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JxC: una “nueva” interna que es la de siempre

Reunión interna de Juntos por el Cambio. Foto: NA

Las fábulas tienen una capacidad de síntesis que a veces disputa el espacio de la filosofía para ilustrar las características constantes de la condición humana. La de la rana y el escorpión es una de esas historias. Es la mejor para describir el aluvión que desató Elisa Carrió dentro de Juntos por el Cambio. Al igual que el escorpión en la fábula, la líder de la Coalición Cívica no pudo evitar la naturaleza con la que hace política hace al menos treinta años y clavó su aguijón en sus socios. Acusó a mansalva a todos los dirigentes de la coalición opositora que tuvieron sintonía política con el Frente Renovador. Y no ahora sino durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando el peronismo estaba dividido y el entonces presidente se recostaba en algunos sectores peronistas para aprobar las leyes en el Congreso.

Carrió hizo lo mismo que hacía para oponerse a Carlos Menem en la década de 1990, al kirchnerismo en la de los 2000, y en las internas que libró dentro de la UCR. Sus adversarios políticos siempre son sospechoos de algún delito y dejan de serlo cuando no son más un objetivo en su mira telescópica. Nada nuevo bajo el sol.

El trasfondo de la interna tampoco es una novedad. Como en un juego de TEG, algunos participantes han perdido territorios y otros los han ganado. Hay viejas alianzas que se rompieron y nuevas que surgieron. Todo esto recrea el mapa de amigos y adversarios, pero no los motivos que generan las tensiones de fondo.

La pata peronista

En las elecciones de 2017 el macrismo logró consolidarse y le dio rienda suelta, entre otras cosas, al autoritarismo judicial. Tras la contienda, distintos sectores de la coalición comenzaron a plantear la necesidad de expandir una “pata peronista”. Seis meses después de ese momento electoral, el peso se devaluó de modo abrupto. Se inició una crisis financiera que nunca se resolvió, a pesar del apoyo de la embajada de Estados Unidos, del súper préstamo del FMI y de los grupos económicos locales. La dinámica propia del modelo especulativo que Macri había instalado se devoraría su proyecto de reelección.

En ese contexto de crisis del segundo trimestre de 2018, la idea de “la pata peronista” reflotó. La impulsaron los sectores del establishment aliados de Cambiemos, Héctor Magnetto y Paolo Rocca, entre otros. La visión de AEA era que el gobierno debía ampliar su base de sustentación política. Y que eso le daría mayor gobernabilidad para insistir con el camino que estaba fracasando.

Es una añeja visión del establishment argentino que tiene dos caminos posibles. El primero: que el peronismo presente un candidato que no tenga demasiadas diferencias con el de JxC en el modelo de país. De ese modo se garantizaría la continuidad de ciertas políticas más allá de quién gane. La segunda: sumarle a JxC una pata del PJ y que el kirchnerismo se quede “solo” en estado puro. “Un gobierno del 70 por ciento”, sostenían los dirigentes de la coalición que compartían la estrategia en 2018.

Esa potencial base de sustentación, ¿podía evitar licuarse defendiendo un modelo económico que traía endeudamiento y más pobreza? Si todo el sistema político apoya un mismo modelo, ¿se garantiza su aplicación o termina llevándose puesta a la dirigencia en su conjunto? El 2001 argentino, el 2019 chileno y el proceso político que viven varios países europeos pueden dar algunas respuestas a estos interrogantes.
Pero la historia no conoce el modo subjuntivo. El punto es que la idea de ampliar JxC sumando referentes peronistas que simpaticen con el neoliberalismo lleva muchos años recorriendo las entrañas de la coalición. En 2018 Macri fue quien más se opuso. La idea de sumar un jefe de gabinete peronista le hacía pensar que ese giro quemaría la posibilidad de su reelección como un papel arrugado que se arroja a una chimenea encendida. Creía que la situación podía recuperarse y que él debería capitalizar el cambio del destino, y no algún “arribista” que llegase sobre el final.

La profundización de la crisis desembocó luego en que ninguno de los potenciales peronistas que podían sumarse, como Juan Manuel Urtubey, quisiera aceptarlo. El gobierno de Macri se había transformado en un Titanic al que ya no se podía salvar de chocar contra un iceberg. Y no había forma de usarlo como barco para llegar al destino de la presidencia.

Ahora, la idea de ampliar la pata peronista volvió a emerger, en parte impulsada por sectores del establishment. En la plana mayor de la coalición opositora cayó como un baldazo de agua helada la frase atribuida a Paolo Rocca que circuló en off the record en los medios de la derecha. El principal accionista de Techint habría dicho que JxC “no puede gobernar”. Detrás de esa definición, se reflotó la idea de ampliar la “base de sustentación política” para impulsar lo que quedó trunco durante el gobierno de Macri.

El ex presidente, al igual que Carrió, se opone. Forman parte del sector que considera que lo que se debe impulsar es la reedición de la dialéctica política que plasmó Jesús Rodríguez en un documento que circuló entre la dirigencia de la coalición antiperonista antes de las elecciones de 2015. El paper del fugaz ministro de Economía de Raúl Alfonsín sostenía que lo que había que plantear como conflicto político en la Argentina era la disputa entre el “bloque republicano” y el “bloque populista”. Esta forma de dividir el campo político permitía, entre otras cosas, sostener que el bloque populista tenía izquierda y derecha y el republicano también. Le asignaba a Cambiemos el sentido civilizatorio de dar a luz una democracia verdaderamente republicana. Y ese objetivo podía incluir corrientes de izquierda y derecha que confluyeran en el objetivo de la república. Lo que realmente ocurrió es conocido: se cooptó el Poder Judicial federal para perseguir y encarcelar a los adversarios del presidente. Se violaron los principios básicos del Estado de derecho.

Pero no se trata de la verdad sino de la forma en que la coalición antiperonista se ve a sí misma y quiere presentarse ante el electorado. Carrió y Macri –quizás inspirados por los resultados que hubo en 2015–creen que debe construirse el mismo discurso. Y por lo tanto hay que evitar mezclarse con la chusma populista. La pureza republicana necesita coherencia a la hora de armar alianzas. Los otros protagonistas de JxC no piensan lo mismo, pero el aguijón de Carrió volvió a funcionar para tratar de ordenar la interna.

Las tensiones dentro de JxC incluyen la incógnita sobre qué hacer con Javier Milei. El ex presidente lo quiere dentro de la coalición. Su apuesta es que, al sumarlo, Milei será un aliado del PRO en la interna con la UCR en una eventual PASO por la candidatura presidencial. El respaldo del diputado de extrema derecha garantizaría el triunfo del partido amarillo. En el radicalismo piensan algo similar y justamente por eso quieren que Milei no pueda cruzar la frontera y recibir el pasaporte cambiemita.

Correrán más aguas torrentosas bajo el puente. Varias fábulas cobrarán vida en la interna opositora.

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