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Playa Girón y el recuerdo de una operación heroica

Miliciano celebran tras derrotar el intento de invasión en Plya Girón, Cuba.

“En Playa Girón se está llevando a cabo un desembarco. ¡Despeguen y lleguen allá al amanecer! Hundan los barcos que transportan las tropas y no los dejen ir. ¡Hundan los barcos!” Es la voz del Comandante Fidel Castro, de 34 años, líder de la Revolución Cuba, en las primeras horas del lunes 17 de abril de 1961.

El brutal plan de invasión de Estados Unidos a Cuba había sido concebido mucho antes. El ex presidente Dwight Eisenhower fue el primero en decidir la destrucción de la Revolución Cubana y, en marzo de 1960, la CIA ya tenía redactado un plan secreto titulado “Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro” en el que se admitía: “La mayoría de los cubanos apoyan a Castro y no hay una oposición política efectiva. El objetivo es provocar el desengaño y el desaliento del pueblo mediante penuria económica, negándole todo suministro hasta provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

El esquema inicial –diseñado por uno de los jerarcas de la CIA, Richard Bissell– contemplaba un asalto aplastante a la isla. No obstante, cuando el 20 de enero de 1961 asumió la presidencia, John F. Kennedy ordenó modificar ese plan ya que entendía que con un ataque de semejante magnitud iba a resultar imposible negar la participación estadounidense.

Nada nuevo bajo el sol. En marzo de 1961, el proyecto estaba listo. Primero, bombardear puntos específicos para destruir la Fuerza Aérea Cubana y pistas de aterrizaje. Segundo, desembarcar en Playa Girón (la CIA, según documentos desclasificados en 1998, había entrenado a unos 1.400 hombres entre mercenarios y anticastristas, en bases estadounidenses de Panamá, Guatemala y Nicaragua con ese fin). Por último, tres días después, llegaría desde Miami José Miró Cardona (el Juan Guaidó de la época), quien se autoproclamaría presidente de Cuba. Estaba previsto que Kennedy y varios de sus pares latinoamericanos lo reconocieran inmediatamente como gobierno legítimo de Cuba y Miró Cardona reclamaría formalmente la ayuda militar de EE.UU.

Sin embargo, algo salió mal.

PEQUEÑA CUBA INMENSA

La madrugada del 15 de abril, ocho aviones ploteados con banderas cubanas en el fuselaje bombardearon tres bases aéreas de la isla. Fidel contó en una de sus “Reflexiones” que, previendo un ataque, había ordenado no estacionar los aviones uno al lado del otro, de forma de reducir la posibilidad de destrucción. Y en efecto, el éxito de ese bombardeo fue magro.

La prensa hegemónica, por supuesto, mintió. Los cables de la agencia AP fechados aquel 15 de abril, por ejemplo, aseguraban que las “bases en la isla habían sido atacadas por aviones de cubanos que quería desertar del régimen de Castro e iniciar un movimiento de liberación del comunismo”. Y se replicaba por todos los medios radiales y escritos del mundo las declaraciones de Miró Cardona desde Miami quien, con las valijas preparadas para ir a Cuba, hablaba de “un golpe heroico a favor de la libertad cubana”.

Al día siguiente, domingo 16 de abril, Fidel Castro proclamó por primera vez el carácter socialista de la Revolución Cubana.

En la madrugada del 17 de abril se inició el desembarco en Playa Girón, una zona de ciénagas intransitables que, de tener éxito la invasión, habría sido de difícil recuperación para el ejército cubano. Esa era la razón por la que Fidel insistía: “¡Hundan los barcos!”.

El recuerdo de aquellas horas épicas por parte de uno de los pilotos, Enrique Carreras Rolás, en aquel momento un joven capitán de 38 años de la Fuerza Aérea Cubana, es conmovedor.

“Cuando me dijeron que era un desembarco supuse que eran algunos buques. No podía imaginar ni remotamente lo que me esperaba en Bahía de Cochinos. Cuando los vi, creí que soñaba, que era un documental de la Segunda Guerra Mundial. Pensé que estaba viendo un desembarco en Normandía en pequeña escala. Nosotros teníamos sólo tres aviones y cerca de Playa Girón había siete u ocho naves grandes, un número indeterminado de lanchones y lanchas de desembarco en pleno ajetreo. Había una fragata de guerra. Entonces escogí la primera presa: el buque “Houston”, de ocho mil toneladas, repleto de tropas y suministros bélicos. Afiné la puntería, bajé en picada y descargué cuatro cohetes. Les puedo asegurar que fue una acción kamikaze. Yo no sabía lo que era una guerra y confieso que me llenó de sorpresa ver que había hecho blanco en la popa del “Houston”. Más tarde, cuando retorné a la base, quería contarle a todo el mundo lo ocurrido, pero estaba tan excitado que me hacía un amasijo con las explicaciones.”

Con el ataque al “Houston”, Carreras dejó fuera de combate a un batallón completo de mercenarios. Más tarde, cuando recargó su bombardero y volvió a Playa Girón, atacó y dio en el centro al buque “Río Escondido”. Su flota completa se dio a la fuga. “Pensé que el comandante Fidel Castro debía estar complacido. Carreras no le había fallado”, comentó, hablando de sí mismo en tercera persona, muchos años después, cuando ya era general.

El miércoles 19 de abril, la fuerza invasora empezó a retroceder y muchos se rindieron. La operación terminó con el aplastante triunfo de David sobre Goliath. Meses después, Kennedy solicitó la liberación de los invasores capturados por los cubanos. Castro aceptó a cambio de 53 millones de dólares en comida y vacunas para niños.

Fidel Castro comanda las operaciones arriba de un tanque de guerra.

LA MAGIA DE LA REVOLUCIÓN

Como muchas otras veces durante la Revolución Cubana, en la victoria de Playa Girón hubo hechos extraordinarios. Uno de ellos lo cuenta Gabriel García Márquez en su artículo “Rodolfo Walsh, el escritor que se adelantó a la CIA”. Según el colombiano, un día de 1960 llegó por error a la oficina de La Habana del argentino Jorge Ricardo Masetti, entonces director de la agencia de noticias cubana Prensa Latina, un rollo de teletipo de la Tropical Cable de Guatemala. El texto era incomprensible y Rodolfo Walsh, que era el jefe de Servicios Especiales de la agencia, se empeñó en decodificarlo.

El teletipo resultó ser un cable cifrado escrito por un jefe de la CIA ubicado en Guatemala y contaba el entrenamiento de mercenarios para una futura invasión a Cuba. Inmediatamente se lo comunicaron a Fidel Castro y, aunque era un notición, el comandante pidió mantener el secreto. Si había invasión, el factor sorpresa había desaparecido.

Como es sabido, el asedio del imperio contra Cuba nunca terminó. Al bloqueo económico que aún persiste se le sumaron todo tipo de sabotajes y operaciones encubiertas, introducción de virus y plagas; centenares de ataques y hasta 638 tentativas fallidas para asesinar a Fidel Castro.

Sobre todo después del fracaso de Bahía de Cochinos, nuestra región fue permanentemente presionada por la Casa Blanca para demonizar a Cuba e, incluso, intervenir colectivamente contra ella, algo muy similar a lo que Washington pretende hoy contra el gobierno venezolano de Nicolás Maduro.

El politólogo francés Alain Rouquié, en su libro Poder militar y sociedad política en la Argentina (Emecé), da muy buenos datos sobre la intromisión de los embajadores estadounidenses en nuestros países, en los años 60. Según Rouquié, el acoso llegó a tal punto que Brasil y la Argentina tuvieron que pedirle a Kennedy que retirara a sus representantes: Roy Rubottom en el caso del gobierno de Arturo Frondizi, y John Moors Cabot (que había estado antes en la Argentina y participado activamente en el derrocamiento de Juan Domingo Perón) en el caso del brasileño Jânio Quadros. Vale la pena recordar que ni Frondizi ni Quadros (ni su sucesor João Goulart) terminaron sus mandatos democráticos.

Y acá estamos: a pesar de todo, Cuba no sólo venció aquel ataque sorpresa en Playa Girón, sino todos los embates de un país de dimensiones militares ciclópeas y poder de presión a nivel global. Su revolución sigue haciendo frente a los desafíos y hoy sabemos que, cuando la ocasión se presenta, como en el caso de la pandemia de covid-19, el gobierno socialista demuestra al mundo lo que es capaz de hacer un pueblo que no vende su dignidad y está dispuesto a luchar por sí mismo.

Como dijo orgullosamente Fidel hace sesenta años: “Por algo somos uno de los pueblos que más ha aprendido en menos tiempo en la historia del mundo”.

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