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Mercedes Sosa, un homenaje fotográfico

En el marco de la serie “Imágenes de nuestra identidad”, el Centro Cultural Borges presenta la muestra “Homenaje a Mercedes Sosa”, que se exhibirá entre el 9 y el 31 de julio, integrada por obras del reportero gráfico Juan Pablo “Pupeto” Mastropasqua. Él supo captar sobre el rostro de la Negra “el instante decisivo” que tanto predicaba Henri Cartier-Bresson. Contemplar estas fotografías nos sitúa frente a una diversidad de momentos, seleccionados entre los recitales realizados por la artista en distintas etapas de su vida.

Pupeto advierte que todas las fotografías de la muestra las tomó mientras trabajaba como reportero gráfico: “No tenía la intención preconcebida de captar lo artístico en las imágenes”. Esta verdad lo es a medias. Aunque no exista la intención, el autor de estos reportajes gráficos no puede despojarse de sus gustos, inclinaciones y formación estética. De modo que al disponerse a cumplir su cometido, obtiene “el
testimonio de un momento, el registro de un instante atrapado en el tiempo”, aplicando así, con mayor o menor consideración, un criterio estético preconcebido, aun sin proponérselo, incluso intentando rechazarlo.

Sin duda, Mastropasqua se propuso aprisionar un instante de tiempo, pero dentro de su concepción general procuró transmitir emociones e ideas, y lo consigue, adentrándonos en un instante de emoción.
Por eso podría decirse que esta muestra es, ante todo, un intento de respuesta a la fugacidad de la vida, al fijar para siempre la realidad espiritual de una persona en un momento dado. Las imágenes reflejan una tendencia hacia lo sustancial.

Incluso se advierte que el autor no desdeña sino que potencia toda la gama de posibilidades artísticas que brinda la fotografía, jugando con la luz, las sombras el claroscuro y los contrastes. Incluso los
símbolos que pueden aparecer, sin descuidar la lectura e interpretación de la mirada sobre la popular cantante.

En suma, hay fotógrafos que se limitan a intentar reproducir le realidad con lo cual ni siquiera entregan una muestra de la realidad, y otros que se esfuerzan por captar la esencia de los seres y de las cosas, siendo esta la única realidad de interés, la más verídica. La obra de Mastropasqua manifiesta su desdén por el trucaje fotográfico de laboratorio. Apenas lo utiliza moderadamente, con mucho acierto, indagando en el matiz y sus sutilezas, alejándose de le intensidad dramática que siempre entrega el blanco y negro. Basta mirar sus muestras para advertir que además de encarar un reportaje fotográfico, se esfuerza para que cada toma alcance una dimensión que trascienda la entrega de un mero rostro.

Frente a sus fotografías, el espectador tiende a pensar que en el arte encontramos la mejor manera de aproximarnos al ideal de eternidad, que permite asumir la transitoriedad de todo lo que vive. Se convierte así en el camino más seguro para perpetuar “algo”: un rostro, una mirada, una expresión, en fin, un momento trascendente.

Con frecuencia el escrito se espesa y se torna retórico, porque el comentarista intenta robarle el papel protagónico al autor. Quizá no convenga puntualizar demasiado las definiciones del cronista. Solo deseo que esta muestra de Mastropasqua vuelva a exhibirse en corto término, para recomendarle al
espectador que se detenga ante cada imagen y la interrogue.

Tensiones, contrastes, penumbras que constituyen entornos, le contarán un fragmento de la historia argentina contemporánea. Una historia artística fascinante, por el rico caleidoscopio de sensibilidades presentes en cada fotografía.

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