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Caras y Caretas

           

UN DIÁLOGO ÍNTIMO

El acervo de Alejandra Pizarnik, además de poesía y prosa, incluye una vasta producción diarística donde da cuenta de sus desvelos en cuanto a la vida y la literatura, y donde reflexiona sobre la escritura y sus expectativas creativas.

Parte fundamental de la obra de Alejandra Pizarnik está escrita en prosa y plasmada en sus diarios personales, que llevó a lo largo de diecisiete años, entre 1955 y 1972. Una escritura íntima, sincera, por momentos desgarrada, pero sobre todo una reflexión constante sobre la escritura, cuya publicación aporta a la reconstrucción cabal de su producción, ya editada y compilada en distintos volúmenes que reúnen su prosa y su poesía. Editados y compilados por Ana Becciú, escritora, poeta y traductora argentina, y una de las mayores especialistas en la obra de Pizarnik, fueron publicados por primera vez en 2003, por Lumen, y más recientemente en 2013.

En diálogo con Caras y Caretas, Becciú revela algunos aspectos sobre la diarística pizarnikiana que enriquecen la comprensión de su lectura.

–¿Puede pensarse a la diarística como subgénero de la autobiografía? ¿La diferencia radicaría en la intención de privacidad o publicidad de esos textos?

–No lo sé, son actitudes diferentes las de quien lleva un diario y quien escribe su autobiografía; en el segundo caso, por lo general la intención es publicarla una vez escrita. Muchos en este mundo han escrito y escriben diarios, que equivale a llevar un registro de lo que han hecho o les ha sucedido durante el día, o de sus pensamientos. La inmensa mayoría no tuvo ni tendrá intenciones de publicarlos, aunque los conserven a lo largo de los años y a veces los relean o se los lean a otros. Decir “subgénero” es restarle categoría; la inversa valdría también: la autobiografía como subgénero de los diarios.

–En el caso de los diarios de Pizarnik, además del diálogo interno que supone este tipo de escritura, ¿hay una necesidad de catarsis, una necesidad de comprender, o tan sólo el desasosiego de una existencia sufrida?

–Bueno, eso de “existencia sufrida”, no sé, ¡ni ella se lo hubiera creído! Pizarnik no escribía en su cuaderno diario como intención de relatar su “vida”.

Claro, su relación con la escritura, sus influencias, sus deseos respecto de su producción literaria también aparecen en los diarios, como su deseo de escribir una novela. En ese sentido, ¿son los diarios un lugar donde Pizarnik sella un pacto con la escritura?

–A partir de 1955, el diario es el lugar de aprendizaje y de trabajo por excelencia. Le sirve para aprender a escribir y crearse los medios literarios para su devenir lenguaje. A partir de 1960, y durante toda la época de su estancia en París, el diario es práctica y a la vez proceso: escribiendo deviene su escritura. En esta época viajó mucho y sin embargo no habla de sus viajes, no describe lugares ni paisajes, ni ofrece ese tipo de impresiones espontáneas que normalmente anotan los diaristas. Escribe casi exclusivamente reflexiones sobre sus lecturas o sobre sus situaciones emocionales y psíquicas, que analiza constituyéndose ella misma en esa tercera persona que Maurice Blanchot llama “el neutro” y con la que comienza la literatura. A las otras terceras personas reales, aparte de nombrarlas siempre con sus iniciales, nunca las describe.

EL LUGAR DE LA ENUNCIACIÓN

En un trabajo a propósito de la primera edición de los Diarios, la especialista Susana Díaz Núñez, doctora en Literatura Española por la Universidad de Vigo y licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Santiago de Compostela, señala: “Los Diarios de Alejandra Pizarnik se construyen desde la posición de la mujer que escribe, siendo esta la única posición en la que se reconoce: ‘Y aún ahora me parece absurda la vida de casi todas las mujeres de mi edad: amar o esperar el amor, cristalizado en un hogar, hijos, etc. Es más, todo me parece absurdo: tener un empleo, estudiar, ir a reuniones, etc. Siempre he sentido que yo estaba designada o señalada para una vida excepcional’”. Y es justamente esta vida excepcional la que se registra en los diarios, “a lo largo de diecisiete años en constante conflicto con el mundo, consigo misma y con su escritura”.

Respecto del trabajo de edición sobre los diarios, uno de los principales desafíos es el manejo de la tensión entre lo público y lo privado, entre lo que la autora escribe para sí que ahora está llamado a ver la luz. Becciú explica:

–Una constante de los diarios de escritores es que otros se encarguen de publicarlos póstumamente. Estas publicaciones podrían dar la impresión de ser una violación de la intimidad del diarista, pero es evidente que al conservarlos el escritor está indicándonos que es consciente del valor intrínseco que tienen. Esto es más que evidente en el caso de Pizarnik. Claro está, es necesario tener en cuenta también el principio de respeto a la intimidad de terceras personas aún vivas y a la intimidad de la propia diarista y su familia. En este aspecto, la colaboración y asesoramiento de la dirección editorial ha sido muy útil.

–¿Pueden rastrearse en los diarios de Pizarnik procedimientos de su escritura?

–Claro que sí. En la edición de 2013, que cuenta con más de mil páginas, se incluyeron apéndices justamente para que los lectores de Pizarnik puedan apreciar sus procedimientos de escritura y reescritura.

–Algunos autores hablan del mito en torno de la escritura y la personalidad atormentada de Pizarnik, y otros en cambio señalan que los diarios confirman que no existe impostura en esa escritura tortuosa, que en todo caso hay una línea de continuidad. ¿Qué opinión tiene al respecto?

–En ningún caso en Pizarnik se puede hablar de impostura, y menos de escritura tortuosa. Si hubiera lectores que leen la poesía de Pizarnik como escritura tortuosa, es que esa poesía no es para ellos (ni esa ni ninguna otra). En sus diarios, Pizarnik escribía y reflexionaba sobre ello.

Al respecto, Díaz Núñez aporta: “Al igual que Scherezade, Pizarnik escribe para no morir: ‘Llenaré el fracaso de mi vida con la belleza de mi obra”, pronuncia, al tiempo que asegura que no morirá hasta que no lleve a cabo ‘el proyecto’ o el ‘plan literario’, es decir, la creación de su novela. La continuidad del ser garantiza, pues, la continuidad de los diarios, el trabajo de escritura, con lo cual estos textos suponen, además, un espacio o taller íntimo, un lugar de estrecha convivencia entre la escritora y su proceso creativo. De aquí se desprende la incidencia que tiene este aspecto sobre la perfección del lenguaje. Cuanto más se escriba y más se lea, mejor será este lenguaje, entendiendo por ‘mejor’ la capacidad de expresar correctamente esa vida interior que fluye palabra por palabra al respaldo de la belleza estética o formal”.

Escrito por
Cecilia Fumagalli
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