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EL HADA CUMBIERA

Si le preguntás a cualquier persona, incluso a gente más joven que no la escuchó cuando estaba viva, y le pedís que te nombre a cinco artistas de la cumbia, una seguro que es Gilda”. Quien propone la estadística como método para sopesar el impacto y el legado de la cantante en la movida tropical es Geo Efrita, una de las dos fundadoras de El Club del Sodeado, fiesta cumbiera mendocina, que ahora se ha mudado a Buenos Aires. En su brazo izquierdo, Geo se ha tatuado a Gilda: la icónica estampita de Corazón valiente, pero con un osito de peluche como los que le tiraban al escenario. Algunas personas recuerdan dónde estaban cuando cayeron las Torres Gemelas. Geo tiene grabado aquel 7 de septiembre, cuando se enteró del accidente mortal de Gilda, abrazada a Silvia, su niñera, las dos llorando desconsoladas. “Con ella escuchábamos y cantábamos Gilda todo el día y llamábamos a la radio para pedir sus temas.”

Efrita se permite ser objetiva y pensar qué significó Gilda para poder entender todo lo que representa en este recordatorio de aniversario. “En su momento, ella logró insertarse y permanecer en la movida tropical, sin estar en ese circuito”, acuerda, sobre los años en que Gilda estuvo “prohibida” en el conurbano bonaerense por desentenderse con los que manejaban las bailantas. A la cantante no le quedó otra que salir a la ruta, y así fue cómo primero se hizo un nombre en todo el país. Hoy por hoy se la escucha mucho en Buenos Aires, pero ella primero conquistó las provincias. “Tenía una visión más amplia como sonido o identidad. Tuvo mucha presencia y es una artista con mucha más fuerza en el interior. Aunque con el tiempo, y después de su muerte, se la escuchó más en Buenos Aires”, dirá Efrita.

EMPODERADA Y REBELDE

Más de un prejuicio y más de un estereotipo logró desactivar Miriam Bianchi en un género en el que hay talento, pero también una imperante necesidad de poner a circular proyectos casi fotocopiados. Ella no era una mujer fácil de caricaturizar, ni se ajustaba al canon físico de la época, de la escena. Como recuerda Martín “Fanta” Roisi, “Gilda no era cumbiera, era una chica de Villa Devoto que quería cantar. Y tampoco tenía ese aire de mujer pulposa como se usaba, como Gladys la Bomba Tucumana, Lía Crucet o Las Primas”. El que hace el paneo es productor de cine y TV y trabaja desde 2000 con la cultura cumbiera. Reconoce su magnetismo, pero también el impacto de sus canciones: “Era muy carismática y se ganó enseguida a toda la gente, su cara era angelical. Pero más allá de eso, sus canciones las han cantado todas las hinchadas, y las siguen cantando en todas las canchas”. Y nada tenían que ver sus líricas con el folklore del fútbol y sus chicanas, sino más bien era que realzaban otro compromiso en los sentimientos. Efrita elige “Corazón valiente” porque “es casi una visión anarquista del amor”. “Su concepción es muy profunda, la manera en que ella habla del amor. Me parece increíble que siendo una maestra jardinera pudiera estar a la altura de algunos letristas del pop o del rock argentino. Y no se le reconoce eso.”

De las canciones que Gilda cantaba, muy pocas apelaron al doble sentido o la picardía. De las que escribía, no tardaron en volverse historias de amores valientes, sufridos, renacidos. “Fue una de las primeras feministas, aun cuando no se tenía conciencia del feminismo. La primera que no fue tomada en chiste”, retrata Roisi. Es cierto que abrió el camino a las que vinieron luego: Karina, Dalila y las nuevas generaciones, como Ángela Leiva o Rocío Quiroz. “Aunque le abrió el camino a toda esa camada de mujeres, no creo que haya dejado herederas en la forma de escribir.”

En un ámbito machista, Gilda encarnó el lugar de mujer empoderada, aun antes de que ese término se extendiera. Efrita encuentra en ella a una figura contestataria: “No sé si mucha gente la ve así, pero fue una rebelde por no transar con lo que le ofrecían. No aceptaba lo que le querían pagar o se plantaba en un lugar, también porque su educación se lo permitió, de no dejarse pasar por encima”. Otro gesto de su entereza lo ha contado su percusionista, Edwin Manrique: los primeros ensayos de la banda fueron en la casa de Gilda, en Villa Devoto. Aunque en ese barrio residencial la cumbia no era bien vista.

DE CARNE Y HUESO

A pesar de su halo de santa popular, Gilda tenía bien puestos los pies en la tierra. Justo cuando los 90 empiezan a generar una nueva casta: los famosos. “Ella rompió con esa idea de la estrella inaccesible, era una persona normal”. Por más que muchos ven un paralelo con Selena, aquella popular cantante de origen tex-mex que también tuvo un destino trágico y místico, para Efrita hay mucha distancia: “Es una artista mucho más profunda. Sus letras van más allá de lo que hacía Selena”.

Hay mucho material en YouTube, pero alcanza con tres videos para entender que el legado de Gilda también es fuerte más que nada por su lado humano, su sencillez y su empatía:

  1. Un show en vivo, en Tentación Bailable de San Martín, en 1994. A los diez minutos de comenzar, ya hay parroquianos (no se pierdan al del buzo de Hermética) trepándose al escenario para tratar de abrazarla, para bailar con ella y hasta intentar comerle la boca. Estoica, Gilda lleva adelante 30 minutos de show, entre muestras tan efusivas como etílicas.
  2. Su paso por la Unidad Penitenciaria N°9 de La Plata, en 1994. Frente a un patio colmado de presos, de los que apenas la separa un cordón de camisas celestes de los guardiacárceles, comparte un pensamiento antes de cantar (“En la vida uno se puede arrepentir de muchas cosas, pero nunca de lo que manda el corazón, y amar es lo más importante”) y luego, con su banda tan aceitada como siempre, hará cinco canciones, mientras algunos presos se suben a la tarima a bailar con ella.
  3. Unos spots de entrevistas en el canal Adorable Gilda. Ahí ella recordaba el carnaval, al que iba de niña en Villa Devoto. Y decía que sus favoritas eran las travestis. “Me encantan. Debe ser difícil ser homosexual, ¿no? Creo que Dios tendría que haber hecho a las personas sin sexo, para que cada uno elija lo que más lo identifica. Lo lindo sería que cada uno pudiera elegir ser lo que es, con libertad de espíritu”.
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