Icono del sitio Caras y Caretas

Apuntes de una película sobre Atahualpa

Todo comenzó hace unos siete años en una conversación con el hijo de Atahualpa, cuando un poco al pasar comentó que tenía en su poder varios archivos de audio y video de la colección de su padre cuyo contenido desconocía por completo. Al siguiente encuentro, trajo un U-Matic (cinta de 3 ½ pulgadas) donde encontramos un concierto de Atahualpa en la TV de Puerto Rico. Luego apareció con un rollo de cinta abierta de audio que decía “JAPÓN” y contenía una entrevista en Tokio en 1964. Con el correr de los meses aparecieron “Las Cajas”, que demandaron de aficionados a los más variados soportes obsoletos para poder reproducir registros en Betacam, Betamax, U-Matic, VHS, M90L, cinta abierta y casete. Jugando al digitalizado yupanquiano y casi sin darme cuenta, me fui metiendo en el hermoso problema de hacer una película de archivo sobre Atahualpa Yupanqui.

La investigación inicial pretendió conocer la totalidad del material que se podía vincular con el itinerario de su vida. Pero estaba ante un personaje inabarcable y escurridizo. Ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuántos discos grabó. Fue tanto aclamado como censurado. En los archivos públicos no había prácticamente nada de material. O sucedían cosas como que había un solo video de Atahualpa cantando, ¡pero sin el audio!

Reconstruir el trayecto preciso de un hombre tan inquieto como arisco era imposible.

Siguiendo la intuición, se fue armando una red de colaboradores que escucharon, por ejemplo, que en la casa de la suegra de un productor fallecido había una caja con cintas de grabaciones radiales de Atahualpa. O un camarógrafo que contó que una ex novia de un sonidista tenía unos Betacam, con el rótulo “Yupanqui”, pero nunca pudo reproducirlos. Así aparecieron datos en Tucumán, Córdoba, Hungría, Japón, España, Marruecos y Francia. La búsqueda de archivo de Atahualpa se convirtió en una obsesión colectiva.

La siguiente condición para poder pensar en la película era encontrar un recorte del personaje que se pudiera plasmar en el formato de un documental. ¿El músico, el poeta, el filósofo, el embajador musical de América, el payador perseguido, el cantor de artes olvidadas?

De la escucha de los materiales apareció varias veces una imagen que el propio Atahualpa usaba para presentarse: “El hombre es tierra que anda”. Me dejé fascinar por esa idea y elegimos abordar a Atahualpa como un artista en constante fuga.

Cada vez que la historia argentina le propuso un contexto para consagrarse, Yupanqui eligió el desplazamiento. Y se fue cabalgando a contrapelo de la historia, rumbo a su soledad. Cuando el progreso arrastró a la población del campo a la ciudad, Yupanqui le dio la espalda a Buenos Aires y se convirtió en un trashumante que durante 18 años recorrió a caballo la Argentina y los países cercanos. “Fue mi gran universidad”, decía.

Luego se consagra como cantor social y se involucra en la política. En siete años pasa de ser un cantor comprometido a estar prohibido, torturado y preso. Pero sale clandestino del país y convierte el exilio en la posibilidad de sembrar su mito en Europa.

Recupera la difusión en la Argentina y recibe reconocimiento, pero en un mismo año lo contratan desde Asia, África y Centroamérica. Yupanqui, una vez más, se desplaza de la escena argentina interesado en desplegar su ritualidad americanista ante los públicos de todo el mundo.

Se supone que estamos próximos a terminar la película. Pero nada que dialogue con la palabra de Atahualpa tiene un final. Porque si bien se esconde en viejos soportes y cintas marcadas por el paso del tiempo, su obra sigue ofreciendo la posibilidad de reconocernos en una americanidad que todavía no habitamos. Pero que bien nos podría estar esperando en el futuro, como Atahualpa.

Salir de la versión móvil