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“Nos entendíamos mejor con Berni que con los pintores de nuestra generación”

Los caminos de Luis Felipe “Yuyo” Noé y Antonio Berni, tal vez dos de las máximas expresiones artísticas de la Argentina del siglo XX, se unieron en Nueva York, a mediados de la década del 70. La diferencia generacional (Berni era 28 años mayor que Yuyo) no fue un impedimento. Todo lo contrario. El encuentro fue una comunión, un momento de fugaz amistad entre dos potencias. Algunos años después, en 1981, Berni falleció. Pero Yuyo sigue recordando todavía hoy aquellos días neoyorquinos, los recorridos por los misterios de la Gran Manzana, exposiciones, charlas interminables.

“Fue una hermosa coincidencia de épocas”, dice hoy a Caras y Caretas. A sus 88 años, Noé sigue trabajando, con las limitaciones obvias de su edad, pero lúcido y con ganas de concluir lo que tiene por delante, que no difiere de lo que ha tomado su vida por completo: pintar y escribir. El hecho artístico en su máxima expresión.

En 1976, Yuyo estaba en Estados Unidos, becado por Guggenheim, luego de haber provocado uno de los mayores hitos de la pintura argentina con el grupo Nueva Figuración. En 1961, junto a Ernesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega, promovieron y llevaron adelante la exposición “Otra figuración” en Galería Peuser, Buenos Aires. El impacto fue fortísimo, un cambio rotundo en la manera de ver el arte nacional.

Según explica Noé, la tradición artística de Berni difería por completo de la de su grupo; una tradición atravesada por el realismo social y la difusión de obras como Desocupados o Desocupación (1934), un crudo reflejo de la crisis social. Sin embargo, en la década del 60, algo cambió, y Berni empezó a acercarse a nuevas técnicas que, también, lo aproximaban a los flamantes pintores de la época, más dispuestos a probar otras formas y materiales. El encuentro con Nueva Figuración estaba a la vuelta de la esquina.

Noé aclara que su generación no tenía a Berni como referencia. Lejos de menospreciar o desconocer el alcance de su obra, el grupo Nueva Figuración estaba en otra sintonía, buscando romper con las tradiciones, creando un nuevo lenguaje, un nuevo canal de expresión. Berni, hasta ese momento, estaba asociado a otro mundo, más cargado de simbolismos sociales, de una literalidad de la que Nueva Figuración deseaba escapar. “Él tenía un pasado que correspondía a su generación. Me acuerdo que al principio hablábamos de los pintores que nos parecían más afines, y no aparecía Berni en ese momento. No teníamos mucho contacto”, repasa. Mientras su grupo ascendía a la cúspide, Berni estaba evolucionando, saliendo (tal vez) del realismo. Así lo explica Noé: “Salió de su manera de ser realista, incorporando experiencias de algunos informalistas, como Kenneth Kemble, materiales, latas y otros elementos en sus cuadros. Berni lo hacía de manera prudente”. 

–¿Ese fue el acercamiento con su generación?

–Berni empezó a desarrollar puntos de contacto del arte parecidos a los nuestros. Lo que quiero aclarar es que no fue que nosotros nos estábamos pareciendo a él, sino que él, con mucha habilidad, como hombre inteligente, militante artístico y político, supo aprovechar toda esta libertad de materiales, de juego, y empezó a hacer la serie de Juanito Laguna. Eso tuvo un gran impacto. Pero Juanito no influyó sobre nosotros.

Una carta que Yuyo le escribió a su padre desde Nueva York revela la profundidad del lazo que llegó a construir con Berni. “Le escribí a mi padre y le decía que De la Vega y yo nos entendíamos mejor con Berni que con los pintores de nuestra generación”, cuenta. El valor de la amistad ha sido esencial en su vida: la posibilidad de intercambiar ideas, de crear una confianza con las mentes más lúcidas y brillantes que abren el camino hacia nuevas perspectivas. “Ese fue el mayor contacto que tuvimos; de hecho, él me dejó en custodia de una serie grande de grabados, entre un viaje y otro. Luego, en Buenos Aires, no tuvimos tanto contacto”, lamenta.

–¿Qué tan fuerte fue ese lazo?

–Fue una coincidencia de épocas. Yo estaba en Estados Unidos becado por Guggenheim. Nos veíamos todos los días, como si fuera un amigo de nuestra generación. Nos entendíamos muy bien. Salíamos, íbamos a exposiciones. Se hablaba mucho de la incorporación de la tecnología y de la imagen. Me acuerdo de un comentario que hizo luego de ver un espectáculo tecnológico: “Si esto es la tecnología, los rusos les van a ganar de lejos a los norteamericanos”. Se reía.

–¿Por qué cree que la pintura de Berni sigue teniendo vigencia e impacto?

–Yo creo que la gran influencia de Berni se debe a que supo, sobre todo con la serie de Juanito Laguna, dar en una clave. Él lo supo mejor que nadie. Hay veces que los artistas, más allá de su calidad general, dan en la clave en relación con la conexión con el contexto. En ese sentido, Berni marcó un momento muy particular.

–¿Su obra tuvo influencia en su desarrollo artístico?

–En mi obra, él no gravitó. Sí gravitó como persona, como amigo.

–¿Qué es lo que más le gusta de las pinturas de Berni?

–Lo que más me gusta es la época de Juanito, pero lo respeto de manera integral, en todas sus etapas. En su época de realismo hizo cosas muy interesantes, pero lo particular es la libertad que tomó en sus últimos tiempos. Hasta en los juegos que proponía, como los que armaba junto a Peralta Ramos (N. de la R.: la muestra “Creencias y supersticiones”) y demás. Tenía una práctica de hombre muy joven, de jugar con todo. Esa libertad se nota y se la empezó a tomar en los años 60, antes no la practicaba.

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