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El globo terráqueo en una viñeta

Ilustración: Gabriel Hernán Ramírez

Ilustración: Gabriel Hernán Ramírez

“Tengo muy clara cuál es mi mayor bondad. Cada día, muchos padres me agradecen que, gracias a Mafalda, sus hijos empezaron a leer. Eso es lo mejor que he hecho en mi vida. El humor que he dibujado ha servido para algo”, respondía Joaquín Salvador Lavado (Quino), en una entrevista al diario El País en la que se lo consultaba por la maldad, la bondad y las intangibilidades que uno deja en este mundo cuando se va.

Los primeros acercamientos al libro como bien simbólico, los inicios en la lectura, las eternas filas en las Ferias del Libro para obtener un ejemplar firmado o, más recientemente, las esperas para lograr al menos un saludo del ídolo en el festival Comicópolis son algunos de los recuerdos que a cualquier lector de Quino se le vienen a la cabeza cuando escucha su nombre. En esa masa heterogénea de lectores se encuentran, también, sus colegas. Ilustradores, humoristas gráficos e historietistas repasan y revaloran la obra a 90 años de su natalicio.

“Por una cuestión etaria, cuando yo era chico, en casa estaban las primeras ediciones de Mafalda; las pequeñas que se vendían en las librerías. Luego, cuando me empiezo a interesar por el autor, indago y me meto de lleno en esas páginas de Clarín dibujadas, según él cuenta, con mucho esfuerzo”, recuerda el ilustrador Augusto Costhanzo, cuyos trabajos pueden verse en las páginas de la Rolling Stone, The Wall Street Journal y El País de Madrid, entre otros.

Para Costhanzo, Quino representa la ambivalencia de lo más sencillo y lo más complejo a la vez: “Él hacía simple lo difícil. Vos ves que el dibujo parece fácil, pero es sumamente complejo. Era la máxima aspiración que uno tenía. Toda mi generación se paró en los hombros de Quino, que junto con Fontanarrosa y Caloi, formaban la Santísima Trinidad”.

La lectura y el análisis de la obra de Quino le sirvió a Augusto para aprender que todos los elementos tienen peso dentro de la página. Asegura que en los dibujos del creador de Mafalda “todo está donde tiene que estar, nada queda flotando”.

Sole Otero, historietista e ilustradora argentina que hoy reside en Francia, recuerda que su acercamiento a la obra de Quino se da en su niñez, cuando le regalan el tomo número 10 de Mafalda publicado por Ediciones de la Flor: “Fue en un kiosco de Villa Maipú, mi barrio. Lo leí muchísimas veces, tanto que se le salieron las páginas y perdí varias. Después, se dieron cuenta y me compraron los otros nueve tomos y los pude leer en orden y en desorden infinidad de veces más”. Como muchos, posteriormente se apasionaría con las publicaciones del autor en las revistas dominicales.

Según Otero, la distinción de Quino radica en la habilidad para narrar en historietas usando todas las herramientas del soporte: “Utilizaba sabiamente todos los recursos: el globo, la viñeta, los personajes, las líneas, para aportar significado a lo que estaba contando. Sabía cómo usarlos, mezclarlos, hacerlos parte de la metáfora que estaba narrando”. La autora de la novela gráfica Naftalina y de la historieta Pangea sostiene que “ser creativa con los recursos con los que uno cuenta” es la marca o huella que le dejó el autor.

A diferencia de la enorme mayoría de los lectores de Quino, el reconocido artista Horacio Altuna, creador de El Loco Chávez, entre otros éxitos editoriales, encuentra su primer vínculo una década antes de la creación de Mafalda: “Yo tenía quince años la primera vez que vi cosas de él. Fue a mediados de los cincuenta, en una revista que se llamaba Dibujantes. Él había mandado varios dibujos como aficionado que le publicaron. Tuve esa suerte. Estaban firmados como Joaquín Lavado, su nombre real”. Luego, como la mayoría, el ilustrador radicado en Europa se acercó a Mafalda, una tira con la que Quino “dio en el clavo”.

Para Altuna, cuando en el mundo se habla de dibujantes argentinos se lo hace con mucho respeto, gracias a un grupo de grandes maestros del humor y de la historieta seria, como Alberto Breccia, José Muñoz, Juan Giménez y, obviamente, el gran Quino. “La diferencia que tiene con Fontanarrosa u otros grandes es que el creador de Mafalda es universal. Su material ha sido visto en todo el mundo. Seguramente es el argentino más publicado en todo el planeta. En la actualidad está Liniers, aún lejos de los niveles de publicación internacional de Quino, pero sin dudas el tipo con más proyección. Lo de Quino es diferente, está en las bibliotecas de varias generaciones de españoles y franceses. Eso lo hizo único.”

Desde México, la caricaturista Cintia Bolio relaciona a Quino con sus estudios de nivel primario. “Desde mi primera infancia conocí los trabajos del maestro, porque en casa estaban las tiras de Mafalda. Recuerdo que yo me llevaba a la escuela esos libros, que eran unas ediciones pequeñas. Me fascinaba Mafalda y cómo Quino recreaba toda su sociedad, y un tanto la internacional, a través de esa niña increíble, libertaria y beatlemaníaca”, inmortaliza la autora de Puras Evas, su más exitosa producción de cómic feminista.

Sobre un punto elige poner la atención y valoración Bolio: Mafalda como una publicación creada hace sesenta años con profunda concientización del rol de la mujer. “Yo considero a Mafalda un cómic de conciencia feminista. Quino tenía estilo, belleza y filosofaba con la plumilla. Tenía una mirada entre demoledora y entrañable hacia la humanidad. Se lo extraña”, finaliza la artista autodidacta.

Evidentemente, aquella iniciación en la lectura de los niños y niñas, que Quino mencionaba como su mayor bondad, se dio también con sus colegas.

HAY VIDA DESPUÉS DE MAFALDA

Es innegable que la popularidad, el éxito editorial y la representación de distintas generaciones convirtieron a Mafalda (y sus amigos) en el personaje fundamental de la carrera profesional de Quino. Sin embargo, solo nueve de sus cincuenta años como artista fueron dedicados a esa obra. Mafalda fue una creación iniciada en 1964 y finalizada en 1973.

El propio autor confirmó en varias oportunidades que el fin de la tira radicaba en no repetir ideas ni publicaciones, lo que consideraría una falta de respeto a los lectores y a su larga carrera. El contexto político argentino de los años siguientes complementaba la decisión: “Mafalda nunca habría llegado a ser adulta. Estaría entre los 30 mil desaparecidos de la Argentina”, respondió Quino en 1988 a la revista española Cambio 16.

La obra de Quino fue mucho más amplia. Publicó los también masivos cuadros en las revistas dominicales (es recordada su participación en la revista Viva) y lanzó al mercado editorial un gran número de títulos, entre los cuales se destacan Mundo Quino (1963), Gente en su sitio (1969), Ni arte ni parte (1982) y Humano se nace (1991), entre otros.

Sole Otero recomienda libros como Potentes, prepotentes e impotentes, publicado por primera vez en 1989. Es una selección de viñetas en las que el autor muestra el rol de los poderosos y las acciones de quienes están a su alrededor. Expone las miserias de la condición humana utilizando, siempre, el humor y la inteligencia. “Si bien Mafalda me parece increíble, siento que lo mejor de Quino fue lo posterior. Esas páginas individuales de chistes para las revistas, después compiladas en libros, son muy buenas”, concluye la ilustradora.

En la misma línea se expresa Costhanzo: “Todo lo que publicó en las revistas dominicales de los diarios, en la década del ochenta, me parecen obras redondas. Él estaba muy contento con esas producciones. Dibujos a página completa, ni siquiera en cuadritos. Nos dejó la vara bien alta para que podamos proyectarnos”.

También, esas mismas producciones, con ilustraciones muy trabajadas, son las que resalta y recomienda explorar Horacio Altuna: “Disfruté mucho Mafalda, pero siendo más adulto me fascinaba el otro tipo de humor que hacía, a veces en pequeñas narraciones de seis, siete u ocho viñetas; otras veces un dibujo que ilustraba una situación con humor a página entera. Quino era un genio y todo lo que hacía lo hacía bien”.

Cintia Bolio, por su parte, decide rescatar ¡A mí no me grite!, otra gran obra de Quino que, a diferencia de las elecciones de sus colegas, se publicó de manera paralela (y no posteriormente) a la tira Mafalda, en 1972. Consta de una recopilación de tiras cómicas, como de costumbre, con un compromiso presente. “Es un librazo, que en cartones y cómics critica al poder, a la religión, al capitalismo, con un tratamiento casi surrealista. Recomendadísimo”, concluye la mexicana.

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