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Caras y Caretas

           

“La Corte actual es un engendro, un mamarracho”

Avances y retrocesos de una Corte Suprema de Justicia que cumplió 160 años. El abogado José Manuel Ubeira analiza la línea del tiempo del máximo tribunal.

El doctor José Manuel Ubeira, uno de los representantes de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, reflexiona acerca de la conformación histórica de la Corte Suprema de Justicia, se posiciona sobre la cantidad de miembros que la conforman, describe los períodos históricos más oscuros y cuestiona el rol de operador político actual. A su vez, elogia al máximo tribunal del período de gobierno de Néstor Kirchner y asegura que el presidente Alberto Fernández “fracasó” en las cuestiones judiciales.

–¿Qué queda en pie de aquella Corte diseñada hace 160 años?

–Primero, hay que desmitificar a la Corte. Uno de sus primeros presidentes fue Del Carril, uno de los seres más abyectos de la Argentina: le intentó vender una causa penal a Lavalle para fusilar a Dorrego. Bartolomé Mitre lo puso al frente, por lo tanto, la Corte Suprema argentina ya nació mal. Después vino el golpe del 30, y eso fue un antes y un después en el país. Desde allí se mantuvo la falta de seguridad jurídica desde lo que significan las instituciones, y la Corte no dejó de ser un emergente de ese quilombo.

–Pasó casi un siglo de eso, ¿nada cambió en el pasado reciente?

–Es que después, en la época contemporánea, llegaron Carlos Menem y su Corte. Eso fue un verdadero parteaguas. Él descubrió que con docejueces en primera instancia federales y asegurada la Corte, las Cámaras no importaban. Si había que tomar una decisión recurría al per saltum y excluyó al parlamento de la discusión política. Llevó la discusión política a Tribunales. A partir de ese momento, Menem envenenó el agua, porque del sistema judicial beben la gacela y el león, y si envenenás la fuente jodiste el sistema. De esa creación de “mayoría automática” de Menem es muy difícil volver. La Corte se transformó en un órgano de poder, en un partido político.

–¿En alguna etapa se sintió representado por alguna de las Cortes conformadas?

–Creo que hubo grandes miembros: Héctor Masnatta, Enrique Petracchi, una mente jurídica como la de Augusto Belluscio, más allá de las diferencias. Después tuvimos una gran Corte, que fue la del gobierno de Néstor Kirchner; extraordinariamente buena, hasta trató de estabilizar las instituciones del país. Con Carmen Argibay, Eugenio Zaffaroni, el propio Lorenzetti. Incluso Fayt, con el que uno podía estar de acuerdo o no, pero era un juez muy sólido. Ahí parecía que se restituía la institucionalidad, pero con el macrismo todo esto se extinguió. Esta de ahora es un engendro, un mamarracho.

–Mucho se discutió sobre la cantidad de miembros, ¿qué posición tiene al respecto?

–Nosotros tenemos un sistema federal copiado de Estados Unidos, allí históricamente fueron nueve los miembros. Es poco concebible que haya una Corte de cinco miembros, yo creo que tienen que ser nueve. Abogo por una Corte plural. A veces discuto con Zaffaroni si debiera haber una estructura de salas. Así tendríamos juristas especialistas en determinadas áreas. Porque el derecho abarca desde antes que uno nace hasta después que uno se muere; por ende, el derecho contempla todo y no existe un todólogo jurídico que sepa de todo. El trabajo real de la Corte Suprema lo hacen los secretarios letrados; los ministros le dan el impulso político y la orientación que le quieren dar a los votos, pero eso no alcanza. Tiene que haber una Corte federal, con juristas de distintos lugares del país y par y paso entre mujeres y hombres.

–¿Por qué es tan difícil avanzar en estas modificaciones que se proponen desde hace tantos años? ¿Solo es falta de voluntad política?

–Porque es difícil desmembrar una institución de un pensamiento concreto en cuanto a cómo se ve la institucionalidad de un país. Por otro lado, en líneas generales, las cortes representan los pensamientos más conservadores de una sociedad, no me refiero solo a la Argentina. En Estados Unidos le hizo la vida imposible a Franklin Roosevelt cuando intentó implantar el New Deal. El derecho en sí mismo tiende a conservar, y la política tiende a crear; ahora, cuando el conservadurismo se transforma en un brazo político, automáticamente pasa a operar como un partido político, que es lo que está ocurriendo ahora.

–Hace poco declaró que esta es una Corte Suprema obtusa.

–Mirá, de todos los períodos de la historia, esta Corte quizá sea la peor por muchos motivos. Primero, hay que recordar que dos de sus ministros fueron nombrados por decreto, y aunque después fueron convalidados por el Senado, al pecado original no lo podés borrar. Arrancamos mal. Después, el 2×1 fue una catástrofe. En un país donde los derechos humanos son una bandera nacional, que una Corte intente meter mano en el asunto es descalificante. Al tiempo tuvieron que pegar una marcha atrás escandalosa. Posteriormente, se metieron en la pandemia y sin convocar a un solo especialista en infectología decidieron que los chicos volvieran a la escuela en la Ciudad, eso es una invasión a las decisiones políticas del Poder Ejecutivo.

–También se cuestiona el posicionamiento sobre la coparticipación.

–Bueno, el tema de la coparticipación es claramente una intervención en asuntos que deben manejarse entre la Nación y las provincias. Y, hace poco, metieron la nariz en las elecciones provinciales, eso directamente es no saber derecho constitucional. Por esos motivos y por más.

–Quedan pocos meses de la gestión actual. ¿Creyó que se podría haber avanzado en cuestiones como reforma judicial o la ampliación de miembros de la Corte?

–Yo fui sumamente crítico de este gobierno. Si hay un déficit catastrófico en la presidencia de Alberto Fernández fue el manejo de la cuestión judicial. No supieron, no pudieron o no tuvieron la habilidad para llevar adelante este tipo de cuestiones. Desde ese lugar, en la cuestión judicial, el Presidente fracasó. Se perdió un tiempo enorme con la primera ministra de Justicia. Era contradictorio lo que decía Alberto: cada vez que inauguraba las sesiones en el Congreso, hablaba de los sótanos de la democracia, de la reforma judicial, de los jueces prevaricantes, y todo terminó en papel mojado. Finalmente, con este esquema, solo se logró una cosa: por primera vez en la historia, una vicepresidenta de la Nación en ejercicio de sus funciones fue condenada. Nada puede ser rescatado de la acción de la Justicia en este período; incluso está más agresiva y violenta que en la época de Macri.

Escrito por
Damián Fresolone
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