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“La sensación era que se venía el triunfo, que podíamos ganar”

Jorge Taiana tiene unos diez años y está de la mano de su papá –médico personal de Perón y ministro de Educación durante su último gobierno– frente a lo que, en su momento, fue la cárcel de Las Heras, en Palermo. Están participando de un homenaje a Juan José Valle, fusilado allí en 1956. La policía llega para reprimir a mansalva. Ese es uno de los primeros recuerdos políticos que tiene el actual ministro de Defensa. Su rol protagónico en la militancia juvenil, sin embargo, comenzó varios años después. En 1968 egresó del Colegio Nacional de Buenos Aires, y si bien su primer deseo fue estudiar Ingeniería Química, el mundo estaba cambiando y el joven Taiana también. El Mayo francés, el asesinato de Martin Luther King y la guerra de Vietnam hicieron que, en tan solo cuatro meses, Taiana cambiara de idea y se anotara en la carrera de Sociología de la UBA. En el 72, con 22 años, ya casi estaba por terminar sus estudios, pero fue preso por participar de la organización del Merlazo, uno de los tantos actos que hubo ese año con el objetivo de unificar a los grupos juveniles, un proceso que culminó con la consigna del “Luche y Vuelve”, para el regreso de Perón. Después de unos días en prisión, pudo salir y recibirse. Años más tarde, y tras una campaña que recuerda con mucha emoción, Perón volvió al país y, en marzo del 73, Héctor Cámpora ganó la presidencia. En ese momento, Taiana ocupó su primer cargo público. Fue secretario privado de su padre, ministro e Educación durante el gobierno del Tío.

–¿Qué importancia tuvo la JP durante esos años? ¿Cómo se organizaron?

–La sensación era que, luego de 18 años de proscripción, venía la culminación de un largo proceso y nos sentíamos protagonistas de eso. En el 72 hubo tres movilizaciones que marcaron el año para los jóvenes. La primera fue un acto en Ensenada, en febrero, donde se planteó por primera vez la unidad de los distintos grupos. La segunda fue el Merlazo, el 10 de mayo del 72, al que asistieron más de seis mil personas. Eso nos mostró que había proyección de futuro. Luego, en junio, se hizo un recordatorio de los
fusilamientos del general Valle en la federación de la UOM. Ahí fueron todos: lo que luego sería la Tendencia, los grupos de jóvenes vinculados a las organizaciones armadas, los estudiantiles, Guardia de Hierro, y se planteó la unidad y la consigna básica: “Luche y Vuelve”.

–¿Usted dónde militaba? ¿Cuántos años tenía?

–En La Matanza. Teníamos un ateneo de estudios sociales que funcionaba en la sede de la UOM, la única opositora al vandorismo. Tenía 22 años y estaba terminando mi carrera, pero como me metieron preso en el Merlazo, me recibí en agosto. Nos procesó el Camarón, un tribunal ilegal que había creado la dictadura. Lo interesante de esa época era que desde el ateneo hicimos una coordinadora y empezamos a hacer reuniones de juventud a las que llegaba gente de todos lados. Fue un año dramático por la masacre de Trelew. Después se produjo el hecho extraordinario del regreso de Perón.

–¿Cómo llegó Cámpora a ser el candidato?

–El pase importante es cuando Perón decide reemplazar a Jorge Paladino, que era el anterior delegado. El General bromeaba y decía: “Yo no sé si Paladino es delegado de Perón ante Lanusse o de Lanusse ante Perón”, porque era muy conciliador con el Gran Acuerdo Nacional. Perón decide reemplazarlo y nombra a Cámpora como sinónimo de lealtad.
–¿Lo conocía personalmente? ¿Cómo era?
–Lo conocía porque era amigo de mi papá. Yo era chico y militaba en otro lado porque me parecía que militar en esos grandes centros de la superestructura política era menos valioso que hacerlo con las bases, pero lo vi muchas veces. Primero en la casa de la calle Melo y después en la de la calle Libertad. Acompañaba a mi padre. Era un hombre muy educado, encantador, de jornadas largas. Cuando Perón se fue y anunció la elección del candidato, era lo más razonable y lo que más lo tranquilizaba.

–Cámpora era el candidato de la JP, y Antonio Cafiero, el del sindicalismo. ¿Qué sintieron cuando se enteraron de que el candidato sería él?

–Se sabía que Cafiero era un hombre más cercano al sindicalismo tradicional. Había presidido la jornada de la CGT en el 64, era el economista más destacado del momento, pero eran versiones subterráneas, no como ahora que sale todo en los diarios. Todos sabían que el que iba a elegir era Perón y nadie discutía eso. Cámpora era más cercano a los jóvenes y eso se ve en algunas de las candidaturas que se logra imponer en las listas: diputados, gobernadores. Representaba a la corriente del peronismo combativo, y ese sector tuvo un peso más notable de lo que hubiera tenido si era otro el candidato.

–¿Cómo fue esa campaña? ¿Qué rol tuvo la JP?

–La recuerdo con una alegría enorme. Los recursos eran escasos, pero el entusiasmo de la gente era fenomenal. Uno hacía una charla y en vez de cincuenta personas aparecían cuatro cientas. En esa campaña surgió el apodo de “el Tío”, que se lo puso el sobrino, Pedro Cámpora, militante de la JUP –luego abogado laboralista y el papá de Lucía Cámpora, la legisladora–. Todos le empezamos a decir así porque era una persona cercana, que ocupaba el lugar del padre que no estaba, que era Perón. En esa época
todavía estaban las cintas del General. Él las mandaba y una de las tareas de los jóvenes era reproducirlas en grabadores portátiles. Daba mensajes dirigidos al votante. Por ejemplo, decía: “El día de la elección levántese temprano, no se olvide el documento, y si en la fábrica el patrón le pregunta por quién va a votar y le pide que vote por la contra, usted dígale que va a votar por la contra, pero vote por nosotros”. A los militantes nos ordenaba: “Trabajen, esfuércense, salgan temprano”. Daba consejos prácticos. Perón estaba presente y conducía. Yo vivía todo de cerca porque mi papá era uno de los miembros de la conducción de la campaña. Hacía campaña de barrio, pero también sabía las cosas que se hacían a nivel de la conducción. No cambiaba ese lugar por nada del mundo. La sensación era que se venía el triunfo, que podíamos ganar.

–¿Cómo evalúa el gobierno de Cámpora? Su figura es conocida por su lealtad, pero además, ¿considera que tuvo una buena gestión?

–A mi papá lo nombraron ministro de Educación y yo era su secretario privado. Desde esa cartera se hicieron dos grandes cosas: la intervención a las universidades y la preparación de una ley universitaria, que salió aprobada a comienzos del 74, y una gran campaña de alfabetización para adultos que se llamó Crear. Para eso trajimos a Paulo Freire, que estaba exiliado en Ginebra, y todo se hizo bajo su orientación pedagógica. Muchos adultos recuperaron la capacidad de lectura. En lo económico estaba Gelbard, que hizo el Pacto Social: un acuerdo entre empresarios y trabajadores que dio un período de estabilidad y crecimiento. Desde octubre del 73 explotó el mundo con la crisis del petróleo, y toda la situación se puso más compleja.

–En junio del 73 ocurre la masacre de Ezeiza. ¿Usted estaba ahí? ¿Qué significó?

-Sí. Fue la movilización más grande que vi en mi vida. Recuerdo que empezamos a escuchar ruido y los compañeros contaban que estaban tirando desde el palco, que Perón iba a bajar en Morón. Luego recuerdo el retorno a pie y ver a decenas de miles de personas que lo hacían en silencio. Un silencio atronador. En esa ente había una sensación de tristeza, angustia y derrota. Cuando desde el palco los sectores de la ultraderecha peronista tirotearon a la juventud, lo que produjeron fue un quiebre en ese proceso de avance popular. Fue un punto de inflexión. Después de tanta ilusión, algo se empezaba a romper.

–Su padre siguió siendo ministro hasta la muerte de Perón. ¿Usted cuándo dejó el gobierno?

–En julio, después de la muerte de Perón, mi padre decide quedarse. Pero pocos días después, en agosto, cuando se ve que sigue la influencia de López Rega, renuncia. A mí me declaran prescindible a fines del 74. Comenzaba otra etapa.

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