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“Gardel es un prócer popular con todos los condimentos del personaje histórico”

“Después de dos años y medio de investigación y escritura –explica Felipe Pigna–, uno va metiéndose con el personaje, llegás a tener una cierta intimidad, se te hace cotidiano. Y además, aquí están los discos, y sobre todo las películas. Hay un Gardel vivo, caminando, actuando, el personaje encarnado, y no tenía que imaginármelo como cuando escribo sobre Mariano Moreno o San Martín.”

¿Por qué Gardel? “Porque es un prócer popular con todos los condimentos del personaje histórico, por eso me pareció tan importante hablar del contexto en el que desarrolló su carrera”, dice el historiador. Desde sus orígenes, pasando por su vida artística y emocional, hasta el trágico accidente y su velorio masivo en el Luna Park, Pigna le dedicó al Zorzal criollo una tarea de investigación profunda. El resultado son casi 600 páginas de Gardel (Planeta), un libro que revisa, además, el convulsionado mundo que le tocó vivir al mejor cantor de todos los tiempos, el que llevó al tango canción del bajo fondo a la fama internacional.  

“El ascenso del tango instrumental a las elites mundiales había ocurrido un poco antes de Gardel: 1913 fue el año de explosión del tango en Europa. Incluso el papa Pío X llegó a interesarse por el tema y emitir un documento donde lo condenaba como danza impura. Fue un año explosivo básicamente del tango bailado. Gardel graba ‘Mi noche triste’, su primer tango, en 1917, y después ‘Flor de fango’. Diría que para 1920 incorpora un repertorio tanguero más importante, y a Europa lo lleva hacia 1923.”

–¿O sea que mientras en Europa el tango era admirado por las elites, en la Argentina se lo despreciaba?

–Se lo veía como una música de los bajos fondos. Justamente, en 1913 hubo un concurso en el Palais de Glace que organizó el barón De Marchi, un tipo muy vinculado al poder, donde se cuenta que fueron hombres y mujeres de la sociedad a escuchar y bailar tango instrumental. Pero había una interconexión entre la elite y el tango: la “indiada”, que eran las patotas de los “niños bien”, iba a los suburbios y aprendía a bailar tango, y por otra parte se colaban algunas partituras de tango que las niñas de las buenas familias tocaban en el piano. Fue un ingreso paulatino en los estratos más acomodados de la sociedad.

–Era una época donde todo era más lento, la gente se mandaba cartas, se viajaba en barco; sin embargo, el ascenso de la carrera de Gardel fue muy veloz.

–Fue meteórica, acá y en Europa. Además recordemos que fue a Europa como parte de una compañía teatral en lo que se llamaba los “fines de fiesta”, donde por el final, casi de relleno, tocaban grupos musicales. Lo que ocurre en ese viaje de 1923 es que Gardel y Razzano, su compañero, terminan actuando solos, aclamados como lo más destacado de la compañía artística.

–¿A Enrico Caruso lo conoció poco antes?

–Sí, en un viaje a Río de Janeiro, en el barco, acompañando a la compañía teatral Río de la Plata, y tienen una escena muy fellinesca: Caruso y Gardel cantando en la cubierta y Caruso dándole consejos sobre cómo cantar, cómo colocar la voz, diciéndole que no se esfuerce como tenor porque es barítono, cómo cuidar la garganta. Y le dice que tiene una voz extraordinaria, apta para cualquier teatro de ópera. Cantan fragmentos de canciones, Caruso algún aria, Gardel algún cielito o alguna milonga, porque todavía no había incorporado el tango a su repertorio.

–Una escena parecida a la de Mi Buenos Aires querido, con Tito Lusiardo.

–El barco está muy presente en su vida y en las películas. Obviamente, era el medio de transporte predominante para hacer largas travesías. Tardaba entre 11 y 15 días en llegar a Europa y eso era toda una aventura y había que pasarla bien. Cantaba, hacía campeonatos de cartas con la barra de guitarristas y otros pasajeros: Finochietto, González Tuñón. Hay testimonios de gente que cada noche le pedía que cantara en el comedor del barco.

–A medida que pasa el tiempo se sabe menos de su historia personal, quedaron sí algunas fake news, como que era gay, o que nació en Tacuarembó…

–O que estuvo preso en Ushuaia. Las fake news en su caso tienen que ver con que fue un chico de sectores populares, que se crió en la calle, entonces la gente se atreve a armarle historias que no se atrevería con un Anchorena o un Echeverría, se cuidarían más de lo que dicen, sobre todo si no hay asidero. No es que sea tremenda la acusación, entre muchas comillas, de homosexual, sino que en el contexto en que se hacía era un descalificativo. Él era un heterosexual con mucha vida amorosa y una sola pareja conocida y legal: su novia María Isabel Del Valle. El famoso tango que dice “en mi vida he tenido muchas, muchas minas, pero nunca una mujer”, lo resume un poco. Los amigos le envidiaban las minas y él les decía: “No te equivoques, las minas se enamoran del cantor, no de mí”. Carlitos distinguía con claridad entre el personaje y la persona.

–¿Era un tipo con los pies en la tierra?

–Muy. Él sabía perfectamente quién era pero nunca hizo de eso un elemento de soberbia o de vanidad, tenía muy buen vínculo con su público. Siempre quedaba gente afuera de sus funciones, ya sea porque se habían agotado las entradas o porque no podían pagarlas, y era muy frecuente que a la salida les dedicara un minirrecital de cuatro o cinco temas.

–Decís que Gardel era un vanguardista, que le apasionaba la tecnología. Es contemporáneo del auge de la industria cultural, en su época aparecieron los discos, el cine sonoro…

–Y la radio, un instrumento al que él le da mucha importancia para su difusión. Gardel es un pionero, y va regrabando a medida que la técnica va mejorando. Y lo hace en distintos países: España, Francia, Estados Unidos, regrabando versiones de los temas que quiere que queden bien registrados, con alta calidad. Cuando ve el cine sonoro, quiere filmar. Él realiza los primeros cortos de la historia argentina, que son geniales, con Discépolo, el Negro Flores, Alberto Vacarezza, a fines de 1930. Fueron los primeros videoclips, como dice Charly.

–Buceaste mucho más allá de la historia personal del Zorzal, incluso describís un poco la infancia de la madre.

–Me parecía importante porque ese nacimiento, proveniente de una muchacha que quedó embarazada y abandonada, que era tan frecuente en aquel momento, va a implicar nada más y nada menos que esa mujer, Berta, decida emigrar, irse de Francia, donde la señalaban a ella y a su hijo como bastardo.

–Se supone que no estaba interesado en política, pero cantó muchos tangos políticos.

–Él componía música, básicamente, no letras, pero supo elegir repertorios muy representativos de determinados momentos de la historia, que retratan la situación social, la crisis del 30. Él elige los tangos, y cuando le preguntan cuál era su tango preferido aparece “Pan”, que habla de la huelga, de un padre que tiene que robar para darles de comer a sus hijos, un tangazo tremendo. También “Yira yira”. Incluso se ve en su generosidad que algunos decían que era demasiada, que no tenía límites a la hora de ayudar, a conocidos y desconocidos, muy mano abierta.

–¿Qué descubriste vos del Gardel menos conocido?

–Conocí a un Gardel muy disciplinado, que se cuidaba mucho físicamente porque parte de ser Gardel era la pinta de Carlos Gardel, algo que contradice mucho su imagen de fiestero. También profundicé un poco sobre el trayecto de su cadáver, que atravesó la selva colombiana, Panamá, para ser velado en Nueva York, y culminar en el velatorio impresionante del Luna Park.

–¿Tuvo detractores, como Maradona?

–Tuvo, como todo el mundo. Un crítico muy fuerte fue Homero Manzi, que después se arrepintió, pero uno advierte ahí cierta envidia. Sí tuvo importantes detractores en la derecha católica: monseñor Franceschi, un cura de ultraderecha que era un tipo muy influyente en la sociedad argentina, lo tenía de punto a Gardel, seguro que por envidia también. Lo criticó hasta después de su muerte. De su velorio dijo: “Ahí están las mujeres prostituidas que lloran a un cantor de tangos”. El tipo de cosas que se dijeron durante el entierro de Maradona, que demuestra una vez más cómo se posiciona la elite más reaccionaria frente al dolor popular.

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