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Un osado artista total

Ilustración: Marcelo Marchese

Ilustración: Marcelo Marchese

“Recuérdame peleando de frente con la vida, o charlando en la plaza con algún jubilado, o adorando tu pelo, si llueve y caminamos. Simplemente, recuérdame, mi amor, que yo estaré contigo”, interpretaba Leonardo Favio en el tema “Anotaciones para Carola” (1973), lo que se construyó como una enumeración de recados y suplicios para su gran amor cuando físicamente la vida los separara.

La polifuncionalidad de un actor cultural, la mayoría de las veces, transforma el intento de triunfar en diversos campos artísticos en un derrotero fallido que demuestra, en el mejor de los casos, los dotes de dicho sujeto en una sola de las ramas. El concepto de “artista total” puede usarse con confianza sobre pocas personas; sin duda, Leonardo Favio es una de ellas. Para rememorarlo y revalorar su obra, nadie mejor que sus colegas. Iván Noble, Natalia Meta y Alejandro Venturini lo recuerdan.

El ex líder de los Caballeros de la Quema y actual solista, Iván Noble, encuentra su primer acercamiento a la obra de Favio de manera casi fortuita: “Fue a los diez u once años. Mis viejos no tenían todos sus discos ni mucho menos, pero ahí justamente está la clave. Fue un artista tan popular que terminaba sonando en todas las casas y uno conociendo sus temas. Eso pasaba con los grandes artistas populares de la época; quizá solo con Sandro, Palito y él”. Ya en la adolescencia, cuando comenzó a sentirse muy atraído por el cine, Noble disfrutó de Juan Moreira y recuerda el estreno de Gatica, el Mono.

“Para ser artista tiene que haber una mezcla de cosas. Por época, son muy pocos. Él, sin duda, lo fue. Como intérprete, como cineasta, se siente al olerlo. El tipo quedaba en carne viva con lo que hacía. Iba a lo hondo, a lo profundo de lo que buscaba, salía lastimado de ahí y mostraba esa lastimadura”, relata Iván, que asegura desconfiar de quienes se llaman artistas por el simple hecho de ejercer un oficio que involucra al arte. “La inmensa mayoría nunca lo somos”, cierra.

La productora, guionista y directora de Muerte en Buenos Aires (2014) y El prófugo (2021), Natalia Meta, llegó a la obra de Favio luego de escuchar a los escritores Daniel Guebel y Luis Chitarroni comentar el final de Juan Moreira hace muchos años, en un taller que dictaban. “Lo empecé a conocer gracias a la literatura”, sostiene Meta, quien asegura que fue el director de cine nacional más influyente en su carrera profesional: “Es ineludible, está por todas partes. Como me pasa a mí, les pasa a muchos. Uno intenta recibir esa influencia, estar cerca de Favio en cada paso”.

Quiere describirlo, descifrarlo, pero su diversidad y brillo polifacético lo hace complejo. “Definirlo es difícil. Se tomó el cine muy en serio y encaró lo más popular sin distanciarse nunca de lo que contaba. No les rehuyó al formalismo cinematográfico ni a los efectos que produce. Reivindicó lo popular y el melodrama, sin distanciarse. Eso es lo que más admiro. Se ven muchas reivindicaciones, pero con un fin meramente efectista. Favio siempre te convence de que está contando una historia con absoluta convicción, profundidad y sentimiento”, asegura Natalia.

También desde el cine, Alejandro Venturini, director del documental Favio. Crónica de un director (2015), encuentra su primer acercamiento a la obra del autor cuando su padre regresa emocionado del cine luego de ver Juan Moreira, la primera semana que se encontraba en cartel: “Me llamó mucho la atención, primero porque mi papá no era cinéfilo, y segundo, porque nunca lo recordé conmovido por ninguna película”. Luego, en su adolescencia, disfrutó de Crónica de un niño solo: “Me pareció impresionante técnicamente y, además, comprendí aquel comentario que mi papá me hizo en la niñez. La narración en la obra de Favio toca ese nervio argentino que permite que sus películas ocurran solo acá, un cine criollo y popular”.

“Osado” y “arriesgado” son palabras que se le presentan a Venturini para definirlo: “Usó todas las herramientas que tenía para componer, para escribir y para filmar, siempre pensando en quién veía, quién escuchaba y sin subestimar al que estaba del otro lado. Protegido por la ternura en su obra, arriesgó constantemente en todas sus producciones y siempre le salió bien”. El también productor sostiene que Favio puede analizarse como una tercera posición en el cine: uniendo lo autoral con el cine clásico, lo que sin duda produjo un estilo, un género en sí mismo que le valió el reconocimiento masivo.

ADMIRACIÓN TOTAL

Una escultura en la esquina de las calles Corrientes y Vera, en el barrio de Villa Crespo; un museo que lleva su nombre en Avellaneda, en el sur del conurbano bonaerense; un inmenso mural en su querido Luján de Cuyo, Mendoza, donde pasó su infancia, y la sala principal del histórico cine Gaumont reinaugurada como Leonardo Favio forman parte de un listado –afortunadamente extenso– de valoraciones materiales que se han hecho como homenaje al artista. Pero además, para mantenerlo presente, nada mejor que diversas producciones y reinterpretaciones para volver a poner su obra frente a las nuevas generaciones que, por desgracia, no han sido contemporáneas.

Allá por 2004, Iván Noble lanzaba su segundo disco solista, titulado Nadie sabe dónde, en el que dejaría grabado “Ella, ella ya me olvidó… yo la recuerdo ahora”: “El título son dos grandes frases que resumen la tragedia del desamor. Si uno pudiese olvidar simétricamente, no habría canciones de desencuentro”. Para grabarla, Noble le pidió autorización a Favio mediante el envío de un demo. A los diez días recibió una elogiosa carta manuscrita dándole casi una orden de grabación, más que una simple aprobación.

En el pasado mes de agosto, el ex cantante de los Caballeros también formó parte del homenaje que se realizó en el Centro Cultural Kirchner, junto a Luciana Jury, Dolores Solá, Chino Laborde y Sofía Viola, entre otros. Allí interpretó “Fuiste mía un verano”.

Por su parte, Alejandro Venturini, desde el cine documental, también se encarga de oxigenar la obra del artista. Favio. Crónica de un director surge por una entrevista realizada en 2009 que nunca llegó a ser publicada. Con ese documento, que se desarrolló como una clase magistral sobre el séptimo arte, Venturini logró desplegar un recorrido sobre la vida, la obra, las pasiones y el compromiso social y militante del artista.

“Favio tenía calle. Era un hombre humilde, sencillo, muy perceptivo y sensible. Eso lo tradujo a la perfección en su obra, era transparente”, relata el director del documental. En aquella entrevista que dio origen al film, Favio repitió varias veces una frase que pronuncian sus personajes de Aniceto y Gatica: “Todo es cuestión de ideología”. Esa frase a Venturini le sirvió para encontrar la secuencia justa del documental, pero más sirve para recordarlo -como le pidió a Carola- peleando de frente con la vida o charlando en la plaza con algún jubilado.

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