No hay nada en la historia argentina que se parezca a la jornada del 17 de octubre de 1945. Afirmar que con el nacimiento del peronismo se dividieron las aguas de la política nacional hoy es una obviedad. Pero se suele soslayar el hecho de que con los nuevos rostros que entraron en la escena social también irrumpieron nuevas estéticas y eróticas. Los obreros y las obreras de tez oscura que salen a la luz pública en Plaza de Mayo para pedir la libertad del coronel Perón trastocan los cánones de belleza y crearon nuevos objetos voluptuosos de deseo.
Este hecho no pasó desapercibido para los medios de la época. Un testimonio que perduró en la memoria histórica, el del intelectual de FORJA Raúl Scalabrini Ortiz, afirmaba: “El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábitos de burgués barato. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón… Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea y de aceites. (…) Descendientes de meridionales europeos iban junto al rubio de trazos nórdicos y al trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. (…) Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el empleado de comercio. Era el subsuelo de la patria sublevado”.
El incipiente erotismo del texto que hace hincapié en los “brazos membrudos”, “los torsos fornidos”, los cuerpos cubiertos de breas, grasas y aceites de los trabajadores y de la rebeldía de las hilanderas da cuenta de nuevas fantasías que van a instalarse en el imaginario erótico argentino.
También las mujeres irrumpieron, gozosas en esta fiesta multitudinaria que habrá dado lugar a muchos y apasionados romances y encuentros sexuales. Y en una exaltación de política y sexo, en una comunión que tenía algo de mística y mucho de placer gritaban con orgullo y felicidad, liberadas de las tareas de la casa: “Sin corpiño y sin calzón/ somos todas de Perón”.
En las antípodas de Scalabrini Ortiz y de la alegría peronista aparecen testimonios que insisten en las voces chillonas de la chusma y las ropas de colores vistosos del cual uno de los más canallescos en términos de ética periodística es el del Diario Crítica, que debajo de una fotografía de poco más de una decena de personas afirmaba en su crónica del 17 de octubre: “Las muchedumbres agraviaron el buen gusto y la estética de la ciudad, afeada por su presencia en nuestras calles. El pueblo las observaba pasar, un poco sorprendido al principio, pero luego con glacial indiferencia”.
La estética peronista
El peronismo se apropiará del ideal estético del obrero viril en afiches, folletos, monumentos, cárteles de propaganda y libros escolares. Entretantos ejemplos, Forjando la Patria un texto para tercer grado, exhibía en su tapa el dibujo de las espaldas musculosas de un trabajador argentino que modelaba el país con sus manos. El paroxismo es el proyecto del Monumento al Descamisado realizado por el escultor León Tomassi en 1947, más tarde destinado a convertirse en el fallido mausoleo de Eva Perón. Las maquetas dan cuenta de figuras masculinas que exhiben en sus torsos desnudos los ideales de juventud, belleza y fortaleza, la combinación exacta para combatir a los enemigos del peronismo y la poderosa mano cerrada sobre el corazón, símbolo de la lealtad a Perón.
La construcción simbólica del cuerpo del trabajador saludable lo asociaba frecuentemente con el deportista y de ahí puede provenir la afinidad de Perón y Evita de fotografiarse invariablemente con obreros, atletas, futbolistas y con las reinas del Trabajo. También el auge de películas sobre deportistas, como Pelota de trapo (1948), con Armando Bo. Asimismo, Perón, proclamado primer trabajador, exhibía fotografías practicando esgrima, boxeo y atletismo y unas viñetas en donde representado en un ring como boxeador noqueaba a la débil y afeminada Unión Democrática.
En el cine, el 17 de octubre da lugar a historias de amor eróticas y melodramáticas con obreros y obreras como protagonistas en películas militante como Surcos de sangre (1950) y Las aguas bajan turbias (1952), entre otras. Asimismo, en El grito sagrado (1954), la fecha fundacional peronista era asimilada a las luchas de los sectores populares para rechazar las invasiones inglesas en 1807 o a la multitud del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.
Estética y erótica actual
También en sus discusiones estéticas y culturales, la política argentina es hija del 17 de octubre. Hay una frase de Georg Simmel que ilustra con elocuencia el desprecio que los sectores populares despertaron en un sector de la sociedad a partir de entonces y hasta la actualidad: “La cuestión social no es sólo una cuestión moral sino también una cuestión nasal”. Y a continuación, el sociólogo señala que el capitalista preferiría aumentar el salario a estar en la misma habitación respirando el sudor del obrero.
Porque tal como afirmaba Félix Luna en El 45, el 17 de octubre “el pueblo estaba ahí para expresarse por su propia boca, por su propia, ronca voz. No era una abstracción: era el pueblo real, de carne, huesos, pelos, olor a sudor y malos modales”. Y eso irrita tanto o más que la demanda política y se expresa en epítetos que perduran como el “carnaval de los negros”, el “aluvión zoológico”, el rechazo al olor a choripán o la expresión “las patas en la fuente” para referirse a las y los trabajadores que refrescaban sus pies en Plaza de Mayo. Sigue molestando la fiesta carnavalesca, los cánticos (“Yo te daré / te daré Patria hermosa/ te daré una cosa/ una cosa que empieza con P: Perón”) y el ruido del bombo, fetiche peronista por excelencia que tuvo su bautismo de fuego en las jornadas de octubre.
Por eso evocando la fecha Borges y Bioy Casares escriben el himno literario del gorilaje La fiesta del Monstruo, con sus multitudes de seres abyectos, pies planos, basura genética a la que se recoge en un camión y se la arroja a Plaza de Mayo. Y Silvina Ocampo escribe en un poema olvidable: “Yo vi una turba histérica, incivil / que a la casa Rosada se acercaba…”, Cortázar inventa Casa tomada” (1951) y concibe el desprecio visceral a la estética de los sectores populares en relatos como La banda (1951) y Las puertas del cielo (1956). Aunque, nobleza obliga, en este cuento prejuicioso crea una de las cabecitas negras más deseadas de la cultura popular: Celina, diosa de la milonga.
Porque mal que les pese a ciertos sectores, el 17 de octubre posibilita en el ámbito urbano un encuentro de clases y diversidades sociales que tiene mucho de subversivo. Aunque en el ’45 gritaban: “Maricones a otra parte /viva el macho de Eva Duarte”, algunos obreros sucumbieron al pansexualismo. Y para dar testimonio de ello en La narración de la historia, (1959) de Carlos Correas, primer cuento gay de las letras argentinas, una marica de clase media tiene un affaire sexual con un cabecita negra.
La literatura contemporánea sigue construyendo imágenes que enlazan sexualidad, peronismo y concentraciones obreras. En la novela La lengua del malón (2003), Guillermo Saccomanno da a luz al personaje del profesor Gómez, cabecita negra, peronista y gay, que se deleita mirando pantalones abultados y oliendo las axilas transpiradas de los obreros concentrados en Plaza de Mayo a la voz de “Quien no haya estado en una manifestación no sabe de qué hablo, no puede comprender esa calentura que desborda”.