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El Mercosur en su laberinto

Como esas parejas que llevan décadas juntas y en las que las peleas y disputas crecen conforme pasan los años, aunque sin llegar nunca al punto del ruptura, el Mercosur transita este año su trigésimo aniversario con una agenda desafiante pero además con proyectos divergentes hacia adelante entre los socios comerciales.

En los últimos años, y mucho más desde la firma del tratado de libre comercio con la Unión Europea en junio de 2019 –aún no entró en vigencia, falta la ratificación de los parlamentos nacionales–, las posiciones de algunos miembros se tensaron en favor de una mayor apertura y flexibilización del bloque, mientras que otros abogan por “enfrentar los problemas del Mercosur con más Mercosur”.

Durante la reciente Cumbre de Jefes de Estado, que tuvo lugar el pasado 8 de julio en formato virtual, Uruguay sorprendió con su decisión de avanzar en la firma de acuerdos comerciales por fuera del consenso del bloque, y de esta manera dio un paso más hacia el debilitamiento de la agenda común.

En respuesta, el presidente Alberto Fernández enfatizó en su discurso que en el mundo actual “nadie se salva solo” y remarcó que “un Mercosur de corazón solidario es la nave insignia de su estrategia de integración”.

Fue una forma diplomática de sentar posición sobre un tema en el que la Argentina pulsea en solitario ante la intención de varios socios comerciales de flexibilizar las normas ya acordadas por el bloque y en vigencia desde hace décadas.

El mandatario argentino abogó por lograr “consenso y estrategias productivas”, en el marco de la pandemia de coronavirus, y dijo que (los países del bloque) “tenemos la responsabilidad histórica de fortalecer al Mercosur”.

Días después llegaron señales desde Brasil, insistiendo en la conveniencia de reducir la protección arancelaria que tiene el bloque frente al ingreso de productos importados, que compiten con los del Mercosur. Es otro punto de rispidez en el que el consenso está lejos de alcanzarse.

Sobre este aspecto, el Presidente había asegurado que la Argentina plantea una revisión del Arancel Externo Común (AEC) que contemple “a los sectores más sensibles” y además impulsar a los sectores productivos del Mercosur “ante un mundo más proteccionista y fundamentalmente más agresivo”. Pero no todos piensan igual.

JUGADORES DE TRUCO

El Mercosur está integrado por la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay como miembros plenos, a los que hay que agregar a Venezuela, aunque este país está suspendido, por decisión del bloque, desde el 1 de diciembre de 2016.

Además, Bolivia está en proceso de adhesión y otros seis países sudamericanos (Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam) revistan en calidad de Estados asociados.

Pero este juego regional, en el que todos a nivel discursivo dicen defender el proyecto sudamericano aunque luego tironean según sus intereses particulares, se encuentra hoy en una encrucijada.

Hace tiempo que Brasil y Uruguay comenzaron a poner en agenda la apertura del bloque y la flexibilización de las normas para permitir acuerdos con terceros países en forma individual.

La piedra angular de esa estrategia es la reducción del Arancel Externo Común, hoy en torno a 12 por ciento promedio, un porcentaje elevado según los estándares internacionales pero que justamente por eso sirve de barrera para evitar un aluvión de importaciones que afecte las producciones locales.

Sobre este punto, el pasado 14 de julio el ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, ratificó en diálogo con el diario económico Valor la intención de avanzar en una propuesta de reducción del AEC del 10 por ciento, pese a la resistencia argentina.

Sería durante este semestre en el que Brasil tiene la presidencia pro-témpore del bloque y como parte de la estrategia de reducción del actual arancel a la mitad, en concreto a niveles de 6 o 7 por ciento para productos de países extrazona.

“Me gustaría hacerlo unilateralmente mañana, esta semana, pero tenemos acuerdos, no podemos dejar que el Mercosur se transforme en un factor de atraso. La Argentina está en un camino que no apreciamos, el camino de Venezuela”, remarcó Guedes en referencia a la propuesta brasileña.

En ese sentido, enfatizó: “No les pedimos que lo hagan, les pedimos que nos dejen hacer y después se sumarán”.

OTRA MIRADA

Respecto del AEC, en abril el gobierno de Alberto Fernández formalizó una propuesta para seguir protegiendo los productos con valor agregado. Contempla una reducción del 10 al 75 por ciento de las posiciones arancelarias, excluyendo los productos manufacturados.

Uruguay, en tanto, está dispuesto a avanzar en acuerdos comerciales por su cuenta, mientras que Paraguay juega con la ambigüedad y evita definiciones tajantes, haciendo el juego, en la práctica, a la postura flexibilizadora.

En declaraciones a la radio uruguaya M24, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, Jorge Neme, destacó días pasados que la Argentina tiene “una mirada amplia y receptiva”, pero dejó en claro que “las reglas del consenso son inmodificables”.

Al ser consultado sobre la posición uruguaya de negociar acuerdos por fuera del Mercosur, Neme consideró que “las negociaciones se inician en bloque y terminan en bloque”.

Y dejó un mensaje para el gobierno oriental: “Este tipo de tratados tienen ventajas y limitaciones. Uruguay tiene que tomar una decisión política. El consenso es una regla establecida claramente en todo el cuerpo jurídico constitutivo de los tratados que rigen el Mercosur”.

Para Marcelo Elizondo, presidente de ICC Argentina, el comité local de la Cámara Internacional de Comercio, y consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), “el modelo Mercosur quedó antiguo”, es el mismo desde hace treinta años y “no evolucionó”.

“Tiene el formato de una Unión Aduanera (UA), que es una modalidad de acuerdo internacional poco usada en el mundo. Sólo algo más del 5 por ciento de los acuerdos vigentes (sobre unos trescientos en el mundo) responde a la modalidad de UA”, señala Elizondo, y explica que en un AEC que más que duplica el promedio internacional, en el fondo este modelo termina jugando en contra.

Sostiene que el Mercosur soporta un altísimo arancel externo “que complica la participación en las corrientes de disrupción tecnológica planetarias”. Además, en el caso de la Argentina y Brasil, ambos países industriales, esa carga arancelaria “afecta el acceso a tecnología, insumos calificados y bienes de capital actualizados”.

Por su parte, Miguel Ponce, director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior del Siglo XXI, estimó que es fundamental que “se desideologicen los vínculos diplomáticos para que no afecten y compliquen los vínculos comerciales”.

En ese sentido, precisó que pese a las  diferencias actuales “Brasil es estratégico para la Argentina”, desde el momento en que el 75 por ciento de las manufacturas de origen industrial (MOI), que son producidas especialmente por pequeñas y medianas empresas exportadoras, van a ese mercado.

Al respecto, Ponce aclaró que el Mercosur también es beneficioso para Brasil, dado que “no tiene mejores proveedores (que la Argentina) de bienes industriales”.

Y tras revalorizar el rol del sector privado de todos los países del bloque en este tipo de acuerdos, el experto indicó que “lo que puede ocurrir es que bajemos la calidad y cantidad de la integración pero siempre algo de Mercosur va a quedar”. Una buena señal en momentos de zozobras.

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