La naturaleza siempre está rondando su obra, quizá porque es allí donde el concepto de tiempo se hace presente y toma múltiples formas y procesos. A veces aparece en los materiales con los que elige trabajar, otras en el aspecto procesual de la pieza, ya sea buscando la colaboración de la naturaleza o recreando procesos naturales en los que el azar y el tiempo determinan las características formales. Naturaleza y tiempo, ciclos repetitivos, invención de métodos rigurosos y búsqueda geométrica son las preguntas que redundan en la obra de la artista plástica Bárbara Kaplan. Y, a partir de 2017, se abrió una tangente: el cuestionamiento del patriarcado, que concluyó con una trenza verde de 23 metros que inundó la marcha del 8 de marzo de 2019.
–¿Cuándo empezaste a tener contacto con las artes plásticas?
–Cuando comencé la secundaria tenía una orientación muy clara hacia las ciencias, pero por suerte hice un taller de cerámica a contraturno y eso me abrió un mundo. Así que fue en mi adolescencia.
–¿En qué proyecto estás trabajando ahora?
–En realidad no estoy trabajando mucho. En mi obra más cercana trabajo con números y como ahora en la cuarentena lo que aparecía eran números y números y números constantemente (no me agarró muy productiva la cuarentena, todo lo contrario), estoy haciendo un trabajo que tiene que ver con los números de la covid. Estoy esperando que termine el año para darle forma.
–¿Te referís a casos?
–Sí, yo venía trabajando con un montón de secuencias numéricas matemáticas, los números aparecen todos los días, de muertos, de enfermos, de recuperados, por países. Decidí trabajar con la sumatoria de casos de covid a nivel mundial de 2020. Es impresionante, hasta hoy el número es de 75 millones.
–Sos una artista que está en contacto con la lucha feminista. ¿Cómo es tu trabajo en relación con esa temática?
–Sí, es una tangente que se abrió. Empecé a formar parte de “Nosotras proponemos”, un colectivo que se armó en 2017 y del que participé desde las primeras asambleas. Yo nunca había militado pero este espacio de colegas cuestionándose el patriarcado me pareció diferente. Y estuvo buenísimo porque me pude vincular con artistas que conocía pero no de modo tan cercano y encontré mucha afinidad. Le puse entusiasmo a este colectivo. Y creo que cuando más le puse el cuerpo fue cuando hicimos esa trenza gigante el 8 de marzo de 2019, que llevamos a una marcha, una enorme trenza verde de 23 metros. Fue realmente increíble lo que ocurrió entre la gente, en la calle.
–¿De qué material era la trenza?
–Era una tela que me habían regalado, que la habían encontrado en la calle y era verde del color de la campaña. Me la había regalado una amiga que dijo “se la doy a Barbi que algo va a hacer”. Y la tuve guardada en el baúl de mi auto un montón de tiempo hasta que les comenté a las chicas de “Nosotras proponemos”. Eran cantidades enormes de tela. Surgieron un montón de imágenes de ese trabajo. Era tan extensa que todo el mundo la agarraba, no sólo las que la habíamos llevado. Todos se sumaron a esa trenza.
–¿Cómo vas eligiendo, cómo van surgiendo los materiales para el trabajo o la temática?
–Es casi siempre la misma temática y los materiales son diversos pero no tanto, porque es como que uno te lleva a otro. En general tengo afinidad por materiales orgánicos. En el último tiempo mi trabajo se fue desmaterializando. Yo vengo de la escultura, de la materia, y siempre el trabajo tenía que ver con la presentación de la materia, más que con la representación, con algo más abstracto. Y en este último tiempo es más conceptual, y tiene más que ver con el dibujo, sin dejar de lado lo artesanal. Los últimos trabajos son muy racionales, son números, dibujos, dibujos manuscritos, parte de la gracia del trabajo tiene que ver con esta manualidad. Trabajé mucho tiempo con cera de abeja, lo que me trajo toda una investigación sobre la producción de la cera, sobre las abejas, sobre la forma de vivir de esa sociedad y sobre los diferentes modos de vivir. Un material me llevó al otro. Trabajo mucho con arcilla, con ramas, con la naturaleza. Siempre la pregunta tiene que ver con la posibilidad o la imposibilidad de comprender el tiempo. Los materiales de la naturaleza tienen ahí latente el tiempo.
–Vi una obra tuya que se llama “Suspensión”.
–Esa es una montaña de polvo de yeso, está colgada y parece que resiste la gravedad. Esa es una obra que hace tiempo vengo trabajando con Mariano Dal Verme, mi pareja, y tiene que ver más con las instalaciones.
–Debe ser fuerte compartir la vida y el trabajo creativo con alguien, dentro de lo cotidiano.
–Sí, tiene que ver con una filosofía de vida que también la aplicamos al arte. Trabajamos con lo que hay, con lo que va apareciendo. Y funcionamos como equipo. De alguna manera también funcionábamos como equipo antes aunque no hubiera obra en conjunto y tuviera la firma de uno u otro, el otro colaboraba.
–¿Cómo fue Doméstico, en Ira de Dios?
–Ira de Dios era un galpón en Villa Crespo y Doméstico se llamaba la muestra. Nos invitaron a los dos, a Mariano y a mí, a exponer obra en ese espacio que reacondicionamos. Era un lugar donde se hacían clínicas y residencias con artistas de distintas partes del mundo. Montamos una gran instalación donde funcionaban cinco obras. Hicimos esa obra durante un mes o un poco más y no había otra cosa para nosotros que la producción de la obra en ese momento.
–¿Qué momento de tu carrera atesorás?
–La experiencia de la residencia que tuve en 2017 en Estados Unidos, Omi (https://artomi.org), fue realmente novedosa. Tengo un hijo de diez años, doy clases y la experiencia de la residencia fue algo tan fuera de la normalidad. Te instalabas un mes, te daban la comida, lo único que tenías que hacer era ir al taller y hacer lo que quisieras. Sólo abocada a producir obra. No tenía nada que hacer excepto eso. Y la convivencia con distintos artistas. Increíble.
–¿Qué expectativa tenés para este año?
–Me gustaría que después de un año como 2020, que concluyó tan extraño, con tantas manifestaciones de lo mal encaminada que va la sociedad, haya un cambio sistémico de algo.