Los aniversarios suelen ser una excusa ideal para reediciones discográficas, y los 50 años del Álbum blanco que se cumplieron en noviembre resultaron una oportunidad ineludible. El asunto podía despertar desconfianzas más que razonables –los Beatles son reeditados en forma crónica y con los más diversos pretextos–, pero toda incertidumbre se extingue ante la contundencia posterior al play. Para empezar, se trata de uno de los discos más emblemáticos e influyentes de los Beatles y de la historia del rock. En ese sentido, no es necesario agregar demasiado y la remezcla de Giles Martin parece encontrar una medida precisa entre el mayor detalle sonoro que las nuevas tecnologías permiten y el respeto por una obra mayúscula. Pero el aporte definitivo del lanzamiento son las “Esher Sessions”, 27 tracks grabados en vivo y en formato acústico en la casa de Harrison. Hay de todo: muchos temas del Álbum blanco, algunos de Abbey Road, otros que irían a las carreras solistas de Lennon, McCartney y Harrison, y más. En ese contexto, se destacan las versiones despojadas y mágicas –pero cercanas a las registradas luego oficialmente– de “Dear Prudence”, “Blackbird” y “Yer Blues”; el antecedente en progreso de “While My Guitar Gently Weeps”, y hasta “Child of Nature”, que tiempo después sería “Jealous Guy”, ya con Lennon solista. Una reedición para disfrutar en presente que también permite repensar el aporte, riqueza y forma de trabajo de los Beatles.