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La búsqueda de la identidad de origen: el largo camino a casa

Carta para NN: “Llamé al médico y me dijo que lo buscara en el pabellón de mujeres del hospital Rivadavia. Fui sola. Allí me revisó. Se puso a escuchar los latidos de mi bebé… No hay latidos, me dice. No entendía nada. El feto está muerto, me dice. Pero, doctor, yo siento que se mueve. Te parece, me dice. Andá a tu casa. Traé ropa y buscás para internarte. Seguía sin entender, pero la inexperiencia pudo más. Me internaron, le dijeron a mi marido que se fuera porque hasta la noche no pasaría nada”.

Un informe del Observatorio de Derechos Humanos del Senado de la Nación publicado en 2016 estima en tres millones la cantidad de personas que desconocen su identidad de origen. El escenario se repite. Madres de condición humilde, primerizas, sin contención social y/o provenientes del interior eran captadas por una red de médicos y parteras y otros cómplices que organizaban la maniobra. En lugar de entregarles a sus bebés, les daban apenas la comunicación de que habían nacido muertos y que el hospital se encargaría de la ingrata tarea de cremación o entierro. El crimen continuaba con la entrega a familias con inconvenientes para tener hijos que los anotaban como propios. Las madres se quedaban, en el mejor de los casos, con un certificado de defunción y un gran vacío; los hijos, con una identidad sustituida.

Antes de mudarse a Chile, María del Carmen Puglia dejó a cada uno de sus tres hijos, ya adultos, una carta de despedida y una cuarta dirigida a “NN”. En ese momento, los tres hermanos se enteraron de que su madre buscaba a un hijo o hija que habría nacido en 1972, cuando ella tenía 17 años. Al leer y enterarse de que tenía otro hermano, Paula, la mayor, se sintió interpelada y continuó la búsqueda que había emprendido su madre.

Con el tiempo, y gracias a internet y las redes sociales, Paula fue descubriendo que no estaba sola. En Facebook existe gran cantidad de grupos de búsqueda integrados por madres e hijos separados en situaciones similares. Se anotó en varios. Luego decidió crear un grupo más específico: “Nacidos y Robados en el Hospital Rivadavia y Hospitales de CABA”. En poco tiempo se sumaron centenas de personas. Sus esfuerzos personales se volvieron una lucha colectiva.

Emprender la búsqueda

En junio de 2022, el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) cumplió 35 años de vida. El organismo, impulsado por Abuelas de Plaza de Mayo, en su empeño por encontrar a sus nietos apropiados, mantiene la información genética de familiares de personas desaparecidas por el accionar del terrorismo de estado durante la última dictadura militar. Es el primer lugar donde acuden la mayoría de los buscadores. Sin embargo, inmediatamente, se chocan con la realidad de que la información allí cargada es del árbol familiar de los desaparecidos. Sólo les sirve para descartar caminos de búsqueda.

Paula tiene sus fichas puestas en la información del ADN ancestral que se sube a bancos genéticos internacionales como My Heritage y Family Tree, que se compara con la de personas de todo el mundo. La ONG Nuestra Primera Página ofrece el servicio de enviar las muestras a Estados Unidos. Paula no logró averiguar aún quién es su hermano. En cambio, descubrió que su hermana menor tiene otro padre biológico.

Roxana también recurrió a Nuestra Primera Página. Se enteró de que tiene raíces aborígenes, europeas y también asiáticas. Su madre, empleada doméstica, fue a parir al hospital Rivadavia mientras su marido, colectivero, trabajaba. La partera le dijo que nació muerto, que era un espectáculo horrendo y que se ocuparían del cuerpo. Ni siquiera recibió un certificado de defunción. Cuarenta años después, Roxana le sugirió a su madre: “¿Y si te lo robaron?”.

Cinco años después de la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, en 1992, nació la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI). Desde 2001, la ley 25.457 otorga a este organismo la responsabilidad de garantizar el cumplimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño en lo referente al derecho a la identidad. Desde 2021, esta estructura funciona bajo el Programa Nacional sobre el Derecho a la Identidad Biológica que depende de la Secretaría de Derechos Humanos. Actualmente, la CoNaDI anuncia que está en un proceso de crecimiento para ampliar su capacidad de investigación e incluir todos los casos de personas que desconocen su identidad de origen. En estos días, Roxana se contactó vía correo electrónico. Está esperando que la citen para crear su legajo.

Un camino colectivo

Gisela Di Vincenzo es abogada y se hace llamar “Gisela de Búsquedas”. También está detrás de su identidad biológica. Ella va por una solución colectiva y judicial: que el BNDG abarque a la totalidad de los buscadores. Para eso armó y preside la organización Búsquedas Verdades Infinitas (Búsquedas), con 2.900 seguidores, y conduce el programa radial Derechos en Búsquedas. El jueves 22 de junio convocó a las víctimas a la puerta del Juzgado Federal Nº 10, en el microcentro porteño: “Todos tenemos una cita impostergable. Si buscás tu verdadera identidad biológica. Si fuiste mamá y te separaron de tu bebé al nacer. Si buscás a tu hermano/a. Por primera vez la Justicia va a escuchar nuestro reclamo a través de nuestro amparo colectivo nacional. Acompañanos. Digamos Presente. Para que los derechos humanos sean para todos”.

Gisela procura que la Justicia considere los robos de bebés como crímenes de lesa humanidad. De esta manera no prescribirían. Considera que el Estado es responsable y cómplice; que debe hacerse cargo de restituir la identidad de origen.

El día indicado, varios de los manifestantes se reúnen a desayunar en un bar cercano para reconocerse, organizarse, darse coraje. Silvia nació en 1958. Es la vicepresidenta de Búsquedas. Está sentada en un cómodo sillón de la confitería Exedra, a pasos del Obelisco y a la vuelta de la convocatoria a la presentación del amparo. Todo está listo para que el juez se encuentre con golpes de tambor, banderas y carteles alusivos y, ya dentro del recinto, reciba documentación de tres mil historias de vida.

Cuando Silvia, a los 50 años, fue a Moreno por su partida de nacimiento, las fichas, una a una, comenzaron a caer. La partera que la firmó era la esposa del comisario de Paso del Rey y había estado presa por abortos clandestinos y tráfico de bebés. Un bebé vendido como mercancía. Sus indagaciones la llevaron a concluir que sus padres eran impostores. ¿Cómo era posible que un padre militar y meticuloso hubiera esperado desde el 7, día de su nacimiento, hasta el 21 de marzo para anotarla en el Registro Civil? ¿Por qué razón una parturienta que vivía en Ramos Mejía se habría desplazado al distante Paso del Rey a las 4 de la mañana al iniciar el trabajo de parto?

Silvia, aún hoy, con las cartas sobre la mesa, se refiere a los apropiadores como sus padres. “Desde muy niña quise hermanos pero mi mamá me dijo que no podía porque tenía matriz infantil.” La madre nunca pudo explicar cómo la tuvo a ella.

“Mi caso está en la nada misma”, dice. Hubo, sí, una confirmación familiar por parte de una tía. Le dijo que tendría que estar agradecida porque su “madre” la fue a buscar. Silvia, en cambio, no deja de pensar en las madres a las que les robaron sus bebés; y en su verdadera mamá.

Arturo Marcelo Cionci trae la documentación de sus luchas legales a la confitería. Busca su identidad desde 2003. El padre apropiador, ya fallecido, tenía el mismo nombre y fue agente del Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE) durante la dictadura. Además, era muy amigo del también extinto Juan Carlos Colombo, gobernador de facto de la provincia de Formosa entre 1976 y 1981. Colombo fue condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad cometidos durante su gestión. La causa penal contra los apropiadores, ya muertos, y sus cómplices, tuvo diez años de instrucción y resultó condenado el único sobreviviente, Esteban Teixeira, como falso testigo.

Arturo, el que busca, posee dos partidas de nacimiento, ambas truchas. Según los papeles, figura que nació en diciembre de 1977 en la ciudad de Formosa, cuando su madre, Juana Coronel, tenía 50 años; pero también figura que nació en noviembre del mismo año en Bernal, provincia de Buenos Aires, de la misma madre, esta vez de 40. Juana rejuveneció diez años en pocos días. Nunca pidió licencia en el trabajo durante los meses del supuesto embarazo. Estas contradicciones impulsaron la sentencia condenatoria por apropiación y usurpación de identidad. Como esto sucedió en época de dictadura y fue perpetrado por autoridades del Estado que utilizaron su poder en un contexto de terrorismo de Estado, los delitos fueron considerados de lesa humanidad. Sin embargo, Arturo no pudo averiguar más sobre sus orígenes. Su examen de ADN en el BNDG dio negativo. “Al dar negativo, quedás solo”, se lamenta.

Llegando al juzgado se van sumando manifestantes. Se despliegan las banderas. Marcelo Gómez toca permanentemente un redoblante y anima a la multitud que acompaña desde la calle con carteles reclamando por la aparición de sus desconocidas madres y también de hijos sustraídos al nacer; dos formas de reclamo que se unifican y que se materializan en el amparo colectivo presentado por Búsquedas.

Su historia difiere de otras. La partida de nacimiento lo hizo nacer en 1970, en la ciudad correntina de Goya, junto con su “hermana melliza”. Si bien la madre apropiadora era enfermera y trabajaba en una clínica privada, lo tuvo en su casa. La hermandad no pudo desarrollarse. Marcelo tenía prohibido relacionarse con sus tres supuestos hermanos. A pesar de que cumplía años el mismo día que su melliza, únicamente se festejaba el de la niña. “Vos no necesitás, vos sos hombre, ¿cómo te voy a hacer cumpleaños a vos, cojudo?”, fue la explicación que recibió.

A los 7, lo mandaron a trabajar al negocio familiar. Un día fue su hermana y vio escondido un almanaque con una chica en bikini. Marcelo comentó: “A esa se la quieren coger todos acá”, repitiendo lo que escuchaba en el lugar. Al enterarse, el padre lo llevó a la casa, previa golpiza, y lo dejó atado de pies y manos a los extremos de su cama durante horas. No lo dejaron ir al baño y recibió insultos y amenazas. Hoy, al relatarlo, revive el dolor que alimenta su rebeldía. Marcelo buscó sus orígenes, pero las pistas falsas que le suministró su apropiadora lo condujeron a la frustración de un ADN fallido. Con cada toque de redoblante parece reclamar justicia.

Las leyes y lo que está por fuera

En la década del 70 la adopción sufrió un cambio sustancial. Se sancionó una ley (19.134) por la cual se pasó de un régimen de adopción simple (ley 13.252, de 1948) a uno de adopción plena. Hasta entonces, los padres biológicos mantenían el vínculo así como derechos y obligaciones respecto del niño. En cambio, con la adopción plena, el niño adoptado se volvía un miembro completo de la familia adoptante, ya que se borraban los lazos con la familia de origen y, una vez otorgada, era irrevocable.

Carla Villalta, doctora en Antropología e investigadora del Conicet, analiza los cambios de legislación en materia de adopción en la Argentina. Explica que era práctica habitual inscribir como propios en el registro civil a los niños en lugar de adoptarlos. Esa ley, de 1971, intentó facilitar la adopción y erradicar prácticas irregulares que incluían el tráfico de bebés. En el mismo año, se promulgó otra ley (12.216), que otorgó una amnistía general a quienes hubieran inscripto a niños como propios en el registro civil hasta ese año. Sucesivas leyes tendieron a ampliar las posibilidades de adopción y a velar por los derechos y el bienestar del niño adoptado. Sin embargo, adoptar sigue siendo un periplo lleno de obstáculos.

A Gabriela la vinieron a buscar desde Estados Unidos. Sus falsos progenitores habían hecho tratamientos de fertilidad en Suiza, sin éxito. Llevaban pocos años de matrimonio y eso les complicaba adoptar. Entonces, en 1970 su madre decidió embarazarse por decreto. Una tía abuela del lado paterno la entregó en un domicilio de Villa Crespo, y su abuela materna fue quien la recibió. Según su partida, nació un 29 de mayo. Quince días más tarde, aterrizó en Nueva York. A su hermano lo habían venido a buscar en circunstancias similares dos años antes.

Gabriela investiga todo. Averiguó quién había sido la partera y la “cucharita”, su ayudante. Las buscó y las encontró. Cuarenta años después, seguían vivas y activas. Fingió que quería abortar y logró reunirlas, pero no pudo obtener de ellas ninguna información.

Originalmente, Gabriela estuvo en Quiénes Somos, que recientemente se disolvió. Más tarde, como miembro de Raíz Natal, otro grupo de búsquedas, se acercó a la Secretaría de Derechos Humanos y consiguió que el entonces secretario, Eduardo Luis Duhalde, les ofreciera un lugar físico para reunirse, pero Raíz Natal no lo aceptó. Luego Gabriela se alejó de esta agrupación.

Hoy existen leyes de identidad de origen en Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, que instan al Estado a comprometerse y facilitar la búsqueda en esas provincias. Estas podrían permitir el acceso a documentación sobre nacimientos en los hospitales de esas provincias. Algunos buscadores sostienen que sirven de poco y nada; que las redes de complicidades abarcan todo el país; que tiene que haber un abordaje federal; que se tiene que abrir el BNDG.

Tal vez una nueva Ley de Identidad de Origen ayude. Un proyecto de ley nacional fue ingresado hace dos años, que modificaría la actual ley 26.584 obligando a ampliar el BNDG a todos los nacidos en la Argentina y asignando fondos para llevarlo a cabo; por ahora, este proyecto descansa.

El año pasado, Gabriela habló con Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo, para saber si ellas podían hacer algo. La respuesta fue: “Buscá, buscá, buscá”. Se enteró de Búsquedas. Primero investigó y luego decidió participar.

La importancia de documentar casos

La marcha tiene poca prensa, pero es filmada con detalle por una documentalista y su equipo. A Alejandra Perdomo la anotaron con ese nombre el 19 de abril de 1964; parto domiciliario. Su madre sustituidora era empleada administrativa del hospital Fernández, así que cree que, en realidad, nació allí. Siempre lo intuyó. Se sentía ajena, rara, diferente dentro de la familia. Sus compañeros de la escuela eran parecidos a sus padres. Ella no.

Investigó y supo que una chica de unos 19 años había ido a tenerla al hospital, pero que no podía hacerse cargo del bebé. Las compañeras de trabajo de la madre sabían que ella deseaba mucho tener hijos. Es todo lo que pudo averiguar.

En 2014 Alejandra estrenó Nacidos vivos: “Cuenta lo que me pasaba a mí en un relato colectivo. Esa cosa de no saber, de imaginar un montón de cosas y no tener respuesta. De ese documental participan muchas personas que están aquí esta mañana”.

Isabel Gradular no puede recurrir a la astrología como ayuda para su búsqueda. Ignora día y hora de su nacimiento. ¿Cómo confiar en una partida de nacimiento adulterada? La carta natal deberá esperar. Después de tomar fuerzas con un café con leche y medialunas en Exedra, prepara su bandera y cartel para manifestar el apoyo al amparo. Búsquedas cortó la calle Paraguay al 900 para ganar visibilidad.

La madre “apropiadora”, primeriza, de Isabel habría dado a luz a los 51 años un 8 de junio de 1985 en Capital Federal. Siempre se sintió la oveja negra de la familia. Sus opiniones diferían de las de sus padres. A los 20 cayó el velo: se discutía en familia la herencia de un tío. Ella participaba activamente hasta que una prima, en desacuerdo con Isabel, decidió pronunciar dos palabras que cambiaron su vida: “Sos adoptada”. Entonces, decidió acudir a Abuelas, pero no obtuvo ninguna respuesta, ya que el calendario marcaba la imposibilidad de que fuera hija de desaparecidos.

Luego de ver Nacidos vivos, Isabel encontró el impulso para avanzar en su historia. Hace dos años, la mamá de crianza, como la denomina Isabel, le contó su verdad: nació en un pueblo de Concepción de la Sierra, Misiones, de una joven mujer que no tenía medios para tenerla. Una neumóloga, compañera de trabajo de la apropiadora, firmó la partida de nacimiento. Así descubrió que fue comprada. Isabel constató recientemente que ese ignoto pueblo es real y está tomando fuerzas para viajar.

El rol de la mujer en la sociedad fue cambiando, incorporándose a todos los sectores productivos y de decisión, pero algo se mantuvo casi inalterable: la voluntad de ser madres. Emi de la Llave, psicoterapeuta gestáltica española, explica que las mujeres estuvieron sometidas a una construcción social que las impulsa a cumplir el rol de madres. Los mensajes culturales se introyectan y terminan definiendo “las necesidades” que nos movilizan. Las mujeres crecieron escuchando expresiones tales como: “Si una mujer no tiene hijos está incompleta”, “no conocerás el amor hasta que no tengas un hijo”. Estas ideas crearon, y aún siguen creando en muchas, la imperiosa necesidad de ser madres.

La mamá de Celeste había querido un hijo a toda costa. Esperó con su pareja durante ocho años para adoptar. Sentada en el bar, espera la llegada de sus compañeros. “El nombre que me dieron es María Celeste Batistoni; supuestamente tengo 41 años.” Le dijeron que era adoptada a los cuatro. El bullying fue una constante en su vida; primero, por ser adoptada, luego, por su peso excesivo y finalmente, por lesbiana.

En la Universidad de la Plata, una profesora le encargó contar una historia a partir de la fotografía de una mujer embarazada. Se quebró en la clase y reveló su pasado. Como nació en dictadura, se contactó con Abuelas. Luego vino el ADN en el Durán, primera sede del BNDG, y apoyo psicológico. Sin embargo, se descartó que sus padres fueran desaparecidos ¿Quiénes son? ¿Quiénes eran? Necesita saberlo.

Logró averiguar que nació en Temperley en la clínica del doctor Bottiroli. De día era una clínica normal y de noche iban adolescentes embarazadas a deshacerse de sus bebés. Quienes Somos descubrió que también se usaba como “pase”, donde hacían parir a mujeres secuestradas por la dictadura.

En la clínica de Bottiroli sus padres acompañaron el embarazo de la madre biológica y le pagaron la cesárea. Se niegan a revelarle su nombre. Celeste necesita que la Justicia le dé herramientas para conocer su origen.

Del cuello de María del Carmen Morales cuelga un cartel que reclama por su hija. Está convencida de que le robaron una nena porque le dijeron que era un varón. Su bebé nació el 21 de enero de 1978. Vivo. Pero al rato le vinieron a avisar que había fallecido. Nunca vio su “cuerpito”; las madres siempre hablan de un cuerpito. Le dijeron que lo habían llevado al crematorio. Luego se enteró de que el hospital Fiorito, donde parió, nunca tuvo crematorio.

Cuando fue al registro civil por la partida de nacimiento y de defunción, le preguntaron: “¿Qué hacen en ese sanatorio, los hacen nacer y después los matan?”. Ella asegura que el doctor Juan Carlos Di Bitonto, el médico que la controló durante su embarazo y que habría participado del robo, atiende al día de hoy en un consultorio de Avellaneda.

El derecho a la identidad es un tema sensible, particularmente en la Argentina, por culpa de y gracias a la dictadura y Abuelas, respectivamente. ¿Ocurren hoy apropiaciones de identidad? Gisela de Búsquedas asegura que sí, aunque hoy en día es mucho más difícil llevarse un bebé de un hospital. Julio César Ruiz, de la Fundación Adoptar, afirma que el 75 por ciento de las adopciones en la Argentina son irregulares. En un país donde hay un 40 por ciento de la población bajo la línea de pobreza, las madres vulnerables siguen expuestas y requieren protección por parte del Estado.

“Pujá, pujá, me decía la partera. El médico ‘amigo’ estaba al lado. Las voces se sentían lejos. Siento que vas naciendo. Ya sale, ya sale, me dicen. Un piecito calentito es lo último que siento de tu cuerpito. Sensación que nunca la voy a dejar de sentir. Te envuelven en sabana muy rápido y te llevan. El B.B. N.N. ha sido mandado a Chacarita para su cremación. Es el último (tachado) certificado que me dieron. Hoy tendrá 38 años pero dónde empezar. Si nadie me quiere ayudar. Ya lo intenté. Donde quieras que estés espero que seas feliz. Yo sé que estás vivo. Mamá.”

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