“No nos desharemos tan fácilmente de estas cabezas de hombres, de estas cosechas de orejas, de estas casas quemadas, de estas invasiones godas, de esta sangre que humea, de estas ciudades que se evaporan al filo de la espada” (Aimé Césaire).
En el contexto de una de las campañas electorales más complejas de los últimos años, en Colombia se impusieron con la mayoría de los votos los candidatos de izquierda Gustavo Petro y Francia Márquez, representantes y líderes de Pacto Histórico. El giro a la izquierda fue implacable.
Tras este avance, la violencia recrudeció. Se puede notar desde los primeros meses del año, en Arauca, departamento fronterizo con Venezuela, que en abril registró al menos 146 homicidios, y cuarenta personas migran por día. Según datos de la Defensoría del Pueblo, durante el proceso de elección hubo 131 municipios en alerta de fraude electoral. En el marco de una campaña al filo de la muerte, entre amenazas y chalecos antibalas, Gustavo Petro y Francia Márquez se encaminan a la presidencia del país con los niveles de empobrecimiento y violencia más altos de Latinoamérica.
Colombia se encuentra sumergida en la órbita del uribismo, cómplice y partícipe del crimen organizado y el ocultamiento del paramilitarismo, los crímenes descarnados a líderes sociales, con complicidad militar y estatal y la permanente injerencia de los Estados Unidos y la OTAN. Pacto Histórico oficializó su candidatura en marzo, bajo amenazas del grupo armado Las Águilas Negras. Estos grupos conforman más de veintidós estructuras criminales independientes emergentes a partir de 2006, tras la desmovilización paramilitar que desbandó a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupo armado de derecha responsable de masacres y con vínculos con el narcotráfico y ciertos políticos, que había nacido como oposición a las guerrillas de izquierda.
La izquierda en el poder
Gustavo Petro proviene de la clase media y de chico entendió que en Colombia los privilegios eran para un sector muy reducido. Esa condición lo llevó a tener una afinidad con los sectores más postergados de su país. Su actividad política comenzó desde abajo a la izquierda. Primero como concejal independiente en Zipaquirá. En la clandestinidad formó parte de la extinta guerrilla del M-19. El líder colombiano fue parte de los acuerdos de paz entre el M-19 y el gobierno en 1990. Lo que le dio más relevancia y protagonismo fue el movimiento Vía Alterna.
Luego, en 2006, llega a la política como senador con la tercera mayoría de votación popular, donde
su exposición más importante fue dar a conocer el origen del paramilitarismo en Antioquía y su
vinculación con el ex presidente Álvaro Uribe Vélez. En 2010 no logró ganar la elección y denunció a su propio partido, Polo Democrático, por corrupción. Ese gesto de honestidad lo convirtió en un líder que lucharía por sus principios y por los principios de quien representaba. Luego formó Bogotá Humana, decidió lanzarse en 2011 a la alcaldía de la capital de su país, y ganó.
Pero la figura de Francia Márquez se ha convertido en un acontecimiento sin precedentes en la política colombiana. Mujer, negra, afrodescendiente, pobre, feminista y desplazada de su territorio por defender su tierra de los proyectos de explotación de minerales. Madre soltera, luchadora feroz por las y los más desposeídos de Colombia, rompió con todos los esquemas de la política de su país. De niña sufrió persecuciones por defender su tierra. En el último acto, en la plaza central de Santander de Quilichao, en el departamento colombiano del Cauca, protegida con paneles antibalas, ya que un láser le apuntaba desde algún edificio, Francia Márquez no mitigó su discurso de campaña: “No se les pone en la cabeza que una mujer que ha limpiado casas vaya a ser su vicepresidenta”. Francia Márquez, con solo 40 años, representa a la mitad más una de las miles de madres, mujeres y niñas a las que les han matado o desaparecido algún familiar directo y deambulan en la desazón y la tristeza. Mujeres y niñas violadas son parte de la misma objetificación mercantil sexual en territorios en guerra. Las amenazas de muerte no la callaron ni la inmovilizaron. A pesar de todas las críticas y la estigmatización que sufre por parte de los sectores más recalcitrantes de la derecha colombiana, Francia Márquez lidera todas las encuestas, con un altísimo grado de aceptación y popularidad, que se vieron reflejados en la elección domingo.
El futuro llegó
La sociedad colombiana registra altos niveles de empobrecimiento, marginación y desigualdad. Al mismo tiempo, el sistema político actual es oligárquico, neoliberal y represivo de desplazamiento territorial. Todo un sistema diseñado para enriquecer a una minoría. Durante muchos años, el abuso de poder en detrimento de una élite ocasionó un deterioro abrumador en las condiciones de vida de la población colombiana. El domingo resonó el grito desesperado de cada hombre y cada mujer que no se dieron por vencidos. El giro político a representantes de izquierda es esperanzador.
Las revueltas de 2021 dejaron en claro que el pueblo colombiano no está adormecido ni arrastrado por los gobiernos que durante doscientos años cometieron violaciones de los derechos humanos. Cada voluntad expresó su anhelo de cambio, depositando en Petro y Márquez la confianza. El 19 de junio se define una de las elecciones más esperadas de la región. Los colombianos elegirán entre la fórmula de izquierda (Petro-Márquez) y la que encabeza el empresario Rodolfo Hernández, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, que obtuvo en primera vuelta el 28 por ciento de los votos. El resultado de la segunda vuelta puede cambiar, en el marco geopolítico, el futuro de la región.