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Chile, es ahora

El golpe de Estado de septiembre 1973 marcó el principio del neoliberalismo y la instalación del terrorismo de Estado en Chile. Perpetrado por el general fascista Augusto Pinochet, el régimen masacró, desapareció y encarceló a miles de personas. Apoyado y protegido por el gobierno de los Estados Unidos a través de su presidente, Richard Nixon, y del secretario de Estado Henry Kissinger, Chile se convirtió en un laboratorio neoliberal, como lo fueron todas las dictaduras fomentadas por los EE.UU. en los pueblos de nuestra América. Como señala el político, investigador y académico chileno José Joaquín Brunner, esta injerencia fue presentada como “un gran acto ordenador”, fraudulentamente asociado con “las seguridades básicas del individuo y sus concepciones de pureza y polución, de clasificaciones e identidad, de pecado y perdón, de culpa y vergüenza, de dominio y producción, de lo permitido y el tabú”.

En 1980, el régimen de Pinochet dictó una Constitución que se mantuvo vigente, de manera intacta, hasta 2020. Incluía la total privatización de los sectores nacionales y la anulación de los derechos laborales. Las revueltas de octubre de 2019, interrumpidas por la pandemia de coronavirus, llevaron al reclamo de una nueva Constitución, lo que valió vidas humanas de jóvenes que no quieren seguir bajo el yugo liberal y neofascista. La protesta en Chile da cuenta de un verdadero cambio político y social.

BARAJAR Y DAR DE NUEVO

El 25 de octubre de 2020 se celebró un referéndum por el cual la anulación de la Constitución neofascista se impuso por una gran mayoría. Un nuevo capítulo se abre en Chile: la elección de los integrantes de la Convención Constitucional, que implica una elección que incluye gobernadoras, gobernadores, alcaldes, concejalas. Un resultado contundente que gira hacia la izquierda: el 78 por ciento de los chilenos y chilenas eligieron cambiar la Carta Magna.

La sociedad chilena está demostrando que aquello que Pinochet instaló no es irremediable, que los pueblos asumen causas y que la causa de Chile es cambiar ese país de forma radical.  En esos días de revueltas, fuimos testigos de acontecimientos que sin pausa y con prisa llevaron a que falte mucho menos para una nueva Constitución. El pacto definió cinco ejes a desarrollar durante el proceso constituyente: crear las bases para una democracia donde el pueblo sea soberano y protagonista de las transformaciones; garantizar una vida digna para todas y todos basada en un Estado social; redactar una Constitución feminista; establecer un nuevo modelo de desarrollo económico, y poner los derechos humanos como base de la institucionalidad.

La derecha chilena no quiere perder sus privilegios de clase. Estos hechos implican un cambio de ciclo para las políticas neoliberales que fueron el modelo de los últimos treinta años en Chile. Las revueltas de 2019 surgieron de un hecho singular, que fue el aumento de la tarifa de subte, y terminaron con un fuerte reclamo contra de la mercantilización de la vida, la acumulación de la riqueza, la concentración de poder económico y la recuperación total de los   derechos laborales.

Elisa Loncón, indígena mapuche, lidera el órgano de 155 representantes que redactarán la nueva Constitución, que se escribirá por 77 mujeres y 78 hombres gracias a la insistencia del movimiento feminista: será la primera Constitución paritaria del mundo. La Constituyente es el resultado de un pueblo en pie de lucha que pide un cambio cultural y político. Chile da vuelta de página al pinochetismo y pone al descubierto la pésima gobernabilidad de Sebastián  Piñera.

Por estos días, la Fiscalía de Chile abre una investigación contra el presidente por el proyecto minero Dominga, que pretende la explotación de una reserva de biodiversidad que llevaría a una catástrofe ambiental. Los documentos que se filtraron en los llamados “Pandora Papers” revelan las irregularidades en la venta de este proyecto, realizada en 2010 en las islas Vírgenes británicas, una suerte de Disney World de los paraísos fiscales. ¿Qué revela esa investigación? La existencia de casi 12 millones de documentos donde se lee riqueza oculta, evasión de impuestos, lavado de dinero, etc. Después de esa primera publicación de los Pandora Papers hubo una segunda, sobre la trama de sociedades en paraísos fiscales que pertenece a los hijos de Piñera. Lo que recrudeció el enojo de la sociedad es la expropiación y la explotación del  patrimonio natural del pueblo chileno y que para ello se haya utilizado a las instituciones del Estado.

CHILE A LA IZQUIERDA

El 21 de noviembre el pueblo chileno decidirá en las urnas los destinos del país para el período 2022-2026. Quien encabeza las encuestas para primera vuelta es el candidato de Apruebo Dignidad, el frenteamplista Gabriel Boric, y lo sigue el ultraderechista José Antonio Kast. El joven candidato de izquierda se mantiene como favorito para ganar las presidenciales. Boric es considerado el candidato más joven en la historia del país.

Lo que queda de manifiesto es que Sebastián Piñera fue uno de los peores presidentes de la era democrática y que siguió reproduciendo un modelo de país para las minorías, utilizando la violencia como recurso reparador. La sociedad demostró que no se gobierna mintiendo y  hambreando al pueblo. Chile resurge de una derecha que dejó un país resignado a la violencia, al abuso de poder de las oligarquías, que crearon la imagen de un país uniforme, homogéneo sin urgencias de cambio, sin nuevas narrativas y consensos. Chile se pone en pie ante un modelo recalcitrante, bajo una democracia que vigila y castiga. Las revueltas de octubre, que los medios hegemónicos no se cansaron de estigmatizar, paralizaron al país por completo, acapararon la fuerza los medios de comunicación, las tapas de los diarios, las radios, hasta hubo un fuerte apoyo a nivel internacional tras la alienación de un gobierno que en vez de resolver mandó a reprimir, violar y matar a más de 18 personas durante las protestas. Sin embargo, la rabia se convirtió en rebeldía, doblegando los discursos del poder, donde prevalece el desencanto. Aquellos jóvenes serán los que escriban esta nueva historia.

“Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba/ y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte/ sino que íbamos a iniciar un viaje,/ uno más, juntos, y que no tuvieras miedo./ Al marcharse, la muerte ni siquiera/ nos cerró los ojos./ ¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,/ ¿hormigas, abejas, cifras equivocadas/ en la gran sopa podrida del azar?/ Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,/ héroes públicos y secretos.” Roberto Bolaño.

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