El auto avanzaba por la pista mojada del aeropuerto de Ezeiza. Juan Perón miraba a través del vidrio por el que se deslizaban las gotas de la lluvia. Si giraba la cabeza, podía ver alejarse el DC-8 de cuatro motores de la compañía Alitalia que lo había traído a la Argentina después de 17 años de proscripción y exilio. Entonces vio a un grupo de trescientos militantes peronistas parados detrás de la reja que rodeaba el perímetro de la pista. Le habían informado que la pretensión del gobierno militar era que fuera desde el avión hasta el hotel del aeropuerto sin detenerse.
Siguió con la mirada una gota que se deslizó por el vidrio y fue creciendo al fundirse con otras, como se mueve tantas veces la historia. “Pare, hombre, pare”, le dijo al chofer. El auto se detuvo. Luego nació una imagen inmortal: Perón levantando los brazos para saludar a los militantes; José Ignacio Rucci, parado junto a él, sosteniendo un paraguas negro.
Había un joven de 27 años junto a Rucci. Vestía traje claro, usaba peinado con raya al costado y se tomaba la barbilla con dos dedos mientras miraba atento la situación. Era Juan Manuel Abal Medina, secretario general del movimiento peronista y protagonista central del operativo Retorno que había traído a Perón desde Europa.
Abal Medina, se sabe, es un pasajero de la historia; que además acaba de lanzar su libro Conocer a Perón. Destierro y regreso (Planeta). Es un protagonista central de momentos clave; un testigo inigualable, que repasa en esta entrevista ese 17 de noviembre de 1972.
–¿Cómo era el contexto político previo al regreso de Perón?
–Me ubicaría en la situación de la llamada Revolución Argentina. Había un debilitamiento del peronismo frente a un poder militar que aspiraba a una alianza con sectores sindicales. El General, luego de haber probado el camino electoral a lo largo de esos años sin obtener resultados, porque todo lo que se ganaba era anulado y provocaba un golpe, dijo la famosa frase “Vamos a desensillar hasta que aclare”. En 1969, esa paz aparente de la Revolución Argentina se quebró con el Cordobazo. Fue una protesta que por primera vez no tenía como protagonista central al peronismo. Los levantamientos en las plantas de Córdoba y luego en Rosario fueron encarnados por el sindicalismo clasista, por llamarlo de alguna forma.
–Luego hay un giro.
–En 1970 hay algo que marca un cambio. El General comenzó a mover los hilos para hacer avanzar al movimiento hacia el poder. Se producen tres episodios. Uno fue el comienzo de conversaciones entre todos los partidos, que desembocará en “La hora del pueblo” (N. de la R.: un documento multipartidario firmado en noviembre para exigirle una salida electoral a la dictadura de Lanusse). El peronismo, por primera vez desde 1955, está en pie de igualdad con las otras fuerzas políticas, especialmente con el radicalismo. Había algunos antecedentes de este proceso, como el viaje a Madrid del dirigente radical Facundo Suárez, que visitó a Perón años antes.
–¿Usted participaba en estas acciones previas?
–Tenía conocimiento porque algunas se realizaban en el Círculo del Plata y yo había sido uno de los fundadores. Las dos reuniones que se hicieron en el Círculo fueron para buscar coincidencias sobre cómo debería ser la salida económica y social de la dictadura. Todo eso desembocaría en “La hora del pueblo”.
–¿Qué ocurría en el plano sindical?
–En el 70 llega a la conducción de la CGT un peronista ortodoxo, jugado a fondo con el General, que es José Ignacio Rucci. Y el tercer episodio es lo que Perón llamaba “el levantamiento montonero”, que recuperó el protagonismo central de la lucha violenta contra el gobierno autoritario. Este conjunto de hechos fue cambiando el escenario, con la conducción de Perón. El año 1971 tiene esa característica: Rucci se afianza en la CGT; la juventud peronista toma un gran dinamismo, con un liderazgo de Rodolfo Galimberti, que sin pertenecer a Montoneros toma esas consignas de endurecimiento, y se avanzó en la construcción de “La hora del pueblo”, exigiendo la salida democrática. A fines de 1971, estos movimientos incluyen la salida de Jorge Paladino y su reemplazo por Héctor Cámpora como delegado personal de Perón.
–Después usted sería nombrado secretario general del movimiento.
–Yo comienzo a tener una participación muy activa a principios de 1972. Fui secretario general del movimiento a fines de ese año, pero tenía tareas de ese tipo antes. En febrero-marzo de ese año nació el Frente Cívico de Liberación Nacional. En paralelo comenzó la redacción y negociación de los diez puntos que se acercarían al gobierno militar. Tomó un protagonismo central la figura de [José Ber] Gelbard. Él tenía una muy buena relación con el General pero también cercanía con Lanusse. Había intentos de lograr un regreso pactado con el gobierno. Lanusse quería ser candidato de una transición hacia una elección más abierta. Perón lo fue jaqueando y él quedó preso de sus propios compromisos. Estaba convencido de que Perón no iba a regresar, como pensaban también ciertos sectores del movimiento. En ese marco, el General mandó a preparar los pasos previos al viaje. Los partidarios de que el regreso fuera negociado con el gobierno fueron quedando en un callejón sin salida. El gobierno le exigía a Perón que condenara las organizaciones armadas y él no iba a tirar por la borda a un sector del movimiento. Así se fue acercando la fecha. Perón tenía pensado que debía ser antes de fin de año de 1972. Finalmente, se fijó el 17 de noviembre. Yo ya era secretario general del movimiento. Y en la conducción de este proceso estuvimos Cámpora, Rucci, Lorenzo Miguel, Galimberti (que tenía una participación más irregular) y yo.
LA LLEGADA
“Una vez que Perón aterrizó, el gobierno no sabía qué hacer. El mismo día, Lanusse se jugó primero para que Perón fuera a la Casa Rosada a entrevistarse con él. Después apostó a trasladarse a Ezeiza para hablar con el General. Gelbard estaba en esa negociación. Perón se mantuvo firme diciendo que lo primero que haría sería entrar en contacto con el pueblo, luego con sectores políticos y después se vería. Nunca se comprometió a un encuentro con el gobierno militar”, remarca Abal Medina.
–Pero había reuniones.
–Teníamos contactos informales. El encuentro principal fue la entrega del documento con los diez puntos que llevamos con Cámpora, Lorenzo Miguel, Rucci y otras personas, y que recibió el secretario general de la Junta. Cuando se había iniciado el vuelo, habíamos quedado acá, a cargo, Rucci, el hijo de Cámpora y yo. Tuvimos reuniones con los militares para tratar de garantizar que todo fuera en paz. Ante semejante situación, no hubo un herido grave. Es algo que recuerdo con orgullo porque tuvimos mucho que ver con que eso fuera así.
–¿No hubo intentos de desviar el avión?
–Sí, lo intentaron. Toda la noche del 16 estuvimos aislados en la CGT. Había una instrucción de Perón de que una indicación de Rucci y mía podía desviar el avión. Pero no vimos una situación que lo ameritara.
–Luego del aterrizaje había desconcierto en el gobierno de Lanusse.
–Así es. No sabían qué hacer. El General estaba en el hotel del aeropuerto. Primero vino a Ezeiza el general Tomás Sánchez de Bustamante. Luego el brigadier Ezequiel Martínez, que conservaba el hilo de las comunicaciones. Lo recibíamos Cámpora, Rucci, Lorenzo y yo. Perón había aterrizado a las 11.15 y recién a la 1 de la mañana del día siguiente dijeron que podría salir, cuando hubiera luz. Salió a las 6.15 del 18 de noviembre.
–Cuando finalmente pudo salir de Ezeiza, se trasladó a la residencia de Gaspar Campos, en Vicente López, donde estuvo 27 días. ¿Cómo fueron?
–La gente no lo dejaba descansar. Así que a veces había que apagar todo para que parara el bullicio. Hubo reuniones con distintos dirigentes políticos, incluido Balbín, con quien estuvo a solas y se dieron el histórico abrazo. El General estuvo en la UOM, en la CGT, fue a la Villa 31. Hubo reuniones con las distintas ramas del movimiento.
–Usted se reunió con él.
–Sí, todo el tiempo. Y tuve dos encuentros a solas, muy largos, con el tema de las candidaturas. En la primera le pasé un informe de cómo eran las situaciones locales, y en la segunda recibí sus instrucciones sobre quiénes serían los candidatos. Alguna vez escuché comentarios sobre gobernadores que puse yo. Eso no existió. Ni siquiera un diputado. Son comentarios que desconocen cómo funcionaban las cosas. Nosotros recibíamos instrucciones del General.
–En esos días se definió la candidatura de Cámpora.
–Esa instrucción me la dio el último día, antes de salir hacia Paraguay. Me dijo que lo postuláramos.