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Tan lejos y tan cerca: una historia de las relaciones entre la Argentina y Rusia

Todo comenzó en 1887. En Rusia asumía el poder el zar Alejandro III y en la Argentina gobernaba el conservador Julio Argentino Roca. Ese año comenzaron formalmente las relaciones diplomáticas entre ambos países. Hoy, 135 años después, el vínculo bilateral con el país más extenso del planeta corre por un sendero ambivalente. Durante los dos años de la pandemia se había fortalecido de modo estratégico. La Argentina fue el primer país, fuera de Rusia, en aplicar la vacuna Sputnik V, fabricada en el país euroasiático, contra el covid-19. Funcionó como vidriera para debilitar los prejuicios construidos por la rusofobia que caracteriza a Estados Unidos y algunos países de Europa. A esto se sumó el viaje del presidente Alberto Fernández a Moscú, en febrero pasado, para reunirse con el mandatario ruso, Vladimir Putin. El jefe de Estado argentino se propuso en esa cumbre que la Argentina fuera “la puerta de entrada” de Rusia en América latina.

La guerra en Ucrania provocó un vuelco de campana. La Argentina votó en la ONU acompañando la propuesta de EE.UU. para que Rusia sea expulsada del Consejo de Derechos Humanos del organismo multilateral. Es una de las tantas represalias que impulsó la administración de Joe Biden. Para las relaciones entre Buenos Aires y Moscú fue un baldazo de agua helada.

Detrás de esta coyuntura hay una historia. Está marcada por un vínculo de relativa estabilidad, más allá de los gobiernos y los cataclismos políticos en ambos países. También hay algunos puntos de cercanía que desafían los 13.467 kilómetros que separan a las dos capitales.

Mapa de la antigua Rusia (Crédito: ©sergeyussr/123RF.COM)

El origen

Ricardo Juan Torres es investigador del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales de Universidad de Rosario (Cerir). Tiene varios trabajos sobre la situación política en Asia y también en Rusia. Hizo un repaso veloz sobre las relaciones diplomáticas entra ambos países.

“Luego del inicio en 1887, las relaciones se interrumpieron en 1917 con la llegada de la revolución bolchevique –le dijo a Caras y Caretas–. En la Argentina gobernaba Hipólito Yrigoyen. Sin embargo, quedó una oficina comercial en ambas capitales. Juan Perón restableció el vínculo en 1946, en su primer mandato, cuando ya se había forjado la URSS. Desde entonces, las relaciones han continuado sin quiebres.”

El investigador explicó que “la Argentina fue uno de los primeros países de América latina en restablecer relaciones diplomáticas con Rusia luego de la revolución de 1917. De hecho, Brasil lo hizo en 1961; Chile en 1964; Colombia en 1968; Perú en 1969, y Venezuela en 1970”.

Este rasgo de la política exterior argentina respecto de Rusia se repite a lo largo de la historia. Como mencionó Torres, fue el primer país de la región en restablecer relaciones diplomáticas tras la revolución bolchevique y un siglo después el primero en utilizar la vacuna Sputnik V.

Marcelo Montes, profesor de la Universidad Nacional de Villa María y miembro del Comité de Estudios Euroasiáticos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), es especialista en política exterior rusa. Para comenzar su análisis, hizo una descripción de algunas características del país euroasiático.

“Se trata de un Estado multinacional –le dijo a esta revista–. Tiene varias naciones en su interior. Mayoritariamente se habla ruso y la religión más masiva es la ortodoxa. Es el país más grande del mundo. Tiene once husos horarios. Dos tercios del territorio están en Asia y un tercio en Europa. Rusia lidera la civilización eslava, una de las ocho civilizaciones importantes de este mundo. Ha vivido muchos cataclismos. Es un país que ha sufrido la invasión de los mongoles, de los polacos, de los franceses, de Alemania con Adolf Hitler. Y ha liberado dos veces a Europa: de Napoleón Bonaparte, en el siglo XIX, y de los nazis, en el siglo XX.”

Sobre la relación con la Argentina, el académico destacó: “Aunque parezca difícil, porque hablamos de una cultura milenaria muy diferente a la nuestra, y de una distancia geográfica enorme, hay puntos de contacto. Hemos tenidos varias oleadas de migrantes rusos, ucranianos y bielorrusos. Y esos tres países son el corazón eslavo. Una primera oleada fue a fines del siglo XIX y otra se produjo luego de la revolución bolchevique. Hubo nuevas corrientes durante la época de Perón y después. La última fue a principios de los 90, con la caída de la URSS”.

“Hay rasgos culturales que nos acercan –agregó Montes–. Somos pueblos pasionales, familieros. Todo eso los hace más cálidos que el resto de los europeos y más parecidos a nosotros.”

El investigador destacó algunos hitos en los que lo personal y lo gubernamental se entremezclan. “Hubo una relación especial entre (José) Stalin y Perón. Había un afecto especial de Stalin por Evita, a quien le regalo una dacha (la casa de campo), en una isla que está cerca de Moscú.”

En medio de la guerra con Japón, Caras y Caretas publicó una nota sobre la vida de los rusos en Buenos Aires, el 24 de junio de 1905.

Un paso adelante

Como ya se señaló, uno de los rasgos permanentes de la relación bilateral es que la Argentina siempre fue un paso adelante en la región en el vínculo con el país euroasiático. Y que esto ocurrió en distintos gobiernos. “En 1980, luego de que Rusia invadiera Afganistán, todo Occidente la castigó –contó Montes–. Es similar a lo que ocurre ahora. Y nuestro país rompió ese bloqueo. Lo hizo bajo mientras gobernaba una dictadura genocida y anticomunista.”

Al ser consultado sobre cómo se explica esa posición del gobierno militar, el académico sostuvo que “la dictadura se basó en la misma posición geopolítica que había tenido el país durante la Segunda Guerra. Nosotros les podemos vender alimentos a todos. La Argentina siempre pensó que para sus intereses lo mejor era mantenerse al margen de los conflictos y venderles sus productos a todos”.

“Rusia siempre estuvo muy agradecida con ese gesto –agregó Montes–. Con el gobierno de Carlos Menem pasó algo similar. Luego de la caída de la URSS, hubo un gran cataclismo, entre 1992 y 1993. En ese momento, la Argentina hizo una venta especial de productos, como aceite, a Rusia y le permitió capear el temporal.”

Al enfocar la mirada en los últimos años, el investigador destacó que incluso durante la gestión de Mauricio Macri hubo “continuidad en la política exterior hacia Rusia. Todo el período democrático ha tenido estabilidad”.

La guerra en Ucrania, justificada por Putin por el avance de la OTAN en los países que rodean a Rusia, reactivó en buena parte de Occidente un profundo sentimiento antirruso. Se han multiplicado castigos sobre artistas, deportistas, intelectuales, solo por ser rusos. ¿Es posible que esa emocionalidad prenda en la Argentina?

“En Estados Unidos y varios países de Europa existe la rusofobia –remarcó Montes–. En parte se explica porque muchos de los que han quedado como intelectuales formadores de opinión en esos países son descendientes de migrantes que se fueron en momentos muy duros. Y tienen un rechazo ancestral.” El especialista agregó: “En el caso nuestro, en realidad hay un fuerte sentimiento antiestadounidense en la sociedad argentina que tiene muchas explicaciones. Y a Rusia siempre la hemos visto como una fuerza contrahegemónica”.

Sobre la relación actual, luego del voto argentino en la ONU, el especialista sostuvo que los rusos “están molestos con esa posición” y que “no es fácil determinar cuánto dañará la relación”.

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