Después de veinte años de trabajar en una organización bancaria, y a raíz de un diagnóstico médico que indicaba una “enfermedad crónica y autoinmune”, Ximena Ambrosioni decidió saltar al vacío, con un único impulso: una hija y la certeza de que había enfermado para sanar heridas. Sin mirar atrás empezó a estudiar Fotografía en la Escuela Creativa de Andy Goldstein, camino que la llevó a especializarse en fotografía de espectáculos, aunque actualmente lo combina con fotoperiodismo. “La magia existe si estamos abiertos/as a ella”, dice.
–¿Cómo surge tu pasión por la fotografía?
–Me sucedió algo químico en el cuerpo la primera vez que agarré una cámara de fotos medianamente profesional. Algo así como un amor profundo por capturar un instante y hacerlo eterno. Sentí que algo había pasado en mí y que era definitivo. Siento que el destino se nos presenta a través de señales que conectan el cuerpo con el espíritu. Desde este plano lo llamaríamos magia, pero estoy absolutamente convencida de que es el lenguaje del alma.
–¿Cuándo empezaste a dedicarte profesionalmente a la fotografía?
–Ya cursando dos años de la carrera de Fotografía Creativa en la Escuela de Andy Goldstein, siguiendo en la línea mágica de este camino, en 2015 me crucé con Patricio Villarejo, quien es, entre mil cosas, ex integrante de la Orquesta Pugliese, ha dirigido la Orquesta de Charly y Fito, director de la Orquesta Kashmir, integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional, quien con una generosidad infinita me convocó a realizar fotos del homenaje a Luis A. Spinetta, Tu vuelo al fin, que se realizaba en el Centro Cultural Kirchner en noviembre de ese mismo año. En ese momento entendí que todo iba bien y que había encontrado, por fin, a los cuarenta años, mi misión profesional. Fue por esos días también que conocí a Javier Malosetti y a Inés Estévez, que empezaban a tocar juntos. Y así fue que quedé unida a Inés no sólo desde lo profesional sino también afectivamente para siempre, desde una gratitud infinita. Varias veces necesité hacer un alto en algún show u obra de teatro para darme el tiempo de entender dónde estaba, con quién y haciendo qué porque era muchísimo más de lo que podría haber soñado alguna vez.
–¿Hay algún trabajo tuyo que haya quedado en tu memoria por un motivo especial?
–Es muy, muy difícil esta elección. Es casi como elegir entre los hijos. El poder retratar personas desconocidas e incluso artistas hace que desde esa imagen se refleje la pasión, es casi como retratar su alma. Una persona apasionada es difícil de olvidar para mí. Si tuviera que elegir una, es un retrato de Inés que lo llamamos “Trance” porque literalmente ella estaba volando en la música en ese instante. Y todo el registro del homenaje a Spinetta es la belleza total.
–¿Qué es la fotografía para vos?
–¡Uf! La fotografía para mí es el puente hacia lo más profundo de mi ser profundo. Mi sanación. Mi valentía toda y mi lado más bello. La fotografía me ayudó a entenderme. Hoy la fotografía es el medio mediante el cual me muevo por la vida dejando mi huella. Gracias a que el universo ha confluido, yo vivo de la fotografía. La fotografía hizo carne la pasión en mí, puedo irme de acá habiendo experimentado esa sensación única que no encuentra palabras.
–¿Trabajás en algún proyecto actualmente?
–Tengo un bosquejo para dejar un registro fotográfico de este momento tan único que estamos atravesando. El mundo enfermó y sanar es parte de la misión que tenemos todos. Va por ahí.
–¿Cuál es tu próxima meta profesional?
–Tengo un sueño y es ser fotógrafa oficial de un teatro grande. Que mis días sucedan entre bambalinas, artistas, camarines, escenarios y luces. Desde muy chiquita fui apasionada del teatro y su magia. Amaría ser la fotógrafa de algún teatro. Sería juntar las partes de mí, el lado de esa niña que fui con sus sueños y mis metas desde una perspectiva de mujer adulta, en este camino mágico que sigo transitando.