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El reino de la fuga y el rol del Poder Judicial

Las causas de la evasión fiscal y la fuga de capitales en la Argentina no son tan sencillas de explicar. Se entrecruzan rasgos culturales, particularidades del proceso histórico, con cambios que son del capitalismo global. La Argentina no fue la impulsora del capitalismo centrado en la especulación financiera –ningún país periférico podría haberlo sido–, pero lidera los rankings de sus efectos nocivos.

Para el economista Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), el problema fundamental es la fuga. No es que minimice la cuestión de la evasión, pero considera mucho más grave el impacto negativo de la dolarización de los excedentes.

“Mi hipótesis, a diferencia de lo que dice la derecha, que justifica la fuga por la falta de equilibrio macroeconómico, que pondría en riesgo las ganancias, es que la disputa por los dólares en la Argentina es una puja de rentabilidad –dijo Letcher entrevistado por Caras y Caretas–. Desde la última dictadura para acá, una dictadura particularmente antiindustrial, se instaló la dolarización como un instrumento de rentabilidad. En parte es porque hay pocos dólares por el proceso histórico de endeudamiento. Los sectores concentrados de la economía han hecho grandes negocios con ese mecanismo de dolarización, fuga, y luego devaluación, que multiplica las ganancias con un solo golpe.”

Los paraísos fiscales son un problema global. Su expansión puede ubicarse a mediados de la década de 1970, con la denominada crisis del petróleo. Ocurrió cuando los países árabes productores, agrupados en la Opep, decidieron un embargo petrolero a los Estados Unidos y una reducción de la producción como respuesta al apoyo estadounidense a Israel en la denominada guerra de Yom Kippur. El aumento de los precios del crudo tuvo varios efectos, entre ellos la aparición de un enorme volumen de petrodólares y el aumento de la emisión monetaria en Estados Unidos. Toda esa masa de dinero se recicló en parte como préstamos a los países periféricos –comienzan los ciclos de endeudamiento externo– y en paraísos fiscales.

“La desregulación en nuestro caso se produjo parte en la dictadura y finalmente en la década de 1990 –explicó Letcher–. Antes había una junta nacional de granos y de carnes, por ejemplo. Son cosas que el menemismo eliminó. Desde 1930 hasta 1976, a pesar de los golpes de Estado, hubo un período continuado de industrialización por sustitución de importaciones. El problema de la fuga de capitales comienza con el modelo que empieza después. Hasta el 76, no solo en la Argentina sino en el mundo, predominaba un capitalismo productivo y luego vino el financiero. En la etapa anterior había un Estado más fuerte con mayor presencia en la economía.”

Volviendo a los hábitos del empresariado concentrado local, el economista puso un ejemplo que ilustra el comportamiento del sector. “Hay un hecho paradigmático en la década de 1990. Las privatizaciones, en sus pliegos originales, obligaban a una asociación con capitales nacionales. Hubo entonces empresas multinacionales que se asociaron con las locales. Hasta 1995 se mantuvo esa participación compartida. Luego de ese año, porque la ley lo habilitaba, gran parte de los empresarios argentinos vendieron su porción en las empresas de servicios. ¿Por qué lo hicieron si seguían ganando plata? Estaban especulando con que se caía la convertibilidad. Lo hicieron demasiado temprano”, dijo Letcher, y agregó: “Sin embargo, de inmediato comenzaron a presionar para lograr una devaluación y multiplicar las ganancia por el efecto de la depreciación del peso”.

Recurriendo a la clásica comparación con Brasil, el economista destacó que “el brasileño cuando quiere ahorrar o comprar un inmueble lo hace en reales. La discusión de por qué no pasa lo mismo en la Argentina es larga y tendida. De 2019 para acá, el dólar fue un mal negocio, a pesar de las últimas subas. A pesar de esa realidad objetiva la tendencia siguió siendo dolarizar los excedentes, desde el empresariado concentrado hasta la clase media que puede ahorrar”.

La cultura de la evasión

Una de las explicaciones que suele esgrimir el sector empresarial respecto de la evasión es que la Argentina tiene demasiada presión tributaria. La pata del fisco, supuestamente, pisa tan fuerte sobre la cabeza del sector privado que no queda otra opción que evadir para no ahogarse y quebrar.

“Brasil tiene más presión tributaria que nosotros –remarcó Letcher–. La recaudación sobre el PBI en la Argentina es de alrededor del 29 por ciento, y en Brasil está levemente por encima del 30 por ciento. Es un poco el cuento del huevo y la gallina. Si todo el mundo pagase lo que le correspondiera, se podría bajar algunos impuestos. Al haber una evasión alta, hay que crear nuevos tributos donde sí se puede cobrar.”

El economista puso sobre la mesa varios de los motivos que impiden torcer la tendencia de la evasión fiscal, pero hizo hincapié en uno: el funcionamiento del Poder Judicial.

“Es un tema central –dijo–. El fuero comercial es el peor de todos. Y encima sus actos no tienen mucha publicidad. Nadie sabe lo que hacen. El gobierno puede poner una multa y si la Justicia la anula, cuántas veces puede insistir. Ese es el peor de los temas, por lejos. Se pueden modificar las legislaciones, pero al final vas a terminar con quienes aplican la ley.”

Letcher también repartió responsabilidades en otros actores estatales. “Por ejemplo: nosotros hicimos un informe sobre riqueza. Armamos el entramado societario de los grandes grupos económicos. La AFIP no hace eso, la Comisión Nacional de Valores (CNV) tampoco. La Inspección General de Justicia intima para que le pasen los balances a través de la Justicia. No es solo la legislación sino el funcionamiento administrativo de ciertas ramas del Estado”.

¿Por qué en casi cuarenta años de democracia esto no pudo perfeccionarse? ¿Es necesaria la reforma judicial para torcer la tendencia? Son interrogantes que quedan flotando. Tienen respuestas más políticas que económicas.

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