Esta breve crónica relata cómo cuatro mujeres llegamos a crear una ópera experimental sobre textos de la obra literaria de Atahualpa Yupanqui y estrenarla el 14 de mayo de 2022, conjurando una suerte de resurrección múltiple de Pablo del Cerro, a 32 años de la partida de la gran Nenette (Pepin Fitzpatrick). El extraño acontecimiento tuvo lugar, además, en la ciudad de Villa María, ancestral cruce de caminos del sudeste cordobés mil veces recorrido por don Ata en todos los medios de transporte de su bien vivido siglo XX. ¿Habrá intuido o imaginado alguna vez el creador caminante que un día se alzaría allí una universidad pública con carreras artísticas en las cuales su obra sería cultivada, leída, cantada, escuchada, revivida?
El canto y la producción
Comenzaba 2018 y yo, Manuela Reyes, cantante, docente y productora de pequeños proyectos de ópera independiente cerraba junto a mi comunidad de Extensión en la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) un intenso ciclo de diez años realizando títulos del repertorio canónico europeo, situaciones de trabajo en las cuales estudiantes de la Licenciatura en Composición Musical con orientación en Música Popular dedicados a estudiar armonía, jazz o arreglos de Charly García, se escapaban en sus ratos libres a cantar en el coro de la ópera de Bellini. Además de contagiar mi gioia di cantare y militar la autonomía de los artistas para relacionarse con una diversidad de herencias en ejercicio liberador de los moldes ideológicos coloniales, se daba la ocasión de grandes aprendizajes vocales y corporales, por el hecho de vivir el sonido de voces e instrumentos sin amplificación eléctrica. También se conocían desde dentro los recursos compositivos para crear música vocal/instrumental que “sonara” sin cables.
En esa intensa década también fue creciendo la conciencia colectiva de una alienación artística muy naturalizada en nosotros y nosotras, cantantes amantes de las músicas populares y las “no populares”. Cuando cantamos en la plenitud de la experiencia física de la voz, se trata casi siempre de repertorio en otro idioma, extranjero y antiguo. Y cuando cantamos en la plenitud del lenguaje musical actual que nos identifica, y en nuestra lengua materna, lo hacemos casi siempre con micrófono. Podría pensarse que el dilema se resuelve montando ópera contemporánea, pero esto tiene, para nuestro formato comunitario y periférico de producción, dos dificultades insuperables. Una, el altísimo gasto en derechos/alquiler de materiales orquestales cuando la obra tiene menos de setenta años, y otra, la circunstancia de que mucha de esa producción despliega búsquedas estéticas crípticas, demasiado extrañas para nuestros públicos.
Fue madurando entonces una gran pregunta que impulsó el proceso creativo de nuestra primera producción experimental. ¿Qué (nos) pasaría si creáramos una ópera nueva, algo que participe de las características realizativas tradicionales del género, voces e instrumentos sin amplificar, pero con un planteo estético que no le dé la espalda a nuestras músicas populares, y a la vez no suene a chiste de Les Luthiers?
En 2018 ya disponíamos del espléndido Auditorio del Campus de la UNVM, de condiciones acústicas muy prometedoras. Nos despedíamos de El barbero de la villa, versión semimontada del gran Rossini, que creamos y repusimos durante dos años, y empezábamos también a sufrir bien fuerte el ajuste macrista. Se afirmó en mí la decisión de que la próxima producción sería una ópera nuestra, o no sería.
La compositora y Yupanqui
Cuando se estudia la historia del nacimiento de las grandes óperas de Mozart, Verdi o cualquier otro maestro del canon tradicional, la idea romántica del creador inspirado se hace trizas. En muchísimos casos se trató de encargos con temas, argumentos y hasta elencos prefijados por el impresario, en representación del actor político/económico que financiaba la producción (lejos de quitarles mérito, es doblemente mágico el poder creativo de esas personas que realizaron el prodigio de conciliar pautas impuestas con deseos de su propio espíritu y nos dieron maravillas como Aída o La clemenza di Tito).
Así que al enterarme de que la nueva gestión de la Agencia Córdoba Cultura preparaba para comienzos de 2019 un gran Congreso Internacional de la Lengua Española, cuyas figuras centrales serían Miguel de Cervantes y Atahualpa Yupanqui, le propuse a la joven compositora y graduada de nuestra casa villamariense Flora Frete comenzar a estudiar posibilidades de crear una ópera relacionada con Atahualpa Yupanqui. Con toda libertad, nada es posible sin deseo artístico profundo y verdadero.
Viviendo en York (vieja York, Inglaterra), Flora fue al encuentro de la vida y obra del músico/poeta/viajero/militante, se sumergió en un intenso trabajo de lectura, análisis, recolección de material y también reflexión acerca de su propia vida como artista argentina radicada en Europa (se fue para hacer un posgrado, lo terminó y se quedó). Se puso en contacto con Víctor Pintos, quien gentilmente autorizó la utilización de fragmentos de sus libros. Como compositora/libretista, cultivó un amor por la poesía, el paisaje y los relatos, y un hondo conocimiento de la figura, llegó a decirse y decirnos en las visiones que ese espejo, esa memoria, le fueron proporcionando.
En diálogo entre sus ideas emergentes y mis condiciones de posibilidad, comunicación de varios meses cruzando el Atlántico vía Whatsapp, mails y docs en Google Drive, Flora fue construyendo con fragmentos de texto del propio Atahualpa la ópera experimental que tituló Memorias del camino. Se estructura en dos ejes temáticos principales. Por un lado, los tres grandes ciclos de viajes de Yupanqui: el viaje a la propia tierra e identidad, el viaje del exilio y el viaje de la consagración artística, presentes en tres grandes dúos para solistas. Y por otro lado, el paisaje, en los cuatro elementos recurrentes de su poética: piedra, luna, viento y río, desarrollados en sendos números corales que se intercalan con los tres dúos. Y un gran tutti como final. Orquestación muy ecléctica, guitarras, violín, cello, clarinete, tuba, bajo fretless, muy rica percusión argentina, narrador, coro y solistas. ¿Sonaría como ópera? ¿Sonaría argentina?
El preestreno musical fue el 8 de abril de 2019 en el Auditorio de la UNVM, finalmente muy lejos del gran Congreso Internacional de la Lengua Española, pero muy cerca de las pequeñas casas de alquiler en las que pocos años antes la estudiante Flora Frete, cordobesa urbana, fue “atrapada en el misterio de la Salamanca” compartiendo noches de guitarreada con sus compañeros/as venidos del norte.
La batuta de la Maestra
La música cobró vida en aquel preestreno de 2019, y también ahora, en el estreno de 2022, gracias al trabajo de la maestra Cristina Gallo, una directora musical muy especial, colega docente y gestora cultural que participa de nuestras realizaciones desde la primera hora. Cristina abrazó el proyecto con pasión al instante de conocerlo, pues su búsqueda artística central de muchos años, enfocada en desarrollar un sonido coral para las músicas populares que se haga cargo tanto del potencial del instrumento coro como de las estéticas de los diversos géneros, es totalmente afín a la experimentalidad de Memorias… La batuta de la Maestra, cuya certeza, expresividad y coherencia musical fueron afirmadas en horas incontables de amoroso estudio de la obra y diálogo con la compositora, hizo posible que lleguemos a una versión digna a pesar de las condiciones de producción tan limitadas, con cantidad mínima de ensayos.
Mise-en-scène desde París
Luego del preestreno de 2019, tan satisfactorio, comenzamos 2020 con el objetivo de sumar puesta en escena, y en eso llegó la pandemia. Me sentí desafiada por el universo a una audacia e imaginación mayores, y la contacté a Valeria Urigu, una artista y realizadora extraordinaria radicada en París. Patagónica y cordobesa por adopción, formada en la carrera de Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba, con alma y convicciones de teatrista independiente, se enamoró muy joven de la ópera y comenzó a quedarse sin veranos muchos años consecutivos viajando a Europa para trabajar como asistente del asistente del asistente en todo tipo de producciones. Finalmente se instaló en París, completó su posgrado en la Sorbona con una tesis sobre ópera argentina contemporánea y la posibilidad de volver a trabajar con ella pasó al terreno de los sueños. Para mi alegría, le interesó sobremanera nuestra petite opera sobre Yupanqui y comenzó a trabajar una idea de puesta con lenguaje posdramático, con todo su saber europeo y su sensibilidad argentina, “de bárbara lengua de pampa y trebolares”.
El resto fue ser capaces de formular esto en términos académicos y obtener apoyo económico de nuestra Universidad y del Estado nacional para realizarlo. Dos subsidios Milstein del Programa Raíces (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación), un proyecto de extensión con financiamiento del Programa Universidad, Cultura y Territorio (Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación), sumados al apoyo incondicional de nuestra casa, la Universidad Nacional de Villa María, hicieron posible el mes de trabajo que nos llevó a este estreno.
Ahora la obra existe, podrá ser escuchada, discutida, cuestionada, disfrutada en cada reposición, lectura, análisis, contenido audiovisual derivado. La figura fundante de Atahualpa Yupanqui, en sus rasgos tan nuestramericanos de viajero mundo afuera, mundo adentro, cuenta con un nuevo y caleidoscópico dispositivo de música, cuerpos, palabra e imagen en el cual ser sujeto y objeto de diálogo creativo. En la universidad del cruce de caminos, por obra del espíritu multiplicado de la mujer llamada Pablo.
A modo de souvenir nos regalamos a cada uno y cada una de los cincuenta y pico de participantes un frasquito de vidrio con tierra de nuestro campus mezclada con fragmentos de un terrón del Cerro Colorado.
Continuará…
Manuela Reyes
Capilla de los Remedios, 18 de mayo de 2022
Foto: Peter Franke