Por Leonardo Murolo. La nueva edad de oro de las series televisivas internacionales y el auge de las audiencias por consumirlas en maratón hace propicio pensar en las particularidades de la ficción nacional, volviendo a revisar la historia de sus formatos, los esquemas de producción y sus transformaciones temáticas.
TELENOVELAS INDUSTRIA ARGENTINA
PRIVATIZACIÓN Y PRODUCCIÓN INDEPENDIENTE
En materia comunicacional, los años 90 se inauguraron con las reprivatizaciones de los canales 11 y 13. Al ingresar en competencia con Canal 9 bajo la órbita de los grupos Atlántida y Clarín, los renovados canales impulsaron con fuerza una nueva programación repleta de ficciones tanto por la tarde como en el horario central de la noche. Con productoras provenientes de los mismos canales (Telearte en Canal 9, Produfé en Telefe y Artear en Canal 13), completaron sus grillas de ficciones en diversos formatos y géneros. El 11, rebautizado Telefe (Televisión Federal SA), propone durante casi una década diferentes programas cada día tanto a las 21 como a las 22 con una fuerte impronta ficcional, principalmente bajo el género telecomedias: Amigos son los Amigos (1990), Grande Pa! (1991), Brigada Cola (1992), Mi cuñado (1993), Un hermano es un hermano (1994), Quereme (1994), donde se consolidaron como actores protagónicos Guillermo Francella, Carlos Calvo, Arturo Puig y Ricardo Darín, entre otros. Por su parte, Canal 13 apostó a La banda del Golden Rocket (1991), Son de Diez (1992), Gerente de familia (1993) y Aprender a volar (1994), protagonizadas por Diego Torres, Adrián Suar, Fabián Vena, Araceli González, Arnaldo André, Andrea Bonelli, Silvia Montanari, Claudio García Satur y Gloria Carrá.
En tanto, la franja de las 22 se reservaba a unitarios semanales de corte dramático, como Atreverse (1990), de Alejandro Doria; La marca del deseo (1994), de Claudio María Domínguez; Zona de riesgo (1992), de Jorge Maestro y Sergio Vainman, y más adelante Nueve lunas (1994), de Fernan Bassi y Héctor Olivera. Sumadas a la apuesta de Alta comedia (1990), con elencos rotativos y direcciones de María Herminia Avellaneda y Alejandro Doria, entre otros; El precio del poder (1992), de Hugo Moser, y Marco, el candidato (1994), de Juan Carlos Cernadas Lamadrid, Marily Pugno y Jacobo Langsner, se trataba de apuestas que permitían ver a actrices y actores dramáticos de trayectoria componiendo personajes comprometidos y, en algunos casos, alrededor de temáticas de vanguardia para la televisión de su momento. Desde Nosotros y los miedos (1982) y Compromiso (1983), en los albores de los 80 y la restitución democrática, este tipo de ficción de calidad producida por los canales líderes fue reconocido tanto por la crítica como por los máximos premios de la propia industria televisiva. Algunos historiadores sostienen que los siglos no comienzan ni terminan donde marca el calendario. En el caso de la televisión de la década del 90 con sus constantes narrativas, terminó en la crisis de 2001, cuando emergieron nuevos temas y formas de contar la ficción. Aunque un parteaguas podrá advertirse ya en la segunda mitad de los años 90 con la proliferación de productoras independientes, su pronta articulación en la Cámara Argentina de Productoras Independientes de Televisión (Capit) y ciertas modificaciones en el devenir histórico de la programación. Pol-ka Producciones, creada por Adrián Suar y Fernando Blanco, irrumpió con la serie Poliladron (1995) y el unitario Verdad consecuencia (1996). Con Gasoleros (1998), inauguró la ficción en tira en el horario central de las 21. Este dato, que puede parecer menor, significó el rompimiento de la grilla tradicional con un programa por día y retomó con fuerza las apuestas de ficción en tira que habían ensayado en el prime time de Canal 9 Más allá del horizonte y Por siempre mujercitas. Este devenir tuvo su correlato en los éxitos Campeones de la vida (1999) y Son amores (2002). Afianzada la alianza con Artear, Pol-ka propuso por muchos años la constante de una telecomedia a las 21, una telenovela a las 22 y unitarios semanales a las 23. En ese contexto se estrenaron Vulnerables (1999), Culpables (2001), Locas de amor(2004), Botines (2005), Mujeres asesinas (2005), Socias (2008) y Tratame bien (2009), entre otros menos exitosos. El hito de esos años apareció en la programación de Telefe cuando en 2002 se estrenó Los simuladores, un unitario creado por Damián Szifrón en el que un grupo de cuatro personas solucionan problemas con un método bastante particular. La historia despliega originalidad narrativa, buenas actuaciones y la exploración en el género de la comedia desde una suerte de superhéroes locales. Con dos temporadas y 24 episodios, se convirtió en una serie de culto, que dejó la sensación de que podía dar más, como esas estrellas de rock que mueren jóvenes.
Como toda ficción que se relaciona a su vez con el contexto histórico y social al que pertenece, a finales de los años 90 y principios de 2000 los guiones apelarán al costumbrismo, tematizar la crisis económica y contar historias de gente común. A su vez, estas productoras independientes que se asociaban a canales donde programar las realizaciones proponían una renovada forma de filmar, ligada al cine en su propuesta estética y apelando a elencos corales que si bien contaban con la clásica pareja protagónica, también incluían historias de jóvenes y de adultos mayores.
De manera menos sistemática, la productora de Marcelo Tinelli –luego denominada Ideas del Sur– estrenaría Buenos vecinos (1999) y Los Roldán (2004) en Telefe, Okupas (2000) en América y Canal 9, y Tumberos (2002) y Sol negro (2003) en América. Estas últimas, historias que exploraban la vida marginal de clases sociales bajas, sin techo y personas privadas de su libertad. A esta genealogía temática se sumarán más adelante las series El puntero (2011) y El marginal (2016).
PÚBLICO INFANTIL Y JUVENIL
Lejos de que abundara la diversidad en las ficciones dedicadas a un público infantil, la clásica Jacinta Pichimahuida, la maestra que no se olvida (1966) y su reversión Señorita maestra (1982) representaron la cotidianeidad de niños en la escuela. Propuestas aisladas, como las telenovelas protagonizadas por Flavia Palmiero en Canal 9 luego de su saga de programas infantiles, como Flavia, Corazón de tiza (1992) o María Sol (1993), retomaron esas temáticas. Series como Pelito (1983) o Clave de sol (1987) fueron antecedentes de otras como Montaña rusa (1994), Amigovios (1995), Cebollitas (1997) o Patito feo (2007), donde los jóvenes realizaban diferentes prácticas sociales, desde deportes hasta actividades artísticas, siempre estereotipando la juventud lejos de problemáticas sociales o políticas. Esta dimensión se reforzó con las realizaciones de Cris Morena. Fue desde las productoras RGB y luego Cris Morena Group donde más se reforzaron los estereotipos de jóvenes aislados y relacionados profundamente con el consumo de la industria cultural. El universo transmedia creado desde Chiquititas (1995) planteaba no sólo una telenovela musical en tira protagonizada por niñas y niños, sino también discos, un musical teatral y merchandising. Los siguientes títulos de la productora reforzaron este formato expandido y focalizado en un público adolescente: Verano del 98 (1998), Rebelde Way (2002), Floricienta (2004), Alma pirata (2006), Casi ángeles (2007), Aliados (2013). Con mayor o menor éxito, estas apuestas proponían una banda musical y una obra teatral, además de libros y discos. Sin contar que en las últimas producciones ya existen las redes sociales, por donde se generan dinámicas de retroalimentación con los públicos, al tiempo que se apela a formatos como la serie web y los hashtags.
EL ESTADO Y LAS COPRODUCCIONES
La segunda década de los 2000 encontró a la televisión en proceso de digitalización. El Estado nacional implementó de manera geoestratégica la norma televisiva ISDB-T, de creación japonesa y con modificaciones brasileñas. En 2008 se reglamentó la Ley del
Intérprete, que resguarda el trabajo de actores y actrices al momento de la repetición televisiva de producciones ya emitidas. Para 2009 se sancionó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, desde la cual se fomentaba la producción audiovisual federal. El Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) impulsó concursos federales anuales para producir diferentes formatos que se alojan en el Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino (Bacua) y que además de poder programarse en televisión se veían en la plataforma de video bajo demanda Contenidos Digitales Abiertos (CDA). Así, una política pública impulsó la posibilidad de producir contenidos para televisión realizados en cualquier lugar del país con profesionales de cada región. Por lo que solamente en 2010 surgieron 18 series: Los pibes del puente, Gigantes, Perfidia, Córdoba casting, Corazón de vinilo, Las otras Ponce, La nieta de Gardel, Ana y el vino, Las viajadas, En la viña del señor, El aparecido, Muñecos del destino, El viaje. 9 días buscando norte, Payé, La riña, Mañana siesta tarde noche, El camino del héroe y La chacra. Ante la proliferación del audiovisual digital, primero con la puesta a la venta de DVD de series completas para ver cuando las audiencias quieran y luego con el video bajo demanda en internet, la televisión traza estrategias de respuesta a estos consumos. Se generan historias unitarias de alta calidad narrativa que en general se coproducen con cadenas televisivas extranjeras, como Fox y TNT, pantallas donde también se programan para el resto de Latinoamérica. En este contexto, Pol-ka realiza coproducciones como Epitafios (2004) con HBO, Amas de casa desesperadas (2006) con Univisión, Violetta (2012) con Disney, Signos (2015) con Turner, La fragilidad de los cuerpos (2017) con Cablevisión y Turner y The Host (2018) con Fox, entre otras. Por su parte, Underground Transmedia produce Un gallo para Esculapio (2017) con TNT. También, la producción audiovisual nacional agregó el formato de la serie web de corta duración, que experimenta con el lenguaje y los temas a tratar de manera diferente del cine y la televisión. Dentro de este universo ya existen convocatorias que financian proyectos, pantallas que los programan y festivales que los premian, consolidando lentamente una industria propia. A esto se suman las plataformas de internet de Telefe y Canal 13, donde pueden verse sus contenidos bajo demanda, como la programación de series en CINE.AR Play (ex Odeón) y CONT.AR (ex CDA). El recorrido por una posible historia de la ficción televisiva argentina nos muestra que se construye con formatos que tienen trayectoria, se actualizan y se expanden a múltiples pantallas. También pone en evidencia la posibilidad, en uno de los países más cableados del continente, de un canal de ficción nacional las 24 horas. Sin embargo, la más visible deuda de la TV para con la ficción es un mayor fomento a la producción federal y a la apuesta por los corrimientos de la agenda temática. Un desplazamiento que consagre finalmente el rol histórico de la ficción: el compromiso testimonial y político con la sociedad a la cual le habla.