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“FUIMOS UNA GRAN FAMILIA”

Patriotismo, sensibilidad y lucidez. Esos tres aspectos son los que distingue el reconocido pintor Luis Felipe Noé para hablar de su íntimo amigo Fernando “Pino” Solanas. En diálogo con Caras y Caretas, Noé repasa su vida junto al cineasta, con paisajes que van desde el exilio en Francia, los años nuevos compartidos en familias y las candidaturas políticas de Pino hasta una última obra juntos, el documental próximo a estrenarse– Tres a la deriva del acto creativo, que protagonizaron junto al dramaturgo Eduardo “Tato” Pavlovsky. Eso sí, en más de cuarenta años de relación, el artista plástico no distingue cuál fue la primera vez que vio a su eterno amigo.

–La verdad es que ya ni sé cuándo lo conocí a Pino. Pero sé que fue de andar en cosas parecidas y ser, más o menos, de la misma edad, aunque él era tres años menor. Éramos conocidos, con amigos en común, pero no teníamos un trato cotidiano. La gran amistad la hicimos en París, hace ya cuarenta años. Desde aquel entonces fuimos muy unidos. Hay algo que dijo mi hijo, Gaspar, el otro día para despedirlo: “Entre tu familia y la mía, los jóvenes nos sentimos como primos”. Fuimos una gran familia.

–Su hijo también entabló una relación especial con él.

–Gaspar es el ejemplo máximo de nuestra amistad. Él se interesó por el cine, estudió en Francia, y Pino le ofreció ser asistente de la película que se rodó en París, El exilio de Gardel. Mi hijo lo dijo clarito: “Poco a poco, después de tanta cercanía, te volviste un maestro para mí”. Era su tío favorito. Es que Pino era mucho más sabio que yo.

–En una nota destacaba que lo que más le llamaba la atención de Solanas era su sensibilidad. ¿Cuándo notaba esa cualidad?

–La respuesta fácil es decir que se notaba en su cine, en el lenguaje cinematográfico de sus películas. Pero también llamaba la atención en el lenguaje de la palabra. Escucharlo hablar era una experiencia enriquecedora. Tenía una sensibilidad de percepción, una lucidez en las palabras, que me cuesta ver en otras personas. Eso se puede notar en sus películas sobre el menemismo: esa serie de filmes me parece extraordinaria. Ahí también se distingue su gran patriotismo, una cualidad que, lamentablemente, es muy extraña en las personas. Él era un gran estadista, no un buen político.

–¿Cómo es eso?

–Su país era parte fundamental de sí mismo. Pero el juego político, que es como una partida de ajedrez, no era su fuerte. Él se destacaba en su visión de Estado, pero cuando le tocaba jugar en las maniobras políticas, ahí quizá le venían las críticas. Muchos le señalan contradicciones que no son tales: en la política, en ese juego de probabilidades, uno tiene que discernir entre su postura de país y en el juego de alianzas para que las políticas públicas puedan impulsarse. En la segunda partida puede ser que no sea el mejor, pero en la visión de país, él siempre lo tuvo muy en claro.

–“Compromiso político y arte”, esa puede ser una buena síntesis del documental Tres a la deriva del acto creativo.

–En la película no hacemos otra cosa más que hablar de arte. Eso no quiere decir que no se incluya la conciencia política detrás del desarrollo del tema. Es un muy buen homenaje a nuestra amistad, también a la de Pino con Tato. Es una película que destaca tres aproximaciones de distintas disciplinas: el cine de Pino, el teatro de Tato y la pintura de mi parte. Se postergó su lanzamiento con la pandemia, pero sé que está próxima a salir.

–Por último, ¿cómo define a Pino como amigo?

–Tenía un gran sentido de la amistad. Era muy amigo de sus amigos. Y eso me parece lo más importante.

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