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UN DERECHO DE LA INFANCIA

Leer los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse una novedad que aliente nuestro compromiso”, expresaba Ernesto Sabato en la presentación del Plan Nacional de Lectura de 2004. El objetivo del Plan de ese año era brindar “ocasiones completas de lectura, espacio, tiempo y acceso al libro, para todos los argentinos”. Se podría decir que el 2020, tras un duro período de desguace, promete parecerse a las mejores épocas en términos de políticas públicas.

Este año se volverá a implementar el Plan Nacional de Lecturas luego de una etapa de desfinanciación y vaciamiento. Durante el mandato macrista se frenaron las iniciativas que funcionaban, se dejaron contratos para vencer, se despidió personal, hubo déficit de lectura y de la producción editorial. El rubro fue uno de los peor la pasó bajo el gobierno de Mauricio Macri, con una debacle de casi el 50 por ciento. Hoy el panorama es un poco más alentador ya que el Estado hará una inversión inicial de 400 millones de pesos en libros para el primer semestre, destinados a diez millones de niños y adolescentes.

Desde su origen en el alfonsinismo, el Plan Nacional de Lectura ha corrido distintas suertes. De estar ausente durante el menemismo y tener una atención más cuidada a partir de 2001 a lograr universalidad durante el kirchnerismo. El gobierno de Cambiemos realizó un desarme casi total del área y llegó a desechar libros en los contenedores de basura del Ministerio de Educación.

“Para nosotros es volver a las raíces. Muchas veces las respuestas que necesitamos están en las cosas simples. Poder recuperar la centralidad de una política vinculada al derecho a la lectura es fundamental”, aseguró el ministro de Educación, Nicolás Trotta. El Plan es de lecturas, en plural, porque la idea no es limitarse al libro de papel sino abarcar los nuevos dispositivos y adaptarlos al entorno educativo. “Queremos prestar atención a las nuevas plataformas y herramientas de comunicación en el lenguaje de los niños y jóvenes para poner en valor la lectura”, continuó Trotta.

LOS OBJETIVOS

El programa está a cargo de Natalia Porta López, escritora y organizadora –junto a su esposo, Mempo Giardinelli– del Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, realizado en Resistencia, Chaco, desde hace 25 años. Porta López hizo hincapié en la importancia de la lectura literaria y recreativa –incluso en la multiplataforma– para que vuelvan a tener un espacio en el aula y destacó el rol que tendrá la Red Federal de Mediadores, aquellos intermediarios que proponen textos para compartir, dialogan con los lectores y que pueden ser docentes, bibliotecarios, madres y padres.

Otro de los puntos clave del Plan será poner en marcha la reedición de la colección “Leer por leer”, destinada a escuelas secundarias y de adultos, y de nuevas antologías para las escuelas primarias. Habrá un concurso federal llamado “Yo sueño, yo escribo” para estudiantes de todos los niveles, una Encuesta Nacional de Lectura para informar los hábitos con los libros y una campaña en los medios de comunicación para fomentar la lectura en la familia.

Con el comienzo del ciclo lectivo entrará en acción una selección de 180 textos para 180 días de clases. Se trata de relatos breves disponibles en formatos analógico y digital para que los docentes puedan compartirlos dentro del aula. “El Plan también tiene que ser una herramienta para poder apalancar una industria que ha sido muy golpeada en los últimos cuatro años, no sólo por la crisis económica sino también por la retracción de la responsabilidad del Estado en la adquisición de libros”, reclamó el ministro Trotta.

La industria editorial se encuentra en un momento crítico luego de que su producción haya caído a la mitad en los últimos años. Es por eso que la adquisición de los libros para el Plan será realizada únicamente a través de insumos y editoriales nacionales. “Es una catástrofe para la industria y para el país porque se dejó de leer la mitad de los libros, y eso, además de esparcimiento, es conocimiento”, dijo Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro.

Desde el sector tienen esperanzas con el nuevo panorama que se abre y pretenden, por lo menos, dejar de achicarse.

La articulación con otras carteras, como por ejemplo la del ministro de Cultura, Tristán Bauer, de quien depende la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), es también uno de los puntos a tratar. “Está bueno poner a la biblioteca como institución. Los libros nunca son libros sueltos, debemos revalorizar el lugar de las bibliotecas”, declaró Eugenia Almeida, escritora y miembro de la Asamblea Autoconvocada de Escritores.

Antes de las elecciones, la asamblea integrada por más de cincuenta autoras y autores destacados había redactado un comunicado con cuatro ejes para “la defensa de la literatura nacional”. Esos eran: restitución del Ministerio de Cultura, la Creación del Instituto Nacional del Libro (INLA), hacer una revisión de la condición tributaria y previsional de los escritores y la llegada de un Plan Nacional de Lecturas. Dos de los puntos ya están tachados. Almeida concluyó: “Que el Estado se ponga al hombro el acceso a los libros para todos los niños de las escuelas es algo para celebrar. Los libros son un dispositivo mágico que permite pensar en otras realidades, imaginar otra posibilidad de las cosas”.

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