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LA CIENCIA CONTRARRELOJ

A fines de enero, cuando el virus SARS-CoV-2 arribaba a Europa con la llegada de un puñado de turistas del continente asiático, en la Argentina, la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, anunciaba que la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud “Dr. Carlos Malbrán” (Anlis Malbrán) estaba capacitada para detectar, si así ocurriera, algún caso sospechoso de coronavirus. Un mes y medio después, el 3 de marzo, se confirmó el primer caso positivo de covid-19 en el país, y ocho días más tarde, la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia. Desde entonces, los científicos argentinos se pondrían al frente de una batalla que aún no finalizó, pero que puede mostrarse como una línea de tiempo de avances y descubrimientos.

GENOMA. Uno de los hallazgos indispensables, acaso el primer eslabón necesario para una cadena de posteriores desarrollos, fue la decodificación del genoma, lograda el 7 de abril en la Anlis Malbrán. “Secuenciar el genoma significa determinar cuál es la información genética del virus para saber cada una de las bases que constituyen el ARN que establecen su comportamiento y su acción. Implicaría conocer el plan maestro del virus”, describe pedagógicamente Claudia Perandones, directora científico-técnica de la institución. “En aquel momento estudiamos tres cepas, había introducciones de Asia, Europa y EE.UU.”, completa.

Estas secuenciaciones continúan hoy en día, pero con otros objetivos. El primero era mapear de dónde habían provenido los primeros pacientes infectados; el segundo, determinar si los kits de diagnósticos que se utilizaban incluían las regiones que estaban presentes en el virus que circulaba en nuestro país y, por lo tanto, si servían, y el tercero, identificar distintos linajes, ya que el virus que circula no es idéntico en todo el país. Gran parte de esta información se utiliza para el desarrollo de diagnósticos, tratamientos terapéuticos y hasta una potencial vacuna.

TEST. Otro paso se dio el 5 de mayo, cuando investigadores del Conicet y del Instituto Leloir lograron desarrollar el primer test serológico (Covidar IgG) que en sólo dos horas comprueba si una persona tiene anticuerpos contra el nuevo coronavirus. Este test superó las 300 mil determinaciones y comenzó a exportarse a México. Una semana más tarde, el Conicet y el Instituto César Milstein desarrollaron un dispositivo de diagnóstico de bajo costo (Neokit-Covid19) que en 90 minutos permite obtener resultados positivos o negativos sobre este virus. De este kit se produjeron más de 350 mil determinaciones y esperan llegar al millón. Uno más, de similares características, fue producido días después por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).

TRATAMIENTOS. En materia terapéutica también se lograron grandes avances. Por un lado, desde junio se utiliza, bajo un protocolo de investigación desarrollado por el Ministerio de Salud de la Nación, la terapia con plasma convaleciente. “En esto trabajamos continuamente porque lo que hacemos es evaluar el nivel de anticuerpos neutralizantes que tienen los plasmas convalecientes para poder determinar si ese plasma realmente va a ser útil o no en el tratamiento de otra persona contagiada”, cuenta Perandones.

Otro desarrollo público-privado es el incipiente tratamiento con suero equino hiperinmune, que se encuentra en ensayo clínico para tener a fines de septiembre su verificación final. En su desarrollo participó un consorcio integrado por investigadores del Conicet-Inmunova, el Instituto Biológico Argentino, la Unsam, la Fundación Leloir y la Anlis Malbrán, que se encargó de determinar si ese suero de caballo producía la neutralización del efecto del virus en cultivo. Al dar positivo ese resultado, se indicó pasar al ensayo clínico actual. Según Perandones, este efecto neutralizante puede ser entre 50 y 200 veces más poderoso que el del plasma de pacientes convalecientes.

MÁS LOGROS. Se podría escribir, también, sobre la descentralización del diagnóstico en más de cien laboratorios, sobre el ensayo de inmunofluorescencia o sobre los superbarbijos antivirales diseñados por Conicet-UBA y fabricados por una pyme de La Matanza. Se podría seguir con una larga enumeración, hasta llegar a la noticia de que la Argentina se hará cargo de la producción de la vacuna (desarrollada por la Universidad de Oxford y el grupo farmacéutico AstraZeneca) para toda la región latinoamericana, excepto Brasil, y que será mAbxience el laboratorio que llevará adelante esa producción “a riesgo”, ya que quedan pendientes los últimos ensayos clínicos. Así lo anunció el presidente Alberto Fernández, el 12 de agosto, remarcando la idea de que esta decisión es un reconocimiento de la calidad de los laboratorios argentinos.

LA APUESTA DEL ESTADO

En cada uno de los eslabones de estos desarrollos científicos aparece, de manera directa o indirecta, la participación de recursos humanos y económicos del Estado, en su mayoría centralizados en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. Roberto Salvarezza, su titular, enumera casi de memoria el destino de los primeros 600 millones de pesos que se invirtieron para financiar doscientos proyectos de investigación vinculados con el coronavirus.

“Podemos hablar de tres grandes capítulos de financiamiento. El primero, vinculado al diagnóstico, donde participamos tanto del test serológico del Leloir-Conicet como de los dos kits para la detección del virus (Neokit-Covid19 y Ela-Chemstrip). El segundo, dirigido a las terapias, donde se colaboró en el desarrollo del suero equino y se financió el biobanco del Instituto Inbirs para el tratamiento con plasma. Y el tercero, vinculado con la secuenciación del genoma viral, donde el Malbrán determinó los tres genomas iniciales en una primera colaboración y ahora, gracias a una red que creó el MinCyT, llevamos identificados 450 genomas de AMBA, Córdoba y la Patagonia, esperando llegar a los mil con la inclusión del resto de las provincias”, describió Salvarezza.

Otro instrumento que utiliza el Ministerio es el Programa de Mejoramiento Institucional, desde donde se financia a distintas universidades para la adquisición de equipamiento. Dos casos ejemplificadores son la inversión de doce millones de pesos para el Centro de Diagnóstico de la UNQ y de once millones para la creación de la Unidad de Diagnóstico en la Universidad de Chilecito.

“También participamos en la producción de respiradores en Córdoba, de camillas que protegen al personal médico en San Juan, de softwares para determinar la parte asistencial de la respiración. Y, en medio de todo esto, comenzamos a reponer equipamiento de los laboratorios por 750 millones de pesos que estaba comprometido de la gestión y destinamos otros 400 millones para prorrogar y subsidiar a aquellos doctores que en octubre finalizaban sus becas del Conicet”, agrega el ministro.

En cada uno de los desarrollos hay una pata privada y una pata pública, incluso en la tan anhelada vacuna que se producirá en el país, donde Salvarezza reconoce distintas etapas de participación directa o indirecta: “Más allá de la compra de dosis correspondientes que realizará el Ministerio de Salud, el Estado participó, desde 2009, en el fortalecimiento de este tipo de empresas de base tecnológica para el mejoramiento de las capacidades de sus plantas en su etapa inicial, invirtiendo cerca de siete millones de dólares. Además, los recursos humanos, los equipos de investigadores de estos laboratorios, son egresados de la universidad pública. Eso también es inversión”.

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