayo de 1970 en el teatro Regina. Aquella noche, Piazzolla comandó un quinteto en estado de gracia que completaban Cacho Tirao (guitarra), Antonio Agri (violín), Kicho Díaz (contrabajo) y Osvaldo Manzi (piano). En esa jornada estrenaron “Las cuatro estaciones porteñas” (“Verano porteño”, “Primavera porteña”, “Invierno porteño”, “Otoño porteño”), a las que se sumaron versiones inolvidables de “Buenos Aires hora cero”, “Retrato de Alfredo Gobbi”, “Revolucionario” y “Kicho”.
“Siempre pensé en la frialdad y nerviosismo de los estudios de grabación, nunca nos hemos sentido comunicados, jamás hemos grabado un solo tema de primera intención, a veces he tardado horas en grabar un solo título”, confesaba Piazzolla en el texto que incluye esta edición, reivindicando el valor y voltaje de sus presentaciones en vivo.
Es tan perceptible la precisión y expresividad con la que se movía el quinteto que, después de concluido el show, el propio bandoneonista compartió con sus músicos una sentencia inapelable: “Ahora me puedo morir tranquilo”. Aquella música eterna, repleta de magia y misterio, ya está al alcance de una bandeja.