Víctor Hugo Morales acompañó e interpretó como nadie la esencia maradoniana. Con los años construyeron una amistad basada en el respeto y la admiración mutua.
Diego escribió sus páginas más gloriosas en el Estadio Azteca. Allí se consagró campeón del mundo y el mejor futbolista del planeta. Luego llegarían la inolvidable épica de Italia 90 y el sueño que terminó en el naufragio del “me cortaron las...
Campeón en el 86, compartió ese y dos mundiales más con Maradona. También jugó en Racing, River y Boca. Desde Saladillo, el Vasco Olarticoechea recuerda al Diez desde adentro, con cariño y con orgullo.
Cuando Diego decidió ir al Napoli, asumió un desafío imposible: ningún equipo del sur había ganado una liga italiana en toda la historia. Allí encontró su segundo hogar, conquistó cinco títulos y transformó la pasión de los tifosi en religión.
Diego fue mucho más que un gran jugador de fútbol. Aun en las mieles del éxito, representó los valores de los naides. Por eso su historia no termina con su muerte.
Una alarma en la ostentosa costa uruguaya finalizó en un profundo tratamiento en la isla de Fidel. Años difíciles en la salud del Diez, recordados por Alfredo Cahe.