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SEXUALIDAD, REVOLUCIÓN Y VISIBILIDAD

Una de las polémicas de los años 70 entre las agrupaciones políticas fue ganando, impensablemente, un espacio cada vez mayor. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había expresado con “horror” que sus militantes eran recluidos en las mismas celdas con los homosexuales. Por otro lado, Néstor Perlongher había relatado que las agrupaciones izquierdistas se corrían de lugar en la columna de manifestaciones populares para no quedar cerca de los gays; hasta que finalmente algunos trotskistas y anarquistas aceptaron la contigüidad.

En 1990, Manuel Puig, ya consagrado novelista a nivel internacional, publicó “El error gay”, que se había originado en un artículo en inglés (“Loss of Readership”). En ese artículo-manifiesto, al hablar de la censura que Puig recibió de dos críticos gay en Brasil por no dar a conocer un “perfil oficial” sobre su modo de vida sexual, especificaba lo que en aquella época de debates había sido su postura. “La homosexualidad no existe. Es una proyección de la mente reaccionaria.” El centro de su argumentación confirma su hipótesis: “La sexualidad es una actividad banal, y como actividad de la vida vegetativa es ajena a la esfera de la moral, consecuentemente no debería definir identidades. La defensa de las minorías, por tanto, conlleva la posibilidad de la formación de guetos que dificultarían la mezcla y la integración, y acentuarían la identificación a favor de la autodiscriminación”.

En medio de aquella controversia iban tejiéndose los hilos de las versiones de la que sería su cuarta novela. El beso de la mujer araña responde a esos debates. Puig inscribió en esa novela las teorías sobre homoerotismo en las notas al pie de página que explican las conductas sociales de sus personajes. Daniel Balderston se ocupó de analizar detalladamente esas teorías y descubrió debajo del acopio de resúmenes y autoridades que representan las ocho notas al pie, la cita de veintiséis autores y treinta y un textos que en realidad –con tres excepciones– ya estaban citados en las dos fuentes más utilizadas, un libro de West de 1967, y Homosexual. Oppression and Liberation, de Dennis Altman, de 1971.

ENTRAMADO Y PARODIA

Además, reveló que las notas uno a cuatro remiten al primer libro, mientras que de la cinco a la ocho pertenecen al libro de Altman, que a su vez critica al primero. Todo hace pensar que Puig construyó el famoso “Tratado” de las notas al pie en un entramado de definiciones que por hiperbolización llegan a la parodia. La tesis de la última nota al pie de la novela responde desde el título (Sexualidad y revolución) a aquel manifiesto político que había editado el Frente de Liberación Homosexual, “Sexo y revolución”, donde se analizaba el papel de la opresión sexual en el mantenimiento de la explotación. La doctora Taube, nota apócrifa en la novela, que enmascara la posición de Puig al respecto, afirma que la liberación sexual y la liberación gay en particular son partes esenciales del anhelado cambio social, y sin embargo no se priva de criticar la fijación de los roles sexuales.

Las palabras conservadas bajo la tachadura del manuscrito relatan –junto con la historia de censuras de la que Puig fue objeto– un episodio de una historia del progresivo “endurecimiento” de la Revolución cubana. Sobre ello hablaron también Heberto Padilla, Néstor Perlongher, Néstor Almendros y Reinaldo Arenas. Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) era la designación que irónicamente se aplicaba a esos campos de concentración que funcionaron desde 1964 hasta 1967, donde se recluían homosexuales. En la biblioteca de Manuel Puig conservada en Buenos Aires, había un volumen sobre cine de Néstor Almendros dedicado a su amigo: “Para Manuel, a quien tanto debo, este libro de pelea. 21/9/85.” Conducta impropia, un film de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, recibió el Premio Festival de los Derechos del Hombre de Estrasburgo, en 1984. Participaron en él Susan Sontag, Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytisolo y Reinaldo Arenas, entre otros. El film es sobre la represión de la homosexualidad en Cuba.

La carta de Reinaldo Arenas escrita poco antes de su suicidio, en 1990, explicita sus motivos en el mismo sentido: “Queridos amigos: Debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria en la cual he trabajado por casi 30 años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. Me siento satisfecho con haber podido contribuir aunque modestamente al triunfo de esa libertad. Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando. Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión. Sólo hay un responsable: Fidel Castro”. Y más adelante añade: “Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy”.

Suele verse a Manuel Puig aislado de toda comunidad literaria, pero bastó remover sus archivos para descubrir otra imagen del escritor, que, a diferencia de la política de la visibilidad de “los raros” de fin de siglo XIX, prefiere la sutileza de los guiños en una narrativa de la sugestión, donde se elude la identificación y se alude al deseo y la liberación.

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